El Charrúa inauguró un mural dedicado al Trinche Carlovich, y el tramo de Virasoro entre Juan Manuel de Rosas y Alem lleva su nombre. La leyenda, la realidad y el detrás de escena del día que conoció a Diego Maradona.

Dos de los tres DNI que tenía Tomás Felipe Carlovich decían que había nacido el 19 de abril: uno “de 1946”, el otro de “1947”. El tercero ubicaba su natalicio un día después, pero de 1949. “Si tenés que hacer un trámite, ¿qué ponés en la fecha de nacimiento?”, le preguntó el escritor Alejandro Caravario para su libro Trinche. “Depende de cuál documento lleve encima ese día”, le devolvió.

Nació justo el Día Internacional de la Bicicleta, un vehículo que era casi una extensión de su cuerpo como la pelota lo era de sus piernas. Y pedaleando perdió su vida, tras un hecho de inseguridad. Pero el evento del pasado miércoles, como en todo cumpleaños, lo celebró. Hinchas, jugadores y dirigentes de Central Córdoba, concejales, vecinos de Tablada, quienes lo conocieron en persona y quienes sólo conocen la leyenda, recordaron su habilidad en la cancha y su humildad afuera. Y le recordaron, donde quiera que esté, que lo extrañan.

Entre las muestras de afecto, se descubrió un mural dibujado y pintado por Sol Fernández, China del Río e Ignacio Bogino, y se inauguró el pasaje con su nombre, en el tramo de la calle Virasoro donde se erige el Gabino Sosa. La jornada, organizada por la Peña Pato Núñez, cerró a pura música.

Me llaman calle

Concejal de la ciudad desde 2019, Ariel Cozzoni supo destacarse como delantero de Newell’s, y como formador en el predio Malvinas, también de la Lepra. También jugó en el Niza de Francia, el Toluca de México, y otros clubes del país. En el final de su carrera, se calzó la de Central Córdoba, y allí conoció al Trinche. “Tuve un par de charlas con él –rememora– y tengo el mejor de los recuerdos”. Hoy, como edil del bloque Un gol para Rosario, impulsó en el Concejo Municipal la ordenanza del Paseo Tomás Felipe Trinche Carlovich, inaugurado el miércoles. “Llevó al club a lo máximo, a ser una institución muy reconocida por su juego”, resalta la Chancha, que jugó en el Charrúa entre 1994 y 1996. 

Foto: Manuel Costa

El ex atacante rojinegro abona a la leyenda del melenudo ex jugador y emblema del Matador de Tablada. “Mirá si habrá sido bueno y grande que trascendió sin las redes sociales”, dimensiona. “Yo era muy joven pero me acuerdo de cuando jugaba, del famoso partido ante la Selección Argentina”, cuando –como jugador de un combinado rosarino integrado por futbolistas de Newell’s y Central– bailó al equipo que, en meses nada más, afrontaría el Mundial de Alemania 74. “Tenía una simpleza, una humildad. Me parecía un tipo extraordinario”.

Las paredes de Tablada hablan

Foto: Manuel Costa

El abrazo entre el Trinche y el Diego, la vieja entrada del Gabino Sosa y unos chicos jugando a la pelota debajo de la tribuna y desentendidos del partido de Primera. Esas pinceladas en la pared del estadio que retratan la historia de Central Córdoba, son obra y arte de Sol Fernández, China del Río e Ignacio Bogino. 

“Fue re lindo compartir la experiencia”, admite Sol, autora del abrazo. “Para mí, el Trinche es el máximo referente del club”, afirma esta fanática del Charrúa, y agrega: “Lo pude ver en vivo, siempre estaba en la cancha en los partidos, sentado en la tribuna, con la gente. Es un símbolo enorme, es el club”.

Foto: Manuel Costa

Vecina del Gabino Sosa, Fernández casi no se pierde encuentros de su equipo: “En pandemia noté que extrañaba un montón, y ahí me di cuenta de que me pasan cosas con este lugar”. A su otra pasión la lleva desde que tiene uso de razón: “Lo del arte me viene de toda la vida. Siempre el dibujo. Estudio y pinto desde siempre. No tengo recuerdos en los que no esté pintando”. 

China del Río suma que “lo particular de este mural es que está hecho por hinchas del club”, y señala a sus colegas. “No nos conocíamos pintando, sí de otros lados. Así que fue un desafío, pero estuvo bueno unir todos los conceptos de la historia del club”.

Foto: Manuel Costa

A diferencia de su colega, China comenta que dentro del amplio espectro de la pintura “lo único que pinto son murales”. Y sobre el Trinche, éste no fue el primero: “Tuve la experiencia de pintar el retrato en barrio Belgrano, su barrio. Y los días de pintada fueron un desfile de personas contando y compartiendo sentimientos, sensaciones, anécdotas, historias que lo relacionan. Es una persona muy querida. Es esto lo que me convoca, el poder compartir con imágenes que se las puede apropiar la comunidad. En un club, en una plaza, en la ciudad”. 

