El experimento anarcolibertario pone en riesgo la unidad nacional. Y el falso federalismo que consiste en alambrar o blindar provincias y regiones no puede ser la respuesta al intento de cumplir aquel viejo plan británico.

Desde los tiempos en que Juan Manuel de Rosas privilegiaba la unidad nacional por sobre la “organización nacional” que pregonaban los unitarios escondiendo su verdadera intención de un país sin provincias ni caudillos, la Argentina no vivía un momento histórico de tensión tal que ponga en peligro la unidad territorial y política de la Nación.

El mitrismo ganador en Pavón derramó su veneno desde una Capital Federal que de federal nada tenía, pero el andamiaje de la unidad territorial –siempre en disputa, primero por los intereses británicos y luego los yanquis– se mantuvo, especialmente por la llegada, en el siglo XX, del peronismo, que tuvo en su génesis un proyecto de Nación integrada, ampliando la mirada federal desde su origen sólo conceptual a los márgenes de toda la Argentina. Allí donde apenas había territorios se consagraron provincias, donde la Patria estaba desguarnecida se reforzaron las fronteras, sin descuidar la idea continentalista. En síntesis, se pensó una Argentina integrada, con justicia social, en la que los estados provinciales más ricos acudían en ayuda de los menos favorecidos por sus riquezas naturales.

La mirada liberal, que anida no sólo en las fuerzas conservadoras sino también en los movimientos nacionales como la Unión Cívica Radical y en los internacionalistas, como la izquierda, siempre tuvieron el mismo comportamiento: o se desentendieron del resguardo de la integridad territorial e institucional o militaron abiertamente contra ambas.

A finales del siglo pasado, la reforma constitucional que pactaron Raúl Alfonsín y Carlos Menem incorporó elementos que conspiran contra esa concepción de unidad nacional: el estatus de ciudad autónoma que se le concedió a la Capital Federal, permitiendo que su gobierno fuera elegido por el voto “democrático”, rompió con la tradición de que fuera el Presidente quien eligiera quién se ponía al mando del único territorio que podía considerarse propio de la Nación y a la vez constituía la cabecera del país federal. Un Presidente sin fuerza de seguridad propia, sin territorio propio, con el riesgo de tener a un adversario gobernando, con todo lo que ello conlleva, fue lo que asomó de las entrañas de esa reforma, que fue avalada por el peronismo en su conjunto, menemista y no menemista, como Cristina Fernández de Kirchner, quien fue convencional.

Al “provincializarla”, la ciudad más gorila de la Argentina –en sus versiones liberales progresistas o conservadoras– pasó a tener un peso que antes no tenía, y está a la vista que desde 1996 a la fecha nunca fue gobernada por el peronismo, con la excepción del peronista sui generis Jorge Telerman cuando reemplazó al destituido Aníbal Ibarra. El calvo dirigente terminó siendo un acérrimo funcionario del macrismo, que desde la caída del ex fiscal del juicio a las juntas viene gobernando en forma ininterrumpida.

El otro instrumento innovador de la reforma de 1994 fue el balotaje o segunda vuelta electoral, que había sido introducido por el dictador Alejandro Lanusse en los comicios de 1973 como una forma de debilitar las chances de retorno del peronismo al poder. En la Argentina, el balotaje obliga al movimiento nacional a ganar en primera vuelta, porque los hechos han demostrado que en segundos comicios las fuerzas antinacionales se unen para impedir que gobierne el peronismo.

Por último, el régimen de coparticipación federal quedó atado y congelado en la práctica, al adquirir rango constitucional el método de reparto, que sólo podría ser modificado por el voto unánime de todas las provincias. Algo imposible, porque en la práctica ningún Estado provincial jamás correrá el riesgo de resignar recursos en pos de un cambio en el régimen de distribución de los mismos.

El poder que le fue otorgado a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) pronto fungió en competencia desleal con las provincias, principalmente con la de Buenos Aires. Sus reclamos autónomos en cuanto a contar con una fuerza de seguridad propia –con la consiguiente transferencia de recursos–, una coparticipación privilegiada y la incidencia fiscal que comenzó a tener para su provecho la radicación de las casas matrices de todas las empresas del país, la colocaron como un foco de poder amenazador, transformándose en el territorio más rico en muchos sentidos, a la par que el menos productivo en términos de Producto Bruto Interno. Los tributos, servicios, la contratación de seguros de las grandes compañías locales y multinacionales, para todas las sucursales del país se vuelcan en la CABA, y la mayor planta de empleados de esas empresas se contabiliza allí.

