Hace pocos días el centro de estudiantes de la Escuela Nigelia Soria se movilizó por las calles de Rosario para recordarles a los ministerios de Cultura y de Educación de la provincia que los salones les quedaban chicos, que el año pasado habían tenido un día menos de clase cada semana por falta de espacio y que las respuestas que recibían no alcanzaban. No faltaron anteriores frazadazos, sentadas y abrazos solidarios.

En esta semana las y los estudiantes de la Técnica 471, junto a sus docentes y asistentes escolares, organizaron un abrazo solidario para hacer visible que los techos de las aulas no se caían porque sí. Que hay una historia de reclamos. Que quieren luces para llegar a clases más seguros o volverse a sus casas tranquilos. No fue tampoco la primera vez de estas movidas.

El lunes pasado la secundaria del complejo Gurruchaga fue saqueada. Se llevaron desde computadoras hasta las estufas y ventiladores que hacen más amigable el invierno o el verano. Enseguida el centro de estudiantes se reunió y organizó para este miércoles un abrazo solidario a la escuela. No quieren estar solos, por eso piden a la comunidad que los acompañen.

Muy noble y con una mirada colectiva, un directivo de esta institución resaltaba que estos robos no eran patrimonio de la Gurru, que esto era cosa corriente en las escuelas de los márgenes de la ciudad.

Marzo comenzó con el dolor de las muertes de niños y jóvenes alcanzados por las balas de la narcocriminalidad y de edificios escolares baleados. Con marchas y abrazos se pidió (y pide) de manera inequívoca: Basta de matar a nuestrxs alumnxs y por Escuelas como territorios de paz.

Las marchas y los abrazos son otra forma de enseñar y aprender, van por ese camino de demandar aulas seguras, a las que se asista sin miedo. Y para defender la escuela pública, que después de todo -al decir del pedagogo Pablo Gentili- es la que abre sus puertas todos los días: “Se la puede cuestionar, pero no se puede negar que es la única que abre las puertas todos los días y no para recibir a un usuario, sino al sector de la sociedad con necesidades muy específicas y complejas: la infancia y los jóvenes. Nada más y nada menos, es la que recoge a millones de niños y niñas todos los días”.

En un trabajo específico sobre el significado de los “abrazos simbólicos”, la investigadora Allison Fraser Lang asegura que éstos forman parte de las luchas de las comunidades educativas “para preservar las escuelas públicas” y para eso se ponen en juego los cuerpos y el afecto. Y resalta algo más lindo aún: “La comunidad abraza a los edificios para visibilizar la escuela como un lugar portador de memorias, historia e identidad”.

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