Nos espera el mar es el segundo libro de relatos breves del escritor y periodista Santiago Garat (Rosario 1974), editado por la Cooperativa La Masa (que el propio Garat integra desde su fundación).

El libro salió de la imprenta con el tiempo justo, sobre la hora. Santiago tenía la urgencia de presentarlo antes de que se termine el año, pero no el apuro imprudente o juvenil de publicar por publicar, sino de hacerlo como un acontecimiento: darle algo lindo a este 2021 que nos lastimó mucho, y hacer espacio para el encuentro con todas y todos los que navegamos las mismas aguas turbulentas. Y lo consiguió. El jueves 16, Garat volvió a llenar el auditorio del Complejo Cultural Atlas (Mitre 645). Ahí en la presentación dijimos que aunque el libro está dedicado a Juane Basso, Nos espera el mar también es un regalo, un don para quienes estuvimos ahí, y para los y las que vayan a las futuras presentaciones. Digamos que el encuentro es un poco el corazón del libro, su latido, lo que se cifra en el título, como señaló Pablo Bilsky en el prólogo, y en su contenido: el plural, lo colectivo, lo que se comparte; es el nosotros, porque Santiago nunca se olvida de nadie, y el mar nos espera a todos y a todas. 

La experiencia de lectura de El sol era la pelota (La Masa, 2018) y la de su nuevo hermano Nos espera el mar es una invitación al hacer común, porque la literatura de Santiago Garat surge de la necesidad y el gusto de hacer y de construir con otros, de compartir la vida, para soportarla, pero también para disfrutarla. Las historias que se narran en este libro son de supervivencia, de sobrevivientes en un mundo indolente, profundamente injusto, pero ellas no proyectan una contemplación melancólica de la realidad áspera, resignada de sí misma, sino una apuesta luminosa, como fogonazos en la noche oscura, llena de recuerdos de patios, de calles y potreros de la infancia. El título del libro surge del poema en prosa Fui: “El baldazo me arrastró a la rejilla y desembocamos en el río, con cadáveres de hormigas, patas de cucarachas y un blíster de Clonazepam. El consuelo, en esta noche eterna, es que nos espera el mar”. Lo cierto es que por fuera del poema no hay consuelo. “¿Qué podría ser peor?, eso no me arregla”, canta el Indio, que siempre inmiscuye su alarido en nuestras furibundas y desangeladas lecturas. Pues si no hay consuelo, siguiendo con las canciones, entonces “hay que amar el tiempo de los intentos”. Por suerte el mar está ahí todavía, pero hay que ir a buscarlo, hay que encontrarle la salida, hay que dar con la salida al mar, y este libro va por ahí, o al menos es un intento de ello como fruto de un trabajo colectivo, del trabajo de escritura de Garat y el de los compañeros y compañeras que participaron de la producción del libro. ¿Acaso conocemos otra forma de salir a flote con la vida que no sea con amor y trabajo? No debe ser casual que Nos espera el mar cierre con el poema que Eduardo Garat, el papá del autor, escribió en 1974 desde la cárcel. “Hay una sola forma en que la prisión no duele tanto, que el preso y sus amigos sigan aún con más entusiasmo, en la misma senda de su pueblo, trabajando, amando y luchando”.  

Frente a los naufragios y las derivas, cuando tiembla la brújula, cuesta arriba y contra la corriente, la escritura es una apuesta total, un modo ético y radical de abrirse camino, es una forma de estar en el camino. Este libro es una prueba de ello y como el barco de la portada (ilustrado por el Tomi) ya está buscando nuevos rumbos.

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