Aníbal se calzó los guantes y dejó nocaut a Van der Kooy.
Aníbal se calzó los guantes y dejó nocaut a Van der Kooy.

A nadie escapa que el editorialista dominguero de Clarín Eduardo Van der Kooy decidió emprenderla contra “el matrimonio presidencial” –uno de los giros más usados por el hincha de Newell’s Old Boys–, y que desde hace algún tiempo, con especial furia, el “analista” político puso la mira en el jefe de Gabinete Aníbal Fernández. Pues el Bigotón, que no se caracteriza por ejercer la timidez, le respondió. Redacción Rosario reproduce ese texto flamígero.

“La maledicencia es la hermana tímida de la calumnia”, reza un viejo proverbio chino. Pero no estoy seguro que lo de ayer (por el domingo 18), lo que me dicen que escribió Eduardo Van der Kooy en su Panorama Político del Clarín de cada domingo, sea sencillamente una calumnia. Es decir, se parece más a un insulto o a un agravio que a una calumnia.

Sin embargo, en algo tiene razón Van der Kooy: lo mío es por convicción. No una “convicción rastrera” como el ilustre Van der Kooy adjetiva sino, una verdadera convicción ligada a mis valores, a mi ideología, a mi manera de ver y de vivir la vida.

Pero ese, no es el caso de este pseudo periodista de El Monopolio.

Van der Kooy, según parece, no tiene convicciones. Él tiene, sencillamente, un sueldo. Un buen sueldo pero, un sueldo al fin. Un señor que ha decidido vender, además de sus destrezas adquiridas, su conciencia, su dignidad y su honra.

Por unos pesos, Van der Kooy se ha convertido en un canalla módico que le alquila su pluma, a un grupo capaz de cualquier cosa para ocultar sus abusos, sus desaguisados, sus aprietes a los gobiernos de turno, su complacencia a los gobiernos militares y probablemente, sus crímenes. Es decir, no sólo ha rifado –desde hace mucho– su deber de informar sino que ahora está dispuesto a mentir, insultar, atropellar y desacreditar a cualquiera que le indique su jefe, Héctor Magnetto.

Un esbirro de patrones mediáticos. Un tipo que entre ser un periodista y ser un secuaz, eligió este último rol. Un verdadero caso práctico de mutación por interés, incomprensible para su profesión y, seguramente, para su entorno.

Si me hubieran asegurado este bochornoso comportamiento en la persona de Van der Kooy, lo habría rechazado de plano. ¿Cómo se les puede ocurrir semejante cosa?

Con el tiempo –ya lo he afirmado en otras oportunidades– cuando se haya horizontalizado la información, los Van der Kooy buscarán espacios para ejercer su oficio. Es de esperar que, el otrora editorialista estrella recuerde, su mutación a mediocre calificado que, creyó que hacía periodismo de opinión cuando realmente se dedicaba a ponerle la firma a las ideas del sinvergüenza de Héctor Magnetto, en definitiva, ponerle la firma a las ideas de los que le pagan.

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