Están festejando el golazo que acaba de meter. Nada del otro mundo: al fin y al cabo, es un partido por amor al deporte, así que todo se reduce a un par de caricias en la cabeza y alguna palmadita en la espalda. Pero mientras sus compañeros practican ese módico festejo, suenan unos cohetazos: ¡pum, pum!

Todos se dan vuelta mirando hacia el lugar donde se escucharon los tiros. Dos pibitos salen corriendo desde allí, con rumbo desconocido. Cuando los pibitos desaparecen, ven que uno de los jugadores, del equipo rival, está tirado en el piso. Se acercan: tiene perforado el pecho por los balazos, y pierde sangre a rolete. Algunos intentan contener la sangre apretando las heridas con la camisa del baleado; otros llaman al 911.

La canchita se llena de pibes que vienen a mirar lo que pasa. Los adultos, en cambio, hacen mutis por el foro. Se forma una rueda alrededor del tiroteado, que deja de respirar y ahora está inmóvil.

Pasan los minutos sin que aparezca la cana. Nadie sabe qué hacer, pero ninguno habla: ¿qué podrían decir en esas circunstancias? Hasta que, al rato, cuando han pasado por lo menos veinte minutos, por no decir media hora, llega la yuta. 

Son dos patrulleros que aparecen haciendo sonar la sirena a todo trapo. Vienen rápido, y se meten sin parar en la canchita, dirigiéndose hacia donde está la ronda. Frenan de golpe al lado de los pibes, casi topándolos con la trompa del patrullero que viene adelante, y se bajan cuatro canas y una mujer policía.

Encaran al grupo, mal. Los tratan como si ellos fuesen los que tiraron los cohetazos. Encima preguntan boludeces, si conocen a los que tiraron, si el baleado tenía problemas con ellos, si andaba en cosas raras. Como si ellos supieran algo de eso y como, si supieran, se lo fueran a decir a ellos.

Al rato aparece la morguera y varios tipos de civil: deben ser de la fiscalía. Hablan con los canas y después la mujer policía se acerca al grupo diciendo que dos deben acompañar a los de civil para declarar como testigos. No espera que se sumen voluntariamente: vos y vos, ordena, señalándolos con el dedo. 

Como se da cuenta de que zafa, se baja los pantalones que se había arremangado, y parte.

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