Los crímenes del imperio siguen impunes.
Los crímenes del imperio siguen impunes.

Los documentos de la diplomacia estadounidense revelados por Wikileaks confirman la impunidad del imperio. Esto no es nuevo, pero acaso sea útil preguntarse si los datos ventilados se utilizarán esta vez para investigar las flagrantes violaciones a los derechos humanos por parte de EE.UU. De no ser así, sólo servirán para alimentar chusmeríos, y para confirmar que, además de crueles y cobardes asesinos, los gendarmes imperiales son