Hay manos temblorosas descolgando las caras de los desaparecidos de la reja del juzgado.
Todas perpetuas.
Temblorosas están las manos pero nunca por el miedo, sino por el tiempo, la vejez que encuentra a guerreros y guerreras golpeados, mas nunca vencidos.
Es imposible claudicar cuando se lucha por la causa más noble posible: mantener en alto el ideal de hijxs, nietxs, padres, madres y abuelxs, que jamás bajaron la cabeza, ni ante el poder ni ante el fusil.
Y así de orgullosos están los pechos de sus descendientes, rojos los ojos del llanto, alta la cabeza de saber que están a la altura de su alcurnia.
Las manos temblorosas se aprietan con otras, se abrazan y lloran, y ya no tiemblan más.
Y a través de esa inexplicable magia del amor, vuelven al cuerpo los que ya no están.
Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 02/09/23
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