Con el nombre del adminículo que usan los chupacirios en misa, se celebran 40 mil muertes en la batalla de Lepanto. Inteligencia sacro militar. El imperio otomano derrotado por la Liga Santa.
“Dame un ejército que rece el rosario y conquistaré el mundo”, había propuesto en 1571 Bendito Papa Pío V, confiando en la mística asesina de poder decir “sin moros a la vista”.
Del latín “maurus” (que significa oscuro), les decían moros en forma despectiva en Europa a los árabes invasores (desde el 711 hasta cerca de ocho siglos después en España).
San Pío V atribuyó la victoria de la batalla de Lepanto (Grecia), el 7 de octubre de 1571, a la intercesión de la Santísima Virgen, invocada en Roma y en toda la cristiana Europa por medio del Santo Rosario, y quedó instituida la fiesta que la celebra.
El rosario pareció otorgar la victoria y masacre a los católicos. Así que no hubo juicio moral, ético, ni espiritual, y el rosario sigue vendiéndose cual santa chuchería. Además, San José María Escriva (santo del Opus Dei) resaltó: “Ojalá sepas y quieras tú sembrar en todo el mundo la paz y la alegría, con esta admirable devoción mariana”. Y San Juan Bosco clamaba sobre la devoción a la Virgen, ante cualquier otra oración.
Control del Mediterráneo
“Cuesta creer hoy que las tranquilas aguas del mar Mediterráneo fueran escenario de asedios, batallas y guerras, y que miles de personas sufrieran el drama del cautiverio y la esclavitud”, indicaba el experto en historia militar española Miguel Renuncio, a la ABC.
En el siglo XVI, dos potencias se disputaban el control del Mar: España –dueña de Sicilia, Cerdeña y Nápoles– y el Imperio Otomano, que se extendía desde los Balcanes hasta Egipto.
La lucha fue en aguas del Mar Jónico, en el Golfo de Patrás (Grecia), cercano al puerto de Navpaktos o “Lepanto”, según los italianos.
Los intereses contrapuestos de Madrid y Estambul habían desembocado en una guerra continua. El papa Pío V solicitó a España y Venecia la creación de una alianza militar para frenar la expansión otomana, sostiene Renuncio.
La Santa Liga “contaba con 228 galeras, 6 galeazas, 26 naves y 76 menores (234 de ellas de combate)”, dice José María Blanco Núñez, Asesor del Instituto de Historia y Cultura Naval. La Santa Liga sumaba unos 90 mil hombres, entre soldados, marineros y remeros, todos rezadores del rosario.
La armada Otomana tenía tropas de poderío similar aunque resultó derrotada. Los turcos perdieron 220 galeras y tuvieron treinta mil bajas; los cristianos quedaron sin 12 galeras y sufrieron diez mil víctimas.
Charlas de fóbal
Osvaldo Bayer cargaba a Osvaldo Soriano por ser hincha de “un club con nombre de santo” (San Lorenzo). Al otro día, el Gordo Soriano le contestó que al menos no se nombra a su club (canalla) igual que a “ese adminículo que las viejas llevan a misas”.
Otra masacre
Y en honor a esa masacre del 7 de octubre de 1571, a la aldea nacida a orillas del Paraná, le pusieron ese nombre y reconocieron esa fecha para su celebración. Como en el caso de la ciudad de Victoria, que se ocultó que fue una matanza de indígenas a manos de Vera y Mujica (1750), y se la bautizó como la entrerriana Victoria.
Otra historia
Más allá de lo poco simpático de festejar tantas muertes, se prefirió difundir esa historia y no la otra de gronchos mal vestidos que fundaran tan ilustre ciudad y sin rosarios. Nos referimos al pasado ligado a los calchaquíes establecidos en la zona que no era de la alcurnia europea que pretendía gobernar mediante las armar y levantar sus palacetes en el coqueto Paseo del Siglo.
La versión institucionalizada dice que “en 1689 el capitán Luis Romero de Pineda recibió estas tierras por parte del gobierno de Buenos Aires en pago de servicios prestados a la Corona”.
Agrega la información brindada por la web de la Municipalidad de Rosario: “El primer registro de población permanente fue la estancia del Capitán Romero. Otra parte de las tierras en que se encuentra Rosario pertenecieron a la Estancia San Miguel, propiedad de los jesuitas, que le habían comprado en 1719 al hijo de Antonio de Vera Mujica”.
Y con esa desinformación propia de discriminadores quieren mentir esa versión, y con una risita Pablojavkineana admiten que “antes de esa fecha, merodeaban por el lugar indios calchaquíes, reducidos y atendidos por franciscanos, quienes formaron una población y se establecieron en el llamado Pago del Salado”.
Pero oficialmente parece poco creíble la fundación de un poblado sin un poste clavado en la tierra y con una escritura jodida de leer o palabras en castizos, sin dos palitos clavados en cruz. Es que no hubo acto majestuoso ni pobretón, de fundación en nombre de nadie.
Continuará…
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