Con inusual consenso social –al menos por ahora– Milei aplica políticas de dolor y sufrimiento popular que La Nación+ llama “ajustazo”, porque la gente las votó con entusiasmo y era “el único camino”.

El ministro de Economía, Luis Caputo, anunció el martes que para bajar la inflación y la pobreza primero hay que subirlas. La señal televisiva La Nación +, que no es un medio de comunicación de izquierda, consideró el paquete de medidas como un “ajustazo”. ¿Se convirtió el canal que acompañó la candidatura presidencial de Patricia Bullrich, y luego la de Javier Milei, en un medio opositor? No. Que LN+ llame “ajustazo” al ajustazo se explica porque por primera vez en la historia reciente de la Argentina “la miseria planificada” que el periodista Rodolfo Walsh denunció en 1977 –hoy sería considerado un timorato– tiene consenso social.

Lo dijo el propio Caputo en el video de anuncio de las 10 medidas del ajuste sobre la clase media y los sectores populares, que no tocan a “la casta”, al señalar que busca “resolver nuestro problema de adicción al déficit fiscal”.

“Hoy esto representa una oportunidad para todos porque es la primera vez en más de 100 años, que llega al gobierno un candidato que explica esto, que la gente lo entiende y lo votó muy mayoritariamente”.

El ex secretario de Finanzas de la presidencia de Mauricio Macri agregó: “Cuando yo era chico, por muchos años hubo siempre candidatos que intentaron explicar esto, pero nunca tuvieron más del 5 o 6 por ciento de votos”.

La irrupción de Milei en el mundo de la política trajo como novedad la ruptura de ese sino de los candidatos neoliberales –antes conocidos como liberales– al encontrar adherentes a la promesa de sufrimiento y dolor, como un martirio deseado.

Carlos Menem prometió en campaña la revolución industrial y el salariazo antes de iniciar la segunda etapa de ajuste neoliberal –la primera fue en dictadura–, con características muy similares a las propuestas por Milei. Es decir, debió mentir sobre sus propósitos para obtener la voluntad de los votantes.

Mauricio Macri aseguró en campaña que nadie iba a perder lo que tenía, que la inflación no iba ser un problema en su gobierno, y luego recortó derechos, incrementó la pobreza y duplicó el índice de precios al consumidor en cuatro años. Escondió las barajas.

Eso cambió. Y en el video del martes, Caputo, que ya fue funcionario de Macri, ahora se sale de la vaina al advertir que podrá podar con consenso social. Como se trata de practicar la escamonda sobre plantas en avanzado estado de sequedad, la duda que queda flotando es por cuánto tiempo los que hoy aceptan el martirio se sentirán a gusto con esos tormentos.

“Hoy estamos ante una oportunidad histórica porque finalmente un candidato logró una mayoría absoluta y que la sociedad entendiera que ése es el problema”, leyó Caputo.

El problema que parece resuelto, dijo, es que la gente “entendiera que no hay más plata, que no se puede seguir gastando más de lo que recaudamos”.

“Para solucionar este problema voy a proceder a leerles las medidas que componen este paquete de urgencia, cuya finalidad es neutralizar la crisis y lograr estabilizar las variables económicas”, completó, para luego enumerar sus diez mandamientos, que por ahora representan un ajuste ortodoxo clásico.

¿Inevitable?

¿El ajuste de las cuentas públicas era inevitable? Hay un consenso mayoritario al respecto, incluso en economistas “progresistas”, tras años de consignas sobre el tamaño del Estado y su presunta ineficiencia, a pesar de la delgadez que exhibe desde los años 90.

El propio Sergio Massa, que preparaba un ajuste, explicó durante la campaña que los 21 mil millones de dólares de la cosecha perdida en 2023 por la sequía estarían disponibles el próximo año, y todo indica que la producción agrícola superará las previsiones.

También dijo Massa que se preveía un ahorro de unos 9 mil millones de dólares en importaciones energéticas por las obras del gasoducto Néstor Kirchner. ¿Era inevitable entonces un ajuste? Argentina requiere un plan de desarrollo para hacer un uso inteligente, nacional y colectivo de sus recursos.

¿El que aplica La Libertad Avanza macrificada es el “único” camino? No, en ese punto existen divergencias, aún entre los economistas ortodoxos.

La “necesidad” de cambio no habilita “cualquier” cambio. Se puede cambiar para peor. La brusca devaluación del peso decidida por el gobierno –la más brutal desde la salida de la convertibilidad– representa una enorme transferencia de recursos desde los sectores de ingresos fijos (trabajadores, jubilados, etc) al capital, fundamentalmente al sector agroexportador, porque la industria no se la verá bien con el dólar altísimo más impuestos para las importaciones y las retenciones a las exportaciones.

