El documental Yo jugué con Dios repasa imágenes inéditas de Diego Maradona en las vecinas localidades bonaerenses de Oriente, De la Garma y Tres Arroyos en 1992. “Él estaba ahí como en Fiorito”, dice el creador del film, Raúl Papalardo.

“¡No le van a poner mi nombre!”. Diego Armando Maradona se sorprendió cuando el 25 de febrero de 1992, dirigentes del club Agrario del muy pequeño pueblo De la Garma (provincia de Buenos Aires) denominaron a su modesto estadio con su nombre y apellido. Fue el primero de tantos que vendrían después. Tras el doping positivo en el Nápoli y antes de jugar para el Sevilla, Maradona pasó unos días de descanso con su familia en el balneario Marisol, de Oriente. A los amistosos a beneficio que jugó en ambos pueblos, le sumó otro en Tres Arroyos. El Diego de esos días es el que rescata el documentalista Raúl Papalardo en Yo jugué con Dios, que se presentará el lunes 30 de octubre –a 63 años del nacimiento del Pelusa– en el auditorio de la Universidad Nacional del Sur de Bahía Blanca. 

Juntos a la mar

Raúl Papalardo vacacionó los últimos 4 años en el balneario Marisol, pero no sólo fue a disfrutar del mar y la arena. Hacía allí fue a seguir, con su cámara, las huellas imborrables que dejó Maradona tras su paso por el lugar y alrededores en el verano del 92, cuando llegó para despejar un poco la cabeza tras la suspensión por doping. “En esa época no había redes sociales ni celulares. Ahí había una tranquilidad como cuando estaba en Fiorito”, asegura el camarógrafo y documentalista. 

En sus estadías en la costa, cuando no estaba con la malla puesta, Raúl salía en busca de información: “Hablé con gente que lo recibió en su casa, que lo llevó a pescar. Así que me puse a hacer el documental, pero tranquilo. Fue un laburo de 4 años, la gente me dio un montón de material inédito, fotos. Tenía imágenes de Diego en Marisol, caminando, jugando a la pelota en lugares increíbles, en canchas imposibles de jugar hoy, siempre a beneficio de alguna institución. En un momento aflojé un poco y en el medio hubo pandemia. Pero cuando falleció Diego me dije que lo tenía que terminar”. Y ahí está el material de esos días maradonianos en un film de una hora y media.

El autor aclara que “lo que Maradona hizo futbolísticamente lo sabemos todos” y que “buscaba otra cosa. Mi teoría es que él estaba ahí como en Fiorito. Las nenas de él eran felices, jugaban afuera, en la vereda, nadie las jodía. No había periodistas. Y si los había, la gente le avisaba, lo cuidaba”. Y relata un altercado al respecto: “Una vez fue un periodista de Clarín y quiso sacarle fotos a las nenas. Cuando Diego lo ve, el periodista sale corriendo y se choca a la señora de la casa en la que estaba parando Diego, y se quebró la clavícula. Diego le hizo juicio al tipo”.

El camarógrafo y creador de varios documentales futboleros, revela que “mientras editaba el documental escuchaba la música que se escuchaba en la época. Porque editar no es sentarte y cortar imágenes, tenés que tener sentimientos. Había momentos en los que me largaba a llorar, porque no me lo bancaba, y me iba. Me corre sangre por las venas, no estaba haciendo el video de un casamiento”. Y añade: “Estuve filmando algo en Fiorito también, en la puerta de su casa. El documental es además una forma de defender a Diego, con sus contradicciones y con todo”.

Fútbol playa

Sin los kilómetros recorridos en mayo del 85 –cuando jugó 5 partidos en 15 días entre Nápoli y la Selección– Diego Maradona jugó en 5 días 3 partidos a beneficio en aquel verano: en Oriente el primero; después agarró la ruta 3 y llegó a De la Garma y finalmente en Tres Arroyos. Y como la solidaridad le brotaba de los poros, Diego “compraba las camisetas para esos partidos y como 100 entradas, todo para colaborar”, más allá de su presencia. La competitividad también le brotaba, según recuerda entre risas Papalardo: “Les decía que si ganaban los partidos les regalaba las camisetas, porque él quería ganar, no quería perder con nadie”.

