Con los neopiqueteros pidiendo eliminación de las retenciones y un dólar más alto y con Cristina planteando que “ningún sector puede tener como rehén" al resto de la sociedad, el nuevo paro de los patrones rurales pasó su primer día y entró en el impasse del fin de semana. Hasta aquí, todo medianamente previsible y parecido a la protesta anterior, pero “la gente”… Basta escuchar un rato LT2 para notar que hasta muchos de los chichipíos admiradores de Luis Novaresio –y el mismo Novaresio- están menos entusiasmados ahora que en aquellos días de marzo último, cuando comenzaron las clases de modelo agroexportador por parte de los veteranos maestros de la Sociedad Rural y sus nuevos aliados “pequeños y medianos”, dispuestos a graduarse rápidamente como oligarcas de los de antes.

Fue el presidente de la Federación Agraria Eduardo Buzzi el que vociferó el pedido de directamente eliminar las retenciones y depreciar el peso para maximizar la rentabilidad de los empresarios agrarios. Y Alfredo De Ángeli volvió a perfilarse como el duro de la película metiendo un rato de corte total de tránsito en la ruta 14 y adelantando a sus “muchachos” que “el viaje es largo”.
Mucho menos protagonismo tuvieron hasta ahora las otras entidades de la Mesa de Enlace, que parecen jugar de retaguardia de las milicias campestres que hace muy poco conmovieron al país para estar como ahora, es decir con las retenciones a las exportaciones en el mismo nivel que a principios de año.
Por el lado del gobierno se nota cautela. No es que no haya habido expresiones de rechazo al nuevo embate agroexportador, pero nadie se salió de cauce y Cristina sólo se refirió al lock out elípticamente, hablando de la “firmeza” de la economía argentina en medio de la crisis financiera internacional y apenas tirando con que "ningún sector puede prevalecer sobre otro ni tener como rehén o poner sus condiciones" al resto de la sociedad.
Tal vez en la Casa Rosada leyeron el cambio de humor de la clase media mediatizada, evidentemente menos ruralizada que en el lock out anterior, y apuestan a cuidarse de subir los decibeles y quedar en el lugar del agresor.
Y esa no parece una mala lectura si se tiene en cuenta que hasta la líder de la Coalición Cívica y jefa espiritual de la oposición, Elisa Carrió, pidió a los dirigentes ruralistas "repensar" sus actitudes porque ahora, de Cleto a esta parte, hay "una estrategia parlamentaria" que los respalda. "Los argentinos no tenemos que chocar entre nosotros", pontificó Lilita, que insistió con lo de reivindicar la "no violencia”. “Lo he dicho siempre, no corten las rutas, hoy más que nunca", se despachó.
También el gobernador cordobés Juan Schiaretti cambió la onda. Aunque sostuvo que no se modificó “en nada” su “posición de defensa del campo”, el hombre analizó que “no soporta la sociedad argentina un nuevo enfrentamiento, y esto lo tenemos que entender todos”. O sea, esta vez los que están provocando el enfrentamiento son los ruralistas y no los villanos patagónicos.
¿Y los paisanos santafesinos? El gobernador Hermes Binner dijo alentar “el no paro del campo, es decir la búsqueda de la solución del problema”; y volvió a enarbolar el programa de diez puntos que echara a rodar en el conflicto anterior. Desde el kirchnerismo, el Chivo Agustín Rossi machacó con lo de que “el argentino medio, el argentino común, no quiere volver a lo mismo". Y el resto de los pesos pesado, por ahora en silencio. Parece que el senador Carlos Reutemann todavía no agarró la moto para recorrer los piquetes y semblantear los ánimos.
Así las cosas, da la impresión que la movida campera galopa con menos viento a favor. De todos modos, el nuevo capítulo de la puja recién empieza. Y nunca se sabe cómo terminan estas cosas.
 

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