El 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer. Quizás la mejor manera de homenajearlas es escuchando otras voces, en este caso las de mujeres que orgullosamente trabajan y tomaron el timón de sus propias vidas.

Recordemos que mientras el siglo XIX permitió que las mujeres consiguieran el sufragio y que lucharan por la igualdad con los hombres en diferentes ámbitos, el siglo XX puso fin a la creencia que las mujeres eran “la mitrad de una especie de mamífero destinado a dar a luz” (Kristeva, El genio femenino). El desarrollo de la industria, que necesitó mano de obra femenina, y posteriormente la evolución de la ciencia, que poco a poco fue dominando el proceso de la procreación, terminaron por liberar a las mujeres respecto al ciclo vital, por lo menos en algunos países. Se cayó incluso en la estigmatización de la maternidad como prueba última de la explotación de las mujeres por todos los patriarcados posibles e imaginables, como afirmaron algunas feministas.

Ya en el siglo XXI las mujeres comenzaron a tener otra sexualidad, otro lenguaje, otra política. La realización singular de cada mujer, de su personalidad, irreductible al común denominador de un grupo o de una identidad sexual, es orgullosamente reivindicada. Quizás el reconocer la singularidad de algunas mujeres es un llamado a la singularidad de cada una. Superarse a sí misma, con un horizonte de ejemplos con los cuales puede familiarizarse, ¿no es el mejor antídoto contra la masificación, sean ellas generosamente libertarias o prudentemente conformistas? Por otro lado, al leer los ejemplos se comprende que no puede definirse qué es una mujer, solo se puede pensar en un conjunto de singularidades, disonancias, contrapuntos, más allá de los acordes fundamentales.

Testimonio 1.“Ingresé a la Policía por vocación, me encanta. Después de mí ingresaron muchas chicas, pero porque no tenían trabajo, y ésto era algo seguro. Mi primer uniforme estaba bueno porque era con zapatos de taquito, y como yo vengo siempre muy maquillada, me sentía muy femenina, muy mujer con mi uniforme. Ahora con el uniforme nuevo, me dieron borcegos…que sé yo, los tengo que usar, pero quiero verme bien mujer (pero con mayúsculas, eh?) . Pero el gran problema que tenemos acá no es ese, sino la falta de vestuarios. ¿Sabés lo que es hacer un turno de 24 horas y tener que ir a cambiarte y a veces al baño de la estación de servicio de la esquina? Por ahora parece que a nadie se le ocurrió hacernos uno. Pero bueno, ésta era una carrera de hombres, y ahora las mujeres cada vez somos más, avanzamos mucho realmente. Y a mí me encanta estar acá, viste como somos las mujeres, con todo nos apasionamos, con el trabajo, con la familia, con los hombres (risas)”.

Testimonio2. “Me subí al taxi después que mi marido me dejó sola con los pibes. A mi viejo se le ocurrió que en lugar de ir a limpiar casas me subiera acá. Manejo bien, soy tranqui. Y acá estoy, laburo hasta 16 horas por día pero tengo la ventaja que me puedo dar una vuelta por casa cada tanto para ver si los chicos necesitan algo o poner el lavarropas, no sé. Viste cómo es la cosa, estás en todo cuando estás sola. Trabajo de día, por la seguridad. Y me banco de todo, lances, insultos, que me pregunten si sé manejar cuando suben, “catarsis”. Más que de chofer hago de psicóloga. Pero amo este laburo, el volante es la extensión de mis manos. Me ha dado libertad para recorrer las calles, para tener mi plata. No sé, desde que trabajo en el taxi, soy una persona”

Testimonio 3. “Hace varios años que entré en el Frigorífico, aprendí el oficio y poco a poco me fui ganando la confianza de los patrones. Y además cada día me siento con más fuerza, pero no es solo física, me viene de adentro. Si hasta la gente me lo dice, que mi mirada es como un cuchillo. En el fondo soy tiernita…Pero eso sí, este lugar me inspira, yo me siento realmente cada vez más fuerte. Y lo más importante, ya no hacen diferencias entre un hombre y yo para mi puesto, porque no existen”

Testimonio 4. “Nos ganamos nuestro propio lugar. Nuestro propio espacio. Y además somos muy solidarias entre nosotras. No nos van a joder fácilmente. Así funcionamos, ayudándonos entre todas, como podemos”

Visitar la vida de estas mujeres por unos instantes, permite formar parte de sus vidas, admirarlas y sentir por unos instantes una proximidad de hermanas y una profunda adhesión a sus sentires. Son mujeres que empezaron a sentirse personas, a tener libertad, fuerza, solidaridad a partir del trabajo y de la independencia económica. Que ganaron confianza a partir de un primer reconocimiento íntimo, y después de un reconocimiento por parte del otro. Este reconocimiento de la singularidad es una manera de disociarse del “feminismo de masas” y pensar en cada una de las mujeres, en el carácter inconmensurable de lo singular, pero también en la necesidad de recuperar desde el trabajo la vida de muchas otras mujeres y de sus familias.

Como dice Dora Barranco, “ninguna época ha dejado de tener mujeres insurrectas, de la misma manera que ningún ser humano, ninguna mujer, ha dejado de experimentar un gesto de rebeldía. Si insisto en esta veta es porque creo que construir una sociedad más justa y más democrática requiere salirse de la conformidad, abandonar la resignación, y eso siempre se encuentra en estado de potencia”. Ojalá esta corta reflexión pueda contribuir a partir de un recorrido por algunas singularidades a alterar el orden de las cosas, y a poner otras en el (des)orden. A olvidarnos de puestos y labores tradicionales que solo eternizan el orden privado y la labor doméstica en las mujeres y permitir que accedan al orden público, a trabajos diferentes que las honren y honren su vida. Ya superamos afortunadamente el misógino “estado de naturaleza” rousseauniano en el que las mujeres se dedicaban a “guardar la choza y los hijos, mientras el hombre iba en busca de la subsistencia común” (Jean Jacques Rousseau, Discurso sobre la desigualdad).

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