En su paso por De la Garma dejó no sólo un recuerdo imborrable con su presencia, sino también la inauguración del estadio, el primero en el mundo que llevó su nombre. “Tengo todos esos videos, cuando saca la plaqueta, está con Claudia, el papá y la mamá, la voz de Diego súper emocionado porque dice, con esa humildad que lo caracterizaba, «no le van a poner mi nombre»”, cuenta el documentalista. Más tarde le llegarían reconocimientos similares de Argentinos Juniors, Nápoles, y el Único de la ciudad de La Plata.

Pero hacia allí no fue a un acto homenaje, fue a colaborar con el club Agrario para que pudiera recaudar fondos suficientes para construir vestuarios más grandes, tal como les exigía la Liga de Tres Arroyos para competir. “El Diego no podía jugar porque tenía un contrato con el Sevilla, pero jugó igual”.

Tres días después jugó en la cancha de El Nacional de Tres Arroyos. “Había como 10 mil personas. Con lo recaudado hicieron un centro de día, que sigue estando todavía, para los chicos con discapacidad”.

Tan en serio se tomaba el Diego esos partidos, comenta Raúl, que en una ocasión “había un fotógrafo de Oriente (Carlos Keler, que me dio mucho material) que estaba en el vestuario y en un momento Diego le dice: «Carlos, perdoname, pero tenés que salir, porque el vestuario es sagrado»”. 

El cineasta asegura que de todos los testimonios que recogió de la zona “nadie me habló mal de él”. Y recuerda otra de las escenas típicas de aquel momento: “Me contaban que tocaba timbre en alguna casa y decía «soy yo, Diego». Y caía con facturas. Siempre que iba a la casa de alguien llevaba algo para comer”.

Mi único héroe

“Diego es el argentino, el único tipo que nos dio alegría. Si no te emocionás con el gol a los ingleses, o cuando llora contra Italia, o con lo del doping… Messi es un fenómeno, pero le va a generar más cosas a mi hijo que a mí, porque es de otra época”, así define Raúl Papalardo su amor incondicional por Maradona.

Al respecto, afirma a sus 51 años que “todos sabemos lo que estábamos haciendo el día del gol a los ingleses, lo mismo cuando murió, o el día del doping. Alejandro Duchini tiene un libro que se llama Mi Diego que habla justamente de eso. Él también participa del documental”.

Autor de varios documentales ligados al deporte –como Baley, sobre el ex arquero; Yo, Tato, sobre el ex futbolista local Juan Carlos Zapata, con pasado en Platense y Banfield; El goleador eterno, sobre Salvador Pedro Cicchini, entre varios más–, Papalardo también jugó al fútbol en su juventud: “En Bahía Blanca jugué en Tiro Federal, en la reserva, y en otros clubes de la zona”, cuenta este ex lateral derecho. Se define como hincha de River, pero con peros: “No soy fanático. Es más, prefiero ir a ver Huracán porque soy menottista, me gusta Cappa. River no me genera mucho, me hice hincha de pibe porque mi viejo era de Boca y para hacerle la contra. Mi mamá era de Racing, y me parece que me identifico más con Racing que con River. Soy hincha de Tiro de Bahía”.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 28/10/23

¡Sumate y ampliá el arco informativo! Por 1000 pesos por mes recibí todos los días info destacada de Redacción Rosario por correo electrónico, y los sábados, en tu casa, el semanario El Eslabón. Para suscribirte, contactanos por Whatsapp.

Más notas relacionadas
Más por Santiago Garat y Facundo Paredes
  • Central empató ante Caracas en Venezuela

    El Canaya igualó 1-1 en su visita a Caracas, en el marco de la 3ra. fecha del grupo G de l
  • Club de lecturas

    En el marco del Día del Libro, Argentino obsequió obras de Fontanarrosa a capitanes rivale
  • Los siete Locos

    El Marcelo Bielsa de Newell’s, Vélez, Athletic Bilbao, Leeds United, y las selecciones de
Más en Deportes

Dejá un comentario

Sugerencia

Docentes van a la paritaria por una propuesta salarial digna

Este lunes a las 16, los gremios del magisterio se vuelven a reunir con el gobierno provin