La editorial de la Universidad Nacional de Rosario publicó este verano La era social, Breve analítica del concepto justicialista de trabajo (UNR Editora, 2023) que reúne ensayos de distintos autores, docentes e investigadores que retoman las tesis doctrinarias de Perón y los pensadores del peronismo del periodo fundacional, pero en clave de contemporaneidad y, sobre todo, de futuridad. “La emergencia del justicialismo es interpretada como la llegada de la hora social. El pensamiento peronista, que surge desde la práctica, es un paradigma civilizatorio que emerge en un tiempo histórico de mucha incertidumbre, que surge desde la América del sur como alternativa al capitalismo liberal y al colectivismo soviético. El peronismo instaura una revolución, heredera de la francesa y de la rusa pero con la virtud de que a diferencia de la francesa y la rusa, el peronismo no necesitó violencia ni sangre, y esa revolución instaura el principio de lo social”, introdujo Roy Williams, politólogo, docente universitario e investigador a cargo de la compilación del libro en el que escriben José Ignacio Agostini, Miguel Ángel Barrios, Ludmila Girola, Emilce Cuda, Matías Dalla Fontana, Carlos Pancho Gaitán, Dionela Guidi, Sebastián Iglesias, Daniel Naya, María Eugenia Ruíz Martínez, Sofía Vasallo y Leopoldo Frenkel, a cargo de la presentación.

Estos autores y autoras reactualizan conceptos centrales de la obra concebida por Juan Domingo Perón, como por ejemplo, la comunidad organizada, que aspira al perfecto equilibrio entre la libertad, la propiedad, el trabajo y el capital; la concepción integral del trabajo en sus aspectos filosófico, político y social; el rol de los sindicatos y de las organizaciones libres del pueblo, soberanía e identidad nacional, y la noción del hombre vertical, espiritual y trascendente. Ahora bien, todos estos principios que conformaron en la teoría y en la práctica un modelo argentino, cristiano, humanista, revolucionario y democratico en el siglo XX, ¿qué vigencia conservan en la Argentina experimental del anarcocapitalismo? En medio de una crisis económica, social y de representación política sin precedentes, con una composición de la clase obrera mayoritariamente informal y precarizada, ¿qué lugar ocupan hoy el movimiento obrero organizado y las organizaciones frente a la pérdida de derechos sociales? ¿Es posible recuperar la noción del trabajo como una experiencia humana transformadora y solidaria? ¿Qué hay de la premisa justicialista de realizarse en una comunidad que se realiza, frente al paradigma posmoderno del individuo aislado? Frente a estos dilemas, La era social recupera y reactualiza una conceptualización política para el porvenir.

“Lo que yo trato de marcar en mi artículo y en el espíritu general del libro, es que la era social contiene en el trabajador un principio de ciudadanía. Cuando Perón dice que no existe otra clase que la de los que trabajan trata de construir una ciudadanía comunitaria. El ser en común es un patrón que tiene centralidad en los años 40, 50 y durante la resistencia, pero después, con la revolución de la técnica, empieza a mudar y plantear nuevos horizontes, por eso este trabajo es una matriz para pensar esa ciudadanía comunitaria en el siglo XXI”, resumió Williams, sobre la propuesta del libro, en diálogo con el eslabón. Además, frente al fracaso del proyecto globalizador del capital financiero, del que son subsidiarios los regímenes demoliberales tanto progresistas como conservadores, La era social nos anticipa que en un mundo multipolar, en el que vuelven a resurgir los nacionalismos proteccionistas, también “vuelve a instalarse con fuerza la idea de lo comunitario, de la comunidad como modo de pensar el ordenamiento de lo social dentro del trabajo”.

—¿En qué consiste ese retorno de la teoría a lo comunitario? 

—Es justamente lo que se está pensando en las filosofías políticas contemporáneas: cuál es el rol de la comunidad. Hoy es muy difícil pensar en una clase, y las miradas que se basan exclusivamente en el individuo también han llegado a su límite, han fracasado. La comunidad siempre ha sido pensada como un subproducto de la sociedad, como algo pre moderno. Entre comunidad y sociedad hay una relación jerárquica, pareciera que la sociedad es el producto final y que la comunidad anida lo irracional, lo afectivo, los vínculos más primordiales. Sin embargo hay un movimiento muy importante de la filosofía política francesa e italiana de los últimos 30 años, sobre todo después de la caída del comunismo y la posterior expansión de la economía del mercado que plantea volver al ideal comunitario que subyace a la experiencia fallida del comunismo, es decir, lo comunitario no estalinista. Hoy hay una reivindicación de lo comunitario que viene más de la filosofía política a partir de lo que las democracias liberales no pudieron resolver, y Perón veía eso, que en esos modelos comunitarios se procesan mucho mejor los conflictos y terminan siendo más eficaces a la hora de construir procesos democráticos, procesos comunitarios de la periferia que están más centrados en la idea de pueblo que en la de clase. Este libro, que es de historia política, intenta dar luz sobre las instituciones y las respuestas que generó el peronismo hasta el 73. Ahora estamos sostenidos en un paradigma liberal, pero si no comprendemos que la revolución que se viene implica una transformación de las instituciones probablemente esas instituciones se tornen obsoletas, anacrónicas.

—En esas transformaciones, ¿no quedó desdibujado el trabajador como sujeto histórico del peronismo?