Ignacio Bogino surgió como defensor de Rosario Central, pasó por Patronato, Arsenal y Temperley, entre otros, antes de desembarcar en Central Córdoba, su equipo actual. Pero su pasión no sólo está en la pelota, ya que además escribe y pinta. “Lo que intentamos hacer con esto es que siga vigente, que el mito siga creciendo”, sostiene. “A través de los relatos y de lo que fue haciendo, fue quedando eso de que lo importante era jugar, divertirse, y que lo otro viene después”.

El zaguero opina que la figura de Carlovich “tiene muchos hilos para tirar”, pero elige el aspecto “de cultura de barrio, sentido de pertenencia. Ahí está lo lúdico siempre presente. Creo que pudo simbolizar muchas cosas. Es muy importante que ese cuento se siga abriendo y que sigan apareciendo distintas capas, y que salga afuera del estadio”. Y deseó que los chicos y chicas, como los que dibujó y pintó en las paredes del Gabino, “se acerquen a ese símbolo, a esa forma”.

Dos potencias se saludan

Acá hay uno que es mejor que yo, dijo Maradona cuando pisó Rosario en 1993 para jugar en Newell’s. Daría todo lo que tengo por haber compartido cancha con él, le devolvió años después el Trinche. 

Por un centro del destino, estos emblemas del fútbol de potrero se vieron por primera y única vez un 14 de febrero, Día de los Enamorados. Fue en 2020, cuando la pandemia acechaba y a la cuarentena le faltaban pocos días para entrar en acción. “Cuando vimos que Diego venía a la ciudad dijimos de hacer algo porque el Trinche lo quería conocer”, cuenta la socia y colaboradora del club, Fernanda Mamani. “Aunque parezca mentira, nunca se habían visto. Así que esa fue la nafta para el motor”, confirma Fabián Passoni, miembro de la Peña Pato Núñez, y quien será testigo privilegiado del encuentro que el espacio Jóvenes Charrúas acordó con la prensa de Gimnasia y Esgrima de La Plata, el club que dirigía Maradona y por el cual estaba en la ciudad. “No era fácil llegar al Diego. Y el que lo consiguió fue el Trinche, o sea, su nombre y apellido”, reconoce Fabián, que labura en el área de prensa del club de Tablada. “Porque si hubiésemos querido ir nosotros solos como agrupación era imposible”, aclara entre risas, y resalta: “Además, el Diego quería también un encuentro con él”.

Foto: Manuel Costa

La cita fue en el hotel Ros Tower, donde se concentraba el plantel del Lobo. “Luchamos tanto por ese encuentro. Yo fui como una suerte de árbitro, porque estaba en el medio, parado entre ellos dos”, recuerda este joven, encargado de capturar para el momento y para la posteridad, ese abrazo fraternal que duró, “y lo digo sin exagerar, casi 3 minutos de reloj”.

Passoni tuvo un infortunio: los nervios le jugaron una mala pasada cuando quiso sacar la cámara fotográfica de la mochila, y le rompió el cierre. Con la cámara atrapada, debió conformarse con retratar a los protagonistas con el celular. “Por eso la calidad de la foto, que salió en varios medios del mundo, no es la mejor”, se justifica. 

Después hubo intercambio de camisetas de Central Córdoba. El Trinche le regaló una a Diego con el 5 en la espalda y su apellido, y Diego le dio una con la 10, que decía: “Para quien fue el mejor jugador del mundo”.

“Fue un orgullo para nosotros poder cumplirle el sueño al Trinche”, dice Mamani. Cuando Passoni quiso conocer detalles del diálogo entre los astros, Tomás Felipe no largó nada. Sólo dijo “me lo llevo a la tumba”.

Foto: Manuel Costa

Mientras bajaban en el ascensor hacia la planta baja del hotel, y también en el bar al que fueron luego a celebrar el encuentro, el Trinche repitió una frase: “Ahora me puedo morir tranquilo”.

Días después, ya con la pandemia y el confinamiento encima, lo golpearon en la calle para robarle la bici. El 8 de mayo, después de algunos días de internación, murió. “No lo puedo creer, te conocí hace poquito, y ya te fuiste”, lo despidió Diego. 

El Charrúa tiene ese no sé qué

Desde siempre, los tablones del Gabino supieron y saben recibir a hinchas propios y ajenos. Canallas, leprosos, amantes del deporte de la redonda en general suelen acercarse los sábados a seguir las alternativas de los partidos que dispute el Matador de Tablada ante el rival de turno. “Debe ser único en el país este club, tiene hinchas de todos lados”, sentencia Cozzoni, que jugó en el Charrúa, y rubrica: “Es una familia grande de Rosario, donde todos lo apreciamos”. “Dentro de la ciudad es el club que quiere todo el mundo, los de Central, los de Newell’s”, corrobora Bogino, que juega en el Charrúa, y argumenta: “Es un club con mucha historia y todavía sostiene la identidad de barrio, que por ahí, en los clubes más grandes se hace más difícil. Esto funciona como una familia, eso está bueno. Y después están estos mitos que se van generando alrededor. Todos somos presos de nuestra historia y el club ha tenido su época dorada y ha construido desde ahí con ídolos como Gabino Sosa, el Trinche y otros. Ojalá que el club pueda crecer, ascender de categoría, para que esa forma que se ve medio chiquita y que todos aprecian, tenga más lugar en la ciudad”.

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