Javier Malosetti acompañará a Mike Stern, reconocido guitarrista de jazz que se presentará este sábado 2 de marzo en el Galpón de la Música. “Además del orgullo, el honor y la alegría que me da, es un gran desafío”, asegura el bajista que integró durante años la banda del Flaco Spinetta.

El anuncio de la gira que traerá a Mike Stern a la Argentina fue ampliamente celebrado por los amantes locales del jazz. Y también por el bajista Javier Malosetti, quien invitado por el baterista Juan Chiavassa será uno de los integrantes de la formación que acompañará al virtuoso violero yanqui que tocó con leyendas de la talla de Miles Davis, Jaco Pastorius, Jim Hall y Arturo Sandoval entre otros. Leni Stern, en guitarra, canto y ngoni (mezcla de arpa y de laúd de origen africano) y Bob Franceschini, en saxo, completan la formación que paseará su música por Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Mar del Plata y por supuesto Rosario.

“Rosario es una ciudad muy musical y vengo a tocar desde hace millones de años, con todos los proyectos que armé, incluso con Luis. Rosario es tierra spinettiana si las hay, y lo disfruto mucho”, dice Javier Malosetti, hijo del reconocido guitarrista de jazz Walter Malosetti, en diálogo con el programa radial Poné la Pava, y se explaya: “Infinidad de veces toqué allí, conciertos al aire libre, en El Patio de la Madera. Muchos recuerdos, Rosario tiene mucho que ver con todos los músicos argentinos”.

—Les Luthiers estrenaba en Rosario porque decían que si el público aprobaba era una fija que iba a funcionar en otros lados. 

—Para ellos es una especie de cábala, ya lo hacen así y fue como una tradición de la banda. Lo cierto es que el público rosarino está muy bien entrenado porque hay artistas monumentales en Rosario, entonces es un público muy agudo y hay que hacer las cosas bien.

—¿Qué significa tocar con Mike Stern?

—Stern es un guitarrista ícono de la fusión, del jazz rock o como quisiéramos llamarle. Fue guitarrista de Miles Davis y tocó con Pastorius, con los Brecker Brothers, tocó con todo el mundo. No solamente en colaboraciones sino que sus propias bandas las formaron los grandes músicos que todos escuchamos. Por lo tanto, para mí significa un gran desafío, además del orgullo, el honor y la alegría que me da. Un desafío, un gran compromiso y una realización como músico también.

—¿Cómo te llega este convite?

—El baterista, Juan Chiavassa, es un músico argentino que está viviendo en Estados Unidos hace bastante tiempo y es el baterista de la banda “operativa” de Mike, un miembro estable de ese grupo, al igual que el saxofonista, Bob, que se toca todo, y la compañera de Mike, Leni Stern, que es guitarrista y también vocalista. Esos no cambian nunca pero el bajista es una figura, por lo que pude ver, que va cambiando, siempre hay bajistas distintos. Se ve que aprovechando que venían a la Argentina Juan le hizo escuchar cosas mías y se copó.

—¿El repertorio va a girar en torno al jazz o va a ir variando?

—Es todo música de distintas producciones de él. Composiciones de él concretamente, y creo que hay un blues clásico ahí cuando ya todo se relajó. Pero me parece que lo que está haciendo es como un paneo muy humilde de su discografía porque tiene música de distintos discos. 

—¿Va a haber bandas teloneras?

—Siempre hay teloneros. Es una gira bastante extensa, son como unos 12 conciertos en distintas partes del país y sé que en algunas hay alguien que abre los shows. La verdad que eso está muy bueno porque prepara al público, es como una entradita de la comida, pero además abre una puerta muy importante para los artistas locales. 