Las inevitables compensaciones a la provincia de Buenos Aires, producto de su gigantesca dimensión demográfica, sumada a la quita de recursos que Alfonsín practicó en su gobierno aprovechando que el gobernador era el radical Alejandro Armendáriz, comenzaron a generar que el resto de las provincias percibieran que el nudo gordiano a desatar era ése y no la parasitaria CABA.

Córdoba, Santa Fe, Mendoza y las provincias petroleras patagónicas comenzaron a alambrar sus territorios en diferentes sentidos. En lo político, confrontando con el poder central en forma indistinta, no importando si se trataba de un gobierno que consolidara desarrollo y crecimiento sustentables e integradores o uno neoliberal que se desentendiera del destino de las provincias. En lo económico, los gobiernos provinciales de cualquier signo establecieron sus alianzas con los factores de poder locales más concentrados, presumiendo que los mismos les darían sustento a sus proyectos, sin advertir que ese poder económico sólo piensa en su rentabilidad, desentendiéndose de cualquier modelo de crecimiento con justicia, que es lo que mantiene en el poder a un gobernante.

Foto: Raúl Ferrari | Télam

El resultado está a la vista. Por primera vez en más de un siglo y medio, las voces de algunos mandatarios se alzaron para decir que podrían escindirse de la Nación. Alfredo Cornejo, en 2020, durante su primer mandato como gobernador de Mendoza, se despachó con la idea del “MendoExit”, en clara alusión al Brexit, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. El medio que expresa como ninguno los intereses de la embajada norteamericana, tomando esa iniciativa, llegó a titular: “MendoExit, los antecedentes que apuntalan la idea de Alfredo Cornejo de convertir a Mendoza en un país independiente”.

El peligro para la unidad nacional de la extensión de un discurso de tal naturaleza se potenció con la llegada del experimento anarcolibertario de Javier Milei, en sociedad con la fuerza neoliberal creada por Mauricio Macri.

Ambas vertientes del capitalismo financiero transnacional ponen en virtual discusión la integridad territorial de la Argentina. Una guerra entre el Estado nacional y las provincias por los recursos económicos y financieros se ha desatado por la impericia y el desquicio de un sujeto que no está preparado para gobernar tan siquiera a sus perros mastines y el irresponsable acompañamiento de la escoria financiera ludópata, que sólo ve una nueva oportunidad de tirarse una fichas en el gran casino en que han convertido al Banco Central y el Tesoro nacional.

El liberalismo en todas sus facetas ha cotizado a la Argentina en términos económico financieros. El país vale tanto. Por el petróleo, el gas, el litio, la agroexportación, el valor llave en mano es X. Con ese criterio, cada provincia que cuente con alguno de esos recursos empieza a pensarse a sí misma como una isla, y en tal caso si esos recursos exceden a ese Estado provincial, el razonamiento es regional, como el caso del sur, el NOA y la Región Centro. Chau Nación. Y está claro que no hay provincias sin Nación y viceversa.

Restaurar la idea de la unidad nacional, con la fragmentación política a la cual condujo la derrota del campo nacional durante la dictadura –de la que en cuatro décadas no terminó de recuperarse– será una tarea ciclópea, y la falta de cuadros jóvenes que asuman ese desafío debería ser el principal motivo de preocupación para la dirigencia del peronismo y del movimiento obrero organizado.

La militancia de organizaciones que han demostrado tener un carácter superestructural y Estado dependiente y la que surgió en el último trienio de la mano del ex secretario de Comercio Guillermo Moreno, que asimila lo peor de los grupos religiosos sectarios, pregonando –peronómetro en mano– una doctrina pura y dura, no parecen ser los mejores predicadores para convencer a las legiones de jóvenes que se irán incorporando a la política tras las desilusiones en cascada que representaron los gobiernos de Macri, Albert F. y la que sobrevendrá luego del actual desquicio.

Sustentabilidad del experimento anarcolibertario

Lo paradójico es que el excéntrico y criminal experimento anarcolibertario mezclado con lo más rancio del capitalismo financiero no muestran signos de vigor sustentable, y más bien parece profundizar la fosa en que más tarde o más temprano será enterrado.

