Mario Pereyra pasó por Rosario y además de dejar un vendaval de grandes éxitos en su presentación en el Teatro Vorterix, repasó su infancia y su carrera: “De chico cantaba temas de Juan Marcelo, lo de la cumbia vino después cuando entró el género en los bailables”.
Mario Ramón Pereyra nació el primer día de diciembre de 1964, en el populoso barrio Centenario, de Santa Fe capital, pero rápidamente emigró con sus padres y sus cinco hermanos a Santo Tomé, donde se crió. Dos de sus tíos, músicos ellos, le fueron metiendo el virus en la sangre y con el tiempo se transformó en uno de los máximos exponentes de la cumbia nacional. “En Rosario tenemos un aguante muy especial, es un aguante muy pegado a nosotros y tenemos la suerte de tener seguidores incondicionales que inclusive fuera de la zona nos siguen también y que cantan todas nuestras canciones cada vez que nos presentamos. Así que es un orgullo muy grande para nosotros todo lo que nos brindan”, dijo de entrada el Máster de la cumbia en diálogo con el programa Poné la Pava, de Radio Rebelde Rosario, antes de subirse al escenario del Vorterix, y confesó: “Siempre nos piden los clásicos, los enganchados, uno se da cuenta de la tendencia cuando le van pidiendo los temas. La gente está muy identificada con muchas canciones y cuando tocamos las quieren escuchar, así que les damos el gusto y las vamos a seguir tocando siempre. Generalmente lo que más piden son los enganchados de los discos El Aguante y El Aguante continúa, y de temas que se fueron transformando en clásicos como A ti o Yo no me sentaría en tu mesa”, el primero del mismísimo Ricardo Arjona y el segundo de Los Fabulosos Cadillacs, algunos de los covers que se atrevió a reversionar en formato cumbia al igual que Eres mi canción, de Rubén Blades. “Selecciono personalmente lo que va a sonar en los shows o en el repertorio de un disco”, destaca Mario, pero aclara: “Uno trata de buscar la tendencia pero después el que elige todo es el público. Nosotros nunca vamos a tener un parámetro como para decir «este tema va a andar», porque en realidad la que lo transforma en un éxito es la gente que nos va a ver o compra nuestros discos”.
Hoy, igual que ayer, estoy aquí
“Me crié en Santo Tomé, con mis viejos y mis cinco hermanos. Nuestra infancia fue realmente maravillosa: tener la barrita de amigos del barrio, salir a gomerear o de cacería por los montes, jugar a la pelota, a las figuritas, a las bolitas, al trompo. Y los carnavales, que en esa época los disfrutábamos una banda porque se armaba la guerra de agua por todos lados”, dice con un dejo de nostalgia pero con mucha alegría Pereyra, y agrega: “Y fue maravillosa sobre todo porque aparte podías salir tranquilamente por cualquier lugar y volver a tu casa sin que tuvieras ninguna clase de problema o que tus papás tuvieran miedo de que te pasara algo”.
Pese a que se fue de muy chico, Mario remarca que, como dice el tango, del barrio nunca se fue del todo. “Mis tíos eran músicos, uno era cantante, bajista y guitarrista y el otro era batero, y yo iba a los ensayos cada vez que podía. Ahí aprendí a tocar la bata y también me animaba a cantar”, rememora, y detalla: “Hacían temas comerciales, bolicheros, porque se consumía mucho eso en aquella época. Temas de Los Náufragos, de La Joven Guardia y otros de esa época, pero cuando entró la tendencia de los grupos de cumbia en los bailables decidieron armar un conjunto de cumbia, el grupo Vibración, que yo integré desde los 14 años”. Tras recordar que “de chico me tiraba mucho para el lado de lo melódico”, y “escuchaba Los Ángeles Negros y Trocha Angosta”, Mario confiesa entre risas: “Inclusive siendo muy chico, seis años o algo así, mis tíos me grababan cantando temas de Juan Marcelo y se hacían el plato”.
Luego de esa experiencia, Pereyra alternó en las formaciones de Amanecer Tropical y Los del Mar, mientras laburaba de lo que podía, peón de albañil, pintor, plomero y hasta encargado de mantenimiento de un motel, hasta que en 1986 le llegó la convocatoria para jugar en Primera: ser la voz líder de Los del Palmar. Y ahí jugó durante 12 años y registró nueve discos.
En 1999 se lanzó como solista, un año después grabó El Aguante y luego se convirtió en pionero del género en registrar un show en vivo, en el estadio cubierto de Unión de Santa Fe, al que decidió bautizar El Aguante continúa. Lo que vino después fue una explosión tropical que hoy lo posiciona como uno de los mayores referentes de la cumbia a nivel nacional. Al ser consultado por cómo convive con la fama, el cantante aclara: “El problema es más para la familia, que por ahí salimos o estamos disfrutando de algún momento o queremos ir a cenar y todos te vienen a saludar o a querer sacarse una foto. Eso le choca un poco a la familia, que la gente nos invada en esos momentos, pero a mí no me genera ningún problema, al contrario”. Por último, ante la pregunta de si está al tanto de la cantidad de memes que relacionan su figura y su música con la sed, el Máster responde al borde de la carcajada: “Sí, es un folclore que la verdad que las ocurrencias que tienen son terribles y nosotros nos hacemos el plato con todo lo que se ingenian para hacer. El tradicional del aguante y el que siempre me piden que se los diga es: «¡No puede tener tanta sed ese cuerpo, maestro!»”.
Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 24/06/23
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