Aunque nunca se fue del todo, es todo un retorno de la pandemia lo que se transita en estos días, aunque con diferencias no menores a aquellas dos primeras “olas”: los datos diarios sobre cantidad de contagios no se traducen en falta de camas en hospitales y sanatorios ni conllevan un alza en el número de fallecimientos. De todos modos, la realización de testeos y la atención de consultas, en plenas vacaciones y con las altas temperaturas como dificultad extra, provocan no pocos problemas al personal de Salud, que junto con la gran mayoría de la población asisten a otro “retorno”: el de negacionistas de toda laya que andan otra vez de protesta en protesta.
Y claro que no falta pintoresquismo en los reclamos. Pero lo bizarro no quita lo peligroso, sobre todo porque las y los protestantes del momento añadieron una reivindicación que le pone pólvora a la cosa, ya que se trata de la solidaridad con policías que también se niegan a cumplir con las medidas oficiales. Así, para enfrentar al gobierno “tiránico” que manda a la gente a vacunar ahora se agita la “unidad entre pueblo y fuerzas de seguridad”.
Con todo, es justamente a “seguro” al que más se sigue llevando preso la pandemia, siempre pródiga en falta de certezas. Así, se anuncian medidas que pocos días después se modifican y que no se acatan con la misma masividad y disciplina de cuando cundía el pánico.
En su nueva versión, el virus pinta menos perjudicial para la salud y el humor social. Ojalá ese debilitamiento se acentúe y entonces las restricciones y obligaciones se disipen, y lo mismo suceda con el movimiento negacionista y sus invitaciones a tumbar gobiernos fierros en mano.
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