María Fernanda y Teresa Cañás tuvieron su primer trabajo como maestras en las Islas Malvinas, donde enseñaron el español y la cultura argentina. Desde Puerto Rivero (o Puerto Argentino), el maestro Julio Cao escribió a sus alumnas y alumnos de 3er. grado, contándoles que cada noche cerraba los ojos y veía “cada una de sus caritas riendo y jugando” (una carta que hoy es leída en todas las escuelas del país). El profesor Daniel Córdoba, quien fuera un apasionado por la enseñanza de la física, alguna vez confió que de lo que nunca pudo olvidarse, de haber estado en la guerra, era de las caras adolescentes de sus amigos cuando se despidieron antes de partir en el ARA General Belgrano. Tres historias de docentes alrededor de Malvinas, a 40 años de la guerra.
Las historias de las hermanas María Fernanda y Teresa Cañás, Julio Rubén Cao y Daniel Córdoba forman parte de los tomos de Maestras Argentinas (Y Maestros y Maestres). Entre mandatos y transgresiones, una obra construida colectivamente por educadoras y educadores de todo el país y compilada por Eduardo Mancini y Mariana Caballero (editada por La Toma, Inconsciente Colectivo y la Cooperativa Margarito Tereré). Entre esos cientos de recorridos y experiencias reunidos están también las de estas maestras y maestros, que unieron sus biografías a la de Malvinas.
María Fernanda Cañás se había recibido recién de maestra, tenía 24 años, cuando decidió anotarse en un proyecto del gobierno nacional que proponía la enseñanza del español en las Islas Malvinas. Era 1974 y la idea era impulsada por el entonces presidente Juan Domingo Perón, a través de una iniciativa estatal que les permitía a quienes habitaban las islas proveerse de gas, petróleo y alimentos a cambio de que aprendieran el español.
Para eso se necesitaban docentes argentinas que fueran a vivir a las Malvinas. Se hizo un llamado público y quedaron seleccionadas María Fernanda y su hermana Teresa.
“Se estableció un acuerdo por el cual el gobierno argentino se hacía cargo de los salarios de las maestras, mientras que el gobierno colonial se comprometía a proporcionarles casa y combustible”, relata Florencia Carbajo, la autora de Enseñar en las Islas Malvinas, texto incluido en el tomo 2 de Maestras Argentinas.
Las hermanas Cañás permanecieron un año trabajando en Puerto Argentino, donde enseñaban español y cultura nacional a estudiantes de primaria y secundaria, para quienes esta lengua había pasado a ser una materia obligatoria. Pero además se las ingeniaban para llegar con esta enseñanza a las y los habitantes de las zonas rurales, a través de la radio. Eso sí, según los datos reunidos en el artículo de Florencia Carbajo, no fue tarea sencilla adaptarse a las inclemencias del tiempo del sur, no tanto por el frío, sino por la presencia permanente del viento.
Viviendo en las islas se enteraron de la muerte del general Perón. “En su memoria y homenaje, los nueve argentinos radicados entonces en Malvinas, junto a las autoridades coloniales de las islas, llevaron a cabo una misa en la iglesia católica de Saint Mary’s”.
La experiencia educativa de las hermanas Cañás concluyó en 1975. Diez años más tarde, María Fernanda ingresó a la Cancillería argentina. En una entrevista publicada en Infojus (abril 2015) confiaba: “Las islas fueron un gran impacto en mi vida, y en ese momento no tenía idea de lo que iban a significar y lo que después significaron. Cuando me fui en el 75 estaba segura que iba a volver, porque habían quedado amigos y demás, pero después nunca se pudo dar. Y casi diez años más tarde ingresé al servicio exterior y la vida me fue llevando a estar en contacto con ese tema y que se desarrollara en algo muy especial para mí. Nunca pude volver, pero no pierdo las esperanzas”.
La carta del maestro Julio
La misiva que el maestro Julio Rubén Cao le escribió a sus alumnas y alumnos de 3er. grado recorre las escuelas argentinas y es leída con especial afecto en cada aniversario de Malvinas. También ese recuerdo integra Maestras Argentinas (tomo 4).
Julio era maestro en la Escuela N° 32 de Gregorio de Laferrere cuando decidió anotarse como voluntario para ir a combate, tras la decisión de la dictadura cívico-militar de iniciar la guerra, el 2 de abril de 1982.
Murió en junio de aquel año. Muchos años después de su muerte sus restos fueron identificados gracias al trabajo realizado por el Equipo Argentino de Antropología Forense. En 2019, su familia pudo viajar al cementerio de las Islas.
La escuela en la que Julio daba clases, hoy lleva su nombre. En aquella carta le hablaba a su tercer grado con el corazón y haciendo sentir cerca su presencia de maestro. Dice esa misiva:
A mis queridos alumnos de 3ro D:
No hemos tenido tiempo para despedirnos y eso me ha tenido preocupado muchas noches aquí en Malvinas, donde me encuentro cumpliendo mi labor de soldado: Defender la Bandera.