—El trabajador como arquetipo es de lo que han adolecido los nacionalismos sociales del siglo XXI porque no tienen un patrón de ciudadanía. Si te fijás, no hay arquetipos antropológicos ciudadanos, tal vez con la excepción de Bolivia, pero en general los patrones de ciudadanía se midieron mucho según el consumo, el bienestar de una ciudadanía y de las clases medias según parámetros de consumo, pero quedó en evidencia que ese criterio para definir el crecimiento de una sociedad no funciona cuando los indicadores económicos empiezan a decaer. Y es muy interesante en el caso del peronismo, porque cuando uno se acerca a la idea de trabajo del peronismo, si bien el arquetipo es el de trabajador industrial, Perón da una definición muy fuerte cuando dice que trabajador es esencialmente toda persona que ejerce una labor socialmente útil para su comunidad, que reproduce virtuosamente su comunidad. Para el peronismo el obrero constituye el punto de partida y de llegada de lo nacional, siempre que su labor participe virtuosamente en el desenvolvimiento histórico del ser en común.

Roy Williams, politicólogo, docente e investigador universitario
El docente e investigador universitario Roy Williams. Foto: Jorge Contrera / El Eslabón / Redacción Rosario

—Varios ensayos están dedicados al sindicalismo y las organizaciones sociales como el gran legado del peronismo, ¿qué respuestas sigue dando el movimiento obrero organizado?

—Hay un germen democrático social que ha sido exitoso en el marco de la segunda mitad del siglo XX, y al día de hoy en la Argentina el sindicalismo y las organizaciones sociales siguen siendo un interlocutor central y estabilizador, a diferencia de los partidos políticos que en los últimos 30 años han sufrido pérdida de la identidad y alejamiento de sus bases, pero el sindicalismo sigue dando respuesta a fenómenos críticos de lo social. Cuando se potencian los procesos neoliberales en la región, el primer actor que se trata de desestabilizar es el obrero. En ese sentido, la idea del libro es poder responder o dar una contra respuesta a un sentido común que se ha instalado de desprestigio al trabajador o a la forma organizativa del trabajador, una crítica injusta que se ha extendido en los medios de comunicación con intención de deslegitimar a los trabajadores.

—Por otra parte, ¿no te parece que hay una confusión instalada sobre un peronismo estatizador o estatista compulsivo?

—El relato estatista o estatizador del peronismo contemporáneo se refuerza frente al minarquismo, o a las posiciones extremas de los liberales libertarios que pretenden un Estado reducido en su mínima expresión. Pero, por ejemplo, en La comunidad organizada no aparece el Estado. Para correrse de las concepciones fascistas del Estado, del Estado totalitario, el peronismo establece como una respuesta integral a la problemática del siglo XX, planteando que se trata de construir horizontes sostenidos en la legitimidad de las organizaciones libres del pueblo como figuras de empoderamiento. El Estado tiene un rol instrumental, es la idea del Estado árbitro, porque el Estado no es un fin en sí mismo. En el peronismo, la centralidad del Estado es entendida como herramienta de transformación, pero no es más importante que las organizaciones libres del pueblo.

—Uno de los aspectos más originales de la filosofía peronista, y que está documentado en el libro también, es la incorporación del principio de trascendencia, que contempla la dimensión espiritual de hombres y mujeres.

—En el pensamiento de Perón hay una articulación muy fuerte entre el rol central de los trabajadores, la era de los pueblos, de las multitudes del siglo 20, en relación al nuevo fenómeno que irrumpe que es la técnica, que implicó para el hombre una profunda crisis de valores que compromete su propia humanidad. Esto desajustó a las sociedades y demandó la necesidad de construir un nuevo vínculo entre los individuos y la comunidad. Para Perón, eso requería una respuesta integral. Daniel Naya resume que el pecado de origen de Perón fue la búsqueda de una sociedad basada en valores materiales y espirituales por fuera de los sistemas ideológicos hegemónicos, el liberalismo y el comunismo. Es decir, una cosmovisión nueva y un pensamiento situado, de la periferia de la América del sur, en el que el cristianismo y el humanismo son su esencia central. Entendiendo al hombre material pero también trascendente, espiritual. El paradigma del hombre integral que aspira a la plenitud y la felicidad: conocer, amar, servir en contraposición a los valores del liberalismo y la posmodernidad del hombre aislado que está llegando a su fin como paradigma.

—Guillermo Moreno viene diciendo que el mundo se está empezando a “peronizar” y los argentinos somos los únicos que hacemos presidente a un anarcocapitalista. ¿Será verdad que Perón espera en el futuro?

—Una de las hipótesis que manejo es que las preocupaciones de Perón son de índole geopolítica, y lo que él escribe lo escribe para el porvenir. Es un escritor que trata de configurar escenarios de contemporaneidad en el sentido de la evolución que él maneja. Hay una revolución pero que responde a un movimiento de evolución planetaria y en ese sentido lo que trata de bosquejar es un escenario de futuridad: si la humanidad está yendo por estos lugares, el peronismo da una respuesta dentro de estas posibilidades. Perón vio el momento en que se estaba desplegando la tercera revolución industrial y eso lo dice muy bien uno de los articulistas de La era social, Miguel Barrios: «Perón es un hombre de la segunda revolución industrial, ve algo de la tercera pero intuye el desenvolvimiento posterior de la cuarta». En lo social, el peronismo sigue dando respuestas, aun cuando la nueva situación global demanda nuevas respuestas también.

 

Nota publicada en el semanario El Eslabón del 17/02/24

 

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