A nadie se le ocurriría tomar un pizarrón o una tiza, llevarlos a la boca para decir qué sabor tienen. Pero si preguntamos ¿qué sabor tiene la escuela? las respuestas surgirán sin ninguna demora. Eso hizo la noche de este sábado 4 de diciembre la querida Mónica Garay cuando irrumpió en la presentación de Maestras Argentinas, y recordó el olor del recreo, de las clases, de las empanadas y del membrillo de los pastelitos fritos para cada fiesta patria (“ese olor que se te impregna en la ropa y no te lo sacás más”).
Maestras Argentinas es una obra repleta de sabores y colores que pintan la escuela y la educación de todos los días. Son los sabores de las maestras de inicial que convidan a las infancias a conocer sus derechos cuando comparten la merienda en una mesa común. O la de quienes han pensado que la física no es una disciplina de élites y convocan a las y los estudiantes a apropiarse de cómo funcionan las cosas, porque esa es una manera de ser libres también.
En esos sabores y colores, están las historias de quienes transitan el barro -que es metáfora y es real- para ejercer la enseñanza y asegurar aprendizajes. Eso sí, nunca hay regodeo con la pobreza, ni conformismo de “que las cosas son así”. Siempre hay preguntas, proyectos para hacer posibles los sueños.
Y también están los sabores y colores de la memoria: la lucha de Madres y Abuelas convertida en la pedagogía del amor y la no claudicación, de ese ejercicio diario, necesario de recordar para poder construir. También de las maestras que en los momentos más difíciles ponen el cuerpo, como en la inundación de 2003 en Santa Fe, la resistencia contra el neoliberalismo más cruel encarnado en Macri y la derecha que siempre acecha, y en las marchas docentes de todos los tiempos. Verdaderas escuelas del oficio de ser trabajadoras de la educación.
Esos sabores y colores que tienen la escuela y la educación se reencontraron este sábado 4 por la noche, en la presentación Maestras Argentinas (y Maestros y Maestros). Entre mandatos y transgresiones. Imposible nombrar a cada quien que estaba en el emblemático Centro Cultural La Toma, por cierto un espacio que milita por sobre todas las cosas la solidaridad de clase. Cada presencia, cada rostro eran para empacharse de pedagogía, de anécdotas transitadas entre compañeras y compañeros ¡Cómo no abrazarse!
Por la mañana de ese sábado Eduardo anduvo trepado a las mesas, con martillo en mano, colgando carteles. Mariana otro tanto y plegando unos folletos de recuerdo que dicen en letras negras grande Nos queda la palabra, quizás recordando cuando Paco Ibañez recita a Blas de Otero, en Pido la paz y la palabra. Estaban ultimando los detalles para el acto de presentación de los nuevos tomos.
No podía ser de otra manera: Eduardo Mancini y Mariana Caballero son los hacedores de Maestras Argentinas, una obra que reúne a más de 300 autoras y autores en sus cinco tomos. Un trabajo con los sabores y colores de lo colectivo y lo autogestivo, y de la militancia por la educación pública, la que sabe inclusiva y popular.
Frei Betto sostiene que “las palabras amor y afecto son esenciales en la escuela”. La obra editada por La Toma, la Asociación Inconsciente Colectivo y la Cooperativa de Trabajo Margarito Tereré tiene infinitas maneras de expresar ese amor y ese afecto en historias reales de nuestras maestras argentinas.
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