La caída de la recaudación y las proyecciones financieras para los próximos meses no podría ser peor. Un informe publicado por Infobae el pasado jueves 22 de febrero indica que la recaudación cayó 33 por ciento entre el 1° y 19 de ese mes comparado con el mismo período de enero.

Hay dos aspectos sugerentes en esa información: la primera es que salió de las propias entrañas del Ministerio de Economía; la segunda es que esas son cifras que Milei no puede atribuirle a nadie más que a su propia gestión.

El artículo del portal de noticias favorito de la embajada de EEUU lleva como título “Ajuste y recaudación: fuerte caída de los ingresos fiscales en las primeras semanas de febrero”. En la bajada atribuyen el panorama a dos factores: “Las cifras reflejan el desplome de las importaciones y el intenso uso de una estrategia habitual para muchas empresas: financiarse a través de la AFIP”.

Un rápido escaneo del informe debería poner los pelos de punta al más experimentado de los pilotos de tormentas económicas.

  • Los ingresos en materia de retenciones cayeron un 65 por ciento medido contra enero.
  • El impuesto que mejor se aprovecha de una inflación en ascenso es el IVA. Sin embargo, en las primeras semanas de febrero cayó un 40 por ciento.
  • El impuesto PAIS, tras el incremento decretado por Caputo, alcanza una merma del 14 por ciento. Infobae lo explica así: “Esa dinámica podría indicar no sólo un ajuste de los gastos en divisas de la población sino, esencialmente, una caída de las importaciones destinadas a la producción y también al consumo”.
  • Aunque el impuesto a las Ganancias está determinado por las fechas en que vence, según el informe de Economía publicado por Infobae señala que se contrajo 48 por ciento.
  • Los aportes y contribuciones a la seguridad social cayeron 31 por ciento.

La teoría de que este desastre está planificado para llegar lo más rápido posible a un esquema de dolarización confronta con quienes señalan que son las señales de un colapso inevitable, debido a las consecuencias sociales que un ajuste de esta envergadura ya está produciendo y las que se esperan si esto se agrava. Probablemente una y otra sean complementarias, y el estallido se produzca en el preciso instante en que para Milei la cena esté servida y lista para ser devorada.

Mientras tanto, el ahora exclusivamente digital periódico Ámbito Financiero se dedicó a la clásica barrida entre analistas del área para visualizar pronósticos del plan que ensaya Luis Toto Caputo.

Foto: Jorge Contrera | El Eslabón/Redacción Rosario

Es interesante porque el sitio especializado en negocios financieros tituló atribuyendo el programa directamente al Presidente: “Dólar, inflación y «llegar al invierno»: los escenarios de sale bien o sale mal del plan de Javier Milei”.

“El aire que se respira es tenso pero todavía amigable”, arranca Ámbito. Y sigue así: “Pareciera que bajó la espuma del entusiasmo, y a pesar de algunos buenos resultados que logró mostrar el gobierno de La Libertad Avanza (LLA), prima la cautela, sobre todo ahora que se acerca marzo, comienzo de clases (¿?), tarifazos y la calle se recalienta aún más”. El artículo fue publicado antes de que sólo 8 de las provincias pudieran comenzar el ciclo lectivo.

El periódico fundado por el fallecido Julio Ramos sostiene que “al decir del mercado, la economía está afrontando el shock cambiario, el shock fiscal y el shock inflacionario y la actividad está nocaut”, y añade más leña al fogón: “Varios reconocidos researchs criollos reajustaron la estimación del PIB de este año más a la baja, por encima del 4 por ciento”.

Ámbito, para sintetizar, reveló que “muchos se preguntan sobre los límites sociales del ajuste ortodoxo del Gobierno, ya que se han sufrido dos ajustes cambiarios (el dólar oficial acumula casi 350 por ciento de suba interanual en enero) y las velocidades del resto de los precios de la economía deberían ir emparejándose. Al respecto, destacan que la Canasta Básica Total (CBT) ya trepó en el mismo período casi 270 por ciento y los salarios ni 160 por ciento”.