Espero que ustedes no se preocupen mucho por mí porque muy pronto vamos a estar juntos nuevamente y vamos a cerrar los ojos y nos vamos a subir a nuestro inmenso Cóndor y le vamos a decir que nos lleve a todos al país de los cuentos que como ustedes saben queda muy cerca de las Malvinas.
Y ahora como el maestro conoce muy bien las islas no nos vamos a perder.
Chicos, quiero que sepan que a las noches cuando me acuesto cierro los ojos y veo cada una de sus caritas riendo y jugando; cuando me duermo sueño que estoy con ustedes.
Quiero que se pongan muy contentos porque su maestro es un soldado que los quiere y los extraña.
Ahora sólo le pido a Dios volver pronto con ustedes.
Muchos cariños de su maestro que nunca se olvida de ustedes.
Afectuosamente.
Julio
La carta escrita por el maestro Julio fue fechada “el 24 de abril de 1982, en Puerto Rivero” (como también se denomina a Puerto Argentino, en homenaje al Gaucho Rivero, quien se rebeló contra la usurpación británica de 1833). Aquel mensaje es parte también de los materiales que el Ministerio de Educación de la Nación preparó para las escuelas del país por los 40 años de la guerra (Malvinas en la escuela. Memoria, soberanía y democracia).
En ese texto sugerido se destaca que Julio Cao era maestro de profesión y participó en la guerra de Malvinas como soldado voluntario: su única preparación militar la había tenido cuando hizo el servicio militar obligatorio. El maestro murió el 10 de junio de 1982 en Puerto Rivero, como él eligió llamar también a Puerto Argentino.
El profesor de física
Al profesor Daniel Córdoba –falleció en 2019– todos lo recuerdan y lo van a recordar por haber hecho de la enseñanza de la física una pasión. Pero no sólo de las y los docentes que se formaron con él, sino de cientos de estudiantes que iban a aprender en los talleres de la disciplina que ofrecía los sábados por la mañana, en el predio de la Universidad Nacional de Salta.
A ese taller llegaban chicas y chicos de toda la ciudad de Salta y sus alrededores, a divertirse con el desafío de la física, y salían estudiantes premiadas y premiados en todas las olimpíadas, y una buena parte con becas para estudiar en el Instituto Balseiro.
La historia de este querido profesor la cuenta otro apasionado de esta enseñanza, el director del Instituto Politécnico (UNR) Juan Farina, en el texto El profesor de física que daba habilidades de pensamiento, publicado en el tomo 5 de Maestras Argentinas.
Farina trabajó con el educador de Salta. Dice que una página de la biografía de su amigo y compañero de oficio, que marcó un antes y un después, fue haber sido combatiente de Malvinas. Y comparte –en el libro– estas palabras confiadas por Daniel Córdoba que recuerdan su paso por Malvinas: “Del 2 de abril de 1982 tengo recuerdos difusos. El levantarse más temprano de lo habitual en la Base Naval de Puerto Belgrano. Gritos eufóricos de ¡Viva la patria, las Malvinas son Argentinas! y nada más. De lo que no puedo olvidarme es del 28 de abril y las caras adolescentes de mis dos amigos y compañeros Fernando Zarzoso y Roberto Sancho que, en Ushuaia, me decían que su buque era «un cajón de muertos». Fue la última vez que los vi, cuatro días después morían en el ataque al crucero General Belgrano”.
“La otra imagen –siempre en la voz del profesor Daniel Córdoba– que me resulta imposible olvidar es la cara de sus familiares cuando regresé a mi pueblo. Con una garganta seca relaté esa última vez que los vi, el viento que nos pegaba cachetazos en la cubierta del buque, el frío, el chocolate que tomamos esa tarde, las travesuras del secundario y los sueños por cumplir. Sus caras quedaron cristalizadas en rostros adolescentes y nunca me los imaginé como serían ahora. La memoria y la inoperancia del gobierno de facto hicieron que quedaran así, con esa cara de pibitos que no pudieron envejecer. Lo que pasó después, en esa guerra, preferí olvidar.”
El director del Politécnico también recurre al recuerdo de otro educador que conoció a Daniel Córdoba, el profesor Maximiliano Baldiviezo, quien el 25 de mayo de 2020, día en que hubiese cumplido años el docente salteño, escribió: “Habiendo vivenciado un conflicto bélico que dejó casi tantos suicidios en la posguerra como muertos en combate (en ambos grupos de combatientes), Daniel encontró en la enseñanza de la física, plagada de humanismo, humor, epistemología e historia, una forma de sobrevivir y de transmutar lo vivido. Convirtió aquellos sueños truncados por la guerra en una fuente de sueños y despertar de vocaciones, contribuyendo al crecimiento de cientos de jóvenes”.
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