—Venís de una familia musical, podemos decir que no te quedaba otra…

—Sí, podría haber tomado otro camino, pero la verdad que las chances eran muy pocas, porque era la casa más copada del barrio. Todas eran casas comunes y en la mía había zapadas, éramos como los Locos Addams del barrio. Mi viejo hacía asados y caían los músicos, el trombonista sacaba el trombón por la ventana y ya entraban haciendo buoooom y sacando una damajuana. Era un delirio, el living era una sala de ensayos. Yo vivía con Kurt Cobain y señora, dos roqueros quemados (risas). Ahora lo agradezco y lo recuerdo con mucho cariño y con mucha gracia, pero eran muy vanguardistas. Mi viejo tenía libros de música con información que hoy encontrás en internet pero que en esa época no había nada, el acceso al conocimiento era muy difícil. Entonces fui muy afortunado. Siempre fui muy afortunado, como ahora con esto de formar la banda de Mike. Estuve en el lugar que tenía que estar, con el Luisito (Spinetta) también me pasó lo mismo y toqué en un trío con él. Siempre las cosas son así, se van concatenando, y más los músicos, tienen esa linda costumbre de la ramificación no solamente de los estilos, también de las culturas, de las edades, mezclarnos. Esa es la fusión, la mixtura, es lo que nos va a salvar.

—¿Siempre fue el bajo?

—No, es verdad, empecé con la batería y sigue estando acá conmigo todo el tiempo (la golpea en plena conversación telefónica). Y en un momento no sé qué pasó, porque la verdad es que otra vez no lo decidí yo. Como con la música, la verdad que no decidí nada, pero acá estoy al lado del bajo (lo hace sonar). Las cosas sucedieron de manera tan linda que, sí, decidí, pero fue algo muy dulce, no fueron decisiones violentas. ¿Qué quiero ser, cura o paracaidista?, la verdad que nunca pensé esas cosas. Había tanta buena música en mi casa, tantos discos buenos, guitarras clásicas, o de jazz, mi vieja tenía discos más cantados y mi viejo no tenía un puto disco cantado, eran todos burubububu,de punteos y de solos y de orquestaciones buenísimas, mi vieja tenía Bossa Nova, Frank Sinatra… Y me hice músico.

—¿Qué es lo primero que empezás a escuchar por tu cuenta?

—Mi hermana me lleva unos cuatro años y fue una gran influencia. No solamente ella sino los chabones con los que ella andaba, porque era de noviar mucho (risas). En esa época andábamos con los discos de aquí para allá, con un morral grande para que entren cinco, seis longplays, y parte del riguroso casting que tenía que pasar ese muchacho era dejar los discos. Entonces si salía con alguno medio rockero, me traían unos discos de Hendrix; otro me traía uno de Earth, Wind & Fire, que él bailaba eso, y bueno, los Beatles, que me acompañaron siempre a mí y a mi hermana. La cito siempre a mi hermana porque éramos los dos juntos disfrutando de la música, aparte al tener unos años más, tenía más acceso en la escuela a rock y otras cosas. En un momento trajo Abbey Road, después El lado oscuro de la luna, después A night at the Opera, de Queen, Led Zeppelin. Todo eso lo trajo mi querida hermana Laura. 

—¿Qué estás escuchando ahora? 

—Banco a muchos pero la verdad es que ya apagué el tocadiscos. Apagué el tocadiscos porque, desde mucho antes de que aparezca esta movida moderno-musical, ya veníamos perdiendo. Las notas son 12, y ya en el 1500 hacían unas cosas increíbles y en 1650 nació Bach. Ya las tocamos todas las notas, como se te ocurra, para adelante, para atrás, de a una, salteaditas, más rápido, más lento. Es como el cine: son inspiraciones sobre otras cosas que ya vimos. Igual ¡sigamos tocando! ¿Cómo no vamos a tocar? Y aplaudo con fascinación la movida que han logrado a nivel internacional unos guachos de menos de 25 años que nos representan más en el mundo que Astor Piazzolla, que Mercedes Sosa y que quien se te ocurra. Han llegado a un momento de penetración que nunca logró el arte de Argentina, así que ¡aguante!

—¿Cómo estás viviendo estos embates del gobierno de Milei contra la cultura en general y los artistas populares? 

—Todo el mundo sabe de qué lado me acuesto.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 24/02/24

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