Como está combinada con el aumento de precios vía recorte de subsidios a servicios públicos como le energía eléctrica, el gas y el agua potable; la “liberación” de los combustibles y el congelamiento de algunos ingresos, el efecto inflacionario será muy significativo y recesivo, como el mismo Gobierno lo anuncia. ¿Servirá entonces la megadevaluación con alta inflación para llegar hasta la liquidación de dólares de la cosecha en abril, o sobrevendrá una nueva devaluación?

No un economista de izquierda sino quien fue candidato a ministro de Economía de Bullrich, Carlos Melconián, opinó que las medidas anunciadas por Caputo significan “cambiar la motosierra por la licuadora”, en el sentido de que la megadevaluación busca licuar una serie de “gastos” que el Estado paga en pesos.

“Es un ajuste ortodoxo clásico. Más allá de que busca el equilibrio fiscal, primero primario y luego financiero, se canjeó la motosierra por la licuadora. La pregunta central de lo anunciado hasta acá es hasta dónde llega la inflación, hasta dónde la recesión”, dijo el economista de la Fundación Mediterránea.

Melconián se mostró “preocupado por la inflación, porque va a venir por arriba de lo que me imaginaba. No imaginaba este saque cambiario”.

La palabra

El mayor logro, hasta el momento, del tándem Macri-Milei es en el plano discursivo, el del sentido común. Con tiempo, parte de los medios de comunicación más relevantes a su favor, un intenso trabajo en redes sociales y la complicidad del propio gobierno de Alberto Fernández, construyó la idea de la inviabilidad de cualquier otra perspectiva que no fuera el ajuste neoliberal, que ha fracasado en la Argentina.

La emergencia política de Milei fue, entre otros factores, consecuencia del fracaso de las opciones neoliberales y nacional popular que encarnaron los gobiernos de Macri y Fernández.

Sin embargo, ahora el líder de la LLA abandonó la retórica contra la casta y los privilegios de los políticos, para generar un gobierno de coalición con un sector del PRO de Macri y proponer un ajuste neoliberal clásico.

Las medidas anunciadas por Caputo representan un golpe a la clase media y a los sectores populares de menores ingresos. A la casta ni cabida. La reducción de ministerios, secretarías y algunos gastos operativos no alcanzan, siquiera, a una señal simbólica por su escasa significación.

Una hipótesis en danza –nada nueva, por cierto– apunta que el Gobierno exagera la “herencia recibida” con el fin de justificar las medidas que, como se dijo, cuentan al menos por ahora con consenso social.

En su discurso de asunción, Milei expresó una cantidad de inexactitudes que abonan esa hipótesis. La más descabellada fue la de que existe una “inflación plantada” de 15.000 por ciento anual, producto de un ejercicio de extrapolación teórica de la situación que provocó el denominado “Rodrigazo” en 1975 y del pago de los pasivos remunerados del Banco Central (las Leliqs).

Los diarios Clarín y La Nación consultaron a economistas ortodoxos que consideraron irreal el planteo presidencial.

Uno de ellos, Gabriel Caamaño, de la consultora Ledesma, sostuvo que “los números claramente tienen un fin político para justificar las políticas que se van a tomar”.

El propio Milei dijo en su discurso que “no hay otra solución que el ajuste”, como Carlos Menem planteó en el momento de su reelección: “Soy yo o el caos”.

La exageración de la situación real y el fantasma de una hiper del 15 mil por ciento anual pueden servir para suavizar en términos simbólicos las consecuencias del ajuste tanto en inflación como en recesión, es decir, la anunciada estanflación.

Si el alza de precios iba a correr al 15.000 anual, que fuera de 3.000 sería un logro. Pero pareciera que no hay cuero que lo aguante.

Impuestazo

Las medidas anunciadas por el ministro Caputo suponen –al menos en las planillas– un recorte del déficit fiscal de 5,1 por ciento del PIB (Producto Interno Bruto) para 2024.

Lo llamativo es que de esos 5 puntos, sólo 2,9 corresponden a reducción del gasto, mientras que los otros 2,2 puntos provendrían de aumento de los ingresos por vía impositiva, lo opuesto al credo de Milei.

Aumentar impuestos no era la propuesta que Milei ofreció y sus seguidores votaron, sino justamente la contraria. Pero el principio de realidad suele imponerse a la hora de gobernar.

Foto: Jorge Contrera | El Eslabón/Redacción Rosario

Para incrementar los recursos del Estado –sí, ese que nos ponía una pistola en la cabeza para cobrarnos impuestos–, Caputo anunció el aumento del impuesto País al dólar por 12 meses (lo que supondría recaudar un 0,8 del PIB); estableció retenciones adicionales de un 15 por ciento (para productos industriales, sin afectar al agro, por 0,5 del PIB); plantea revertir la eliminación del impuesto a las Ganancias para la cuarta categoría (0,4 por ciento del PIB) y una moratoria-blanqueo por el que piensa incrementar los recursos públicos en 0,5 el PIB. Es decir, un impuestazo.

