Uno de los autores más estudiados en los profesorados y en las cátedras de la universidad pública es el profesor español Miguel Angel Santos Guerra, doctor en educación, docente por más de 50 años y autor de más de 80 libros traducidos a diferentes idiomas y leídos en todo el mundo.

La evaluación es uno de los temas clave de sus investigaciones. No hay libro de su autoría que directa o indirectamente no hable de la evaluación, y siempre desde una perspectiva humanista. Un tema central para la pedagogía y quienes eligen el oficio de enseñar. Es sin dudas un autor que vale la pena volver a leer en tiempos de la patología de la evaluación educativa, un término de su cosecha.

Este domingo, el diario La Capital anticipó que “de aquí a fin de año la provincia realizará por primera vez pruebas propias de evaluación de aprendizajes”, dirigidas a las y los alumnos de segundo grado para “monitorear los desempeños en lectoescritura”, y “en el marco del plan de alfabetización Raíz”. En ese mismo artículo, el ministro de Educación de Santa Fe, José Goity, anticipa que “las evaluaciones están diseñadas en conjunto con los equipos de la doctora Beatriz Diuk, investigadora independiente del Conicet que tiene experiencia en Entre Ríos, en Salta, en Córdoba, y trabaja desde el Instituto Natura”, con el que la provincia firmó un convenio. Es la autora del combo del plan de alfabetización provincial (incluye programa, capacitaciones, materiales y pruebas).

“Se reclaman exámenes de todo tipo, desconociendo lo cotidiano del aprendizaje, y ganan titulares los resultados de las famosas pruebas estandarizadas”, afirma el profesor Santos Guerra en una nota realizada para el semanario El Eslabón, en enero pasado, y en la que analiza el debate por la calidad en la enseñanza y su vínculo con las evaluaciones, en especial las estandarizadas.

En la mirada del educador, lo que se enseña y se aprende no son sólo contenidos sino también valores y actitudes. Sin embargo, advierte sobre la obsesión por los rankings: “No es de extrañar. Porque vivimos inmersos en la cultura neoliberal que se cimenta en el individualismo, la competitividad y la obsesión por la eficacia”.

En ese artículo, Santos Guerra menciona cinco errores comunes de las pruebas estandarizadas que valen la pena repasar:  “El primero es tratar de comparar lo incomparable. Países con diferente historia, cultura y medios no pueden ser objeto de una comparación rigurosa. El segundo es pensar que sólo tienen importancia tres componentes del currículum (matemáticas, lenguaje y ciencia) ¿Qué sucede con la música, el arte, el dibujo, la educación física…? ¿Qué con el ámbito emocional? ¿Qué decir de la solidaridad, la compasión, el respeto, la justicia, la libertad…? Porque lo que no se evalúa, se devalúa. O, mejor dicho, no existe. Lo que importa del currículum es lo que entra en la evaluación. El tercero se refiere a que sólo se tienen en cuenta los resultados, pero no el proceso. Nunca se analiza lo que se hace en esas aulas para conseguir esos resultados, ni quiénes son los evaluados ni de qué punto han arrancado. El cuarto tiene que ver con el cultivo de la trampa como estrategia para obtener buenos resultados. Si el prestigio del profesor, si la suerte de la escuela, si el éxito del alumno están en conseguir buenos resultados, habrá que prepararse para conseguirlos. Aunque sea a costa del verdadero vínculo con el saber. El quinto tiene que ver con la desconfianza que encierran respecto a la evaluación del docente en el aula. Lo que él evalúa no está bien evaluado, por eso hacen falta evaluadores externos”.

Entre otras miradas sobre la evaluación, el educador hace valer una concepción atenta del trabajo docente a la hora de analizar los aprendizajes de las y los alumnos. “Los profesores conocen bien a sus alumnos, saben quién aprende y quién no. Saben incluso por qué. Saben lo que necesitan. Pero, al parecer, son los evaluadores externos quienes tienen que venir a decirles si lo hacen bien o mal y, supuestamente, en qué tienen que mejorar. El profesor se convierte de nuevo en un aplicador, no ya de las prescripciones del Ministerio sino del criterio de quienes leen los gráficos elaborados por el software estadístico”.

La mirada crítica de Santos Guerra sobre las evaluaciones o pruebas estandarizadas de ninguna manera avalan “la irresponsabilidad, el conformismo o la pereza” en la enseñanza y en los aprendizajes. Por el contrario -resalta- la reflexión sobre estos procesos son una oportunidad, instan “a cada docente y a cada escuela a revisar sus patrones de actuación”. Siempre con respeto y confianza en el trabajo docente.

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