En este experimento que llevan adelante un timbero y un devoto de teorías económicas marginales, millones ya no comen, decenas de miles no reciben sus medicamentos oncológicos, y en Olivos y la Rosada se siguen celebrando presuntos logros económicos. ¿Qué podría malir sal?, diría un cómico de streaming.

La política de agujerear el casco del barco

Milei y su guerra contra las provincias y el Congreso. Milei y su destrato y/o desconfianza hacia sus aliados tácticos como Macri y otros dirigentes del PRO. ¿Por qué? ¿Mesianismo? ¿Rencor y revanchismo que afloran por su niñez y adolescencia atormentadas? ¿Desprecio total por las reglas de la política? ¿Por todas las reglas? Un poco de todo eso puede que explique el por qué de la pesadilla que viven día a día argentinas y argentinos desde que asumió el gobierno más cruel que se conoce desde la dictadura que oscureció la historia entre 1976 y 1983.

Sin embargo, en este punto del desarrollo de las acciones bélicas –este gobierno le ha declarado la guerra a la Nación– quizás saber por qué no sea tan importante como saber con quiénes Milei intenta destruir a la Argentina que se conoce desde 1810 a esta parte. Y con quiénes ya no cuenta.

Foto: Jorge Contrera | El Eslabón/Redacción Rosario

Los cuatro funcionarios en los que Milei confía ciegamente son la secretaria general de la Presidencia, que es su hermana Karina; el jefe de Gabinete, Nicolás Posse; el asesor Santiago Caputo y, por último, Federico Sturzenegger, el funcionario fantasma, ya que no ha sido designado oficialmente para ejercer función alguna.

Es notable que Milei no integre a esa mesa chica a su ministro del Interior, Guillermo Francos; al de Economía, Luis Caputo, y a quien signó como la jefa del único ministerio que tendría la “billetera abierta”, Sandra Viviana Pettovello, titular de la cartera de Capital Humano. Notable pero no extraño. Para el mandatario, la política y la situación social no tienen lugar en su agenda mental y de gestión. La economía la ha dejado en manos de un jugador empedernido, a quien el Presidente ve como un fusible, y en caso de que sus apuestas resulten fallidas, saldrá eyectado desde el balcón de la Casa Rosada.

Desde el entorno más cercano a ese minúsculo grupo se hace alarde de un hecho que tampoco es frecuente: los pocos empresarios que tienen contacto fluido con el mandatario. No se trata de que la agenda de Milei sea un colador funcional al lobby, pero resulta extraño que alguien que pregona la desregulación total de la economía, modelo que tiene como beneficiario exclusivo al gran capital, prescinda del contacto de los principales CEOs o titulares de las grandes compañías. “Son casi todos «empresaurios», que han sobrevivido gracias a las prebendas del Estado”, repiten como guacamayos los anarcolibertarios. Puede que el argumento no sea del todo mentiroso, sólo que tanto el mega DNU como la fracasada ley bondi los tenía a todos ellos adentro, artículo por artículo y beneficio por beneficio.

Según un artículo publicado por Página 12 hace una semana, los únicos privilegiados del empresariado que figuran en la agenda de Whatsapp de Milei son “Marcos Galperín, el ceo de Mercado Libre; Georgie Neuss, dueño de un imperio de negocios polirubro; Gonzalo Tanoira, dueño de Citrícola San Miguel; Alejandro Elsztain, hermano de Eduardo el dueño de IRSA y quien maneja Cresud y la rama agro; y Eduardo Bastitta Harriet, titular de Plaza Logística”.

Sea o no certera esa información, la ausencia del Círculo Rojo que integran Techint, Arcor, Clarín y la crema agroexportadora es indicativa del modelo de país que perfila Milei. Algunos síntomas ya se sintieron esta semana, cuando otro miembro de ese polo de poder, la siderúrgica Acindar, anunció que en marzo parará la producción en todas sus plantas –Villa Constitución, Rosario, Villa Mercedes, La Tablada y San Nicolás– por la caída vertical que sufrió en sus ventas.

Es hora de que las fuerzas políticas pongan un freno en seco a este plan criminal que apunta a reconvertir a la Argentina, despojarla de todo destino industrial, reduciendo el costo laboral al mínimo y dejando a la deriva millones de personas que le sobran a su “modelo”. Si con tan poco, Milei logra avanzar, la muerte de la justicia social ya no será su exclusiva responsabilidad.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 02/03/24

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