La parte más dolorosa, la del recorte de gastos, incluye la reducción de 0,4 puntos del PBI en el sistema previsional (jubilaciones y pensiones); 0,7 en subsidios económicos (aumento de la luz, el gas y el transporte); igual porcentaje en gastos de capital; 0,5 en transferencias a las provincias y 0,4 del PIB en reducción de programas sociales “con intermediarios”.

Este último punto supone congelar a valores de 2023 el Salario Social Complementario –conocido como Potenciar Trabajo–, que consiste en el pago de 78.000 pesos a quienes realicen algún tipo de contraprestación, y que en los hechos opera como un complemento de ingresos a quienes realizan changas o tareas informales, como la recolección de cartón. Sobre ellos caerá una parte del ajuste, cuyas consecuencias no pueden adelantarse.

La reversión de la eliminación del impuesto a las Ganancias supondrá un golpe a buena parte de los votantes de Milei, trabajadores con ingresos altos en relación a la media de las remuneraciones reales.

Para eso, el Gobierno necesita modificar una ley en el Congreso, puesto que Massa mandó al Parlamento la medida, que fue aprobada. Milei confía en que los gobernadores, que se vieron afectados por esa caída de la recaudación que es coparticipable, disciplinen a sus diputados y senadores para volver a gravar los salarios con Ganancias.

El bloque de Milei en Diputados –que él mismo integró hasta el 10 de diciembre– votó a favor de la eliminación de Ganancias, bajo la doctrina de que los impuestos son malos, como la existencia del Estado. En dos meses no cambió de ideología, sino que dejó de ser diputado para convertirse en presidente.

Del mismo modo que las horribles retenciones que ponen el pie encima a la producción –cuando, en realidad, se trata de un instrumento de política económica para el desacople de precios internacionales de los locales en productos de consumo interno– no fueron dadas de baja, sino incrementadas por Caputo para la producción industrial, que ya conoce el modelo de Macri para el sector.

Confianza mercantil

El titular del Palacio de Hacienda dijo luego en una entrevista con la señal de cable del Grupo Clarín que “las medidas son transitorias y los impuestos no se van a quedar a vivir”. Se verá con el correr del tiempo y los resultados. Domingo Cavallo también creó el Impuesto al Cheque por tres meses y se quedó a vivir.

Para Caputo, el suyo “es un programa de estabilización de manual. Shock fiscal, shock cambiario y una política monetaria creíble, y los mercados confiaron”.

Insistió en el camino único: “Estamos evitando una catástrofe, y lo que estamos haciendo es lo único y lo mejor que se puede hacer. Esta vez el esfuerzo que va a hacer la gente, va a rendir frutos”, prometió.

En materia de compensación por la miseria planificada que promete, el Gobierno anunció un incremento del 50 por ciento del valor de la tarjeta Alimentar (alimentos para subsistencia) y del 100 por ciento de la Asignación Universal por Hijos.

Esos programas llegan a 2,5 millones de los 5 millones de hogares bajo la línea estadística de la pobreza del país. No se brindaron precisiones por cuánto tiempo regirá el aumento, aunque se prevé una inflación de entre 70 y 80 puntos para los primeros tres meses del año. Como dijo Melconián, cambiaron motosierra por licuadora.

Al cierre de esta edición, Caputo dijo que el Gobierno buscará modificar la fórmula para calcular la actualización de las jubilaciones y pensiones. En realidad, planteó que eliminará la actual y sugirió que los aumentos quedarían a merced de decisiones del Poder Ejecutivo.

Tal es la magnitud del ajuste, que supera ampliamente las demandas del Fondo Monetario Internacional (FMI), que reclamaba déficit cero recién para 2026.

En un comunicado, el organismo saludó las medidas anunciadas por Caputo y dijo que están destinadas a “mejorar significativamente las finanzas públicas de forma que se proteja a los más vulnerables de la sociedad” y “reforzar el régimen cambiario”.

Proteger a los más vulnerables con una devaluación del 110 por ciento, disparada de precios, quita de subsidios a los servicios y congelamiento de parte de la ayuda social es una manera novedosa de custodia de los desprotegidos.

La directora del FMI, Kristalina Georgieva, apoyó las decisiones del nuevo Gobierno y consideró que se trata de “un paso importante hacia el restablecimiento de la estabilidad y la reconstrucción del potencial económico del país”.

Que “no hay plata” es una consigna consistente, si no fuera porque la habrá para el sector exportador que de un día para el otro amaneció con un dólar a 800 pesos, y al parecer para los importadores que mantienen deuda con sus casas matrices o proveedores por mercadería ya entregada, a quienes el Banco Central de la República Argentina (que no se cierra ni se dinamita, al menos por ahora) les ofreció un título llamado Bono para la Reconstrucción de una Argentina Libre (Bopreal) al que entran en pesos pero cobrarán en dólares billetes en octubre de 2027, y con una tasa de interés en divisas del 5 por ciento anual. Algo de plata habrá.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 16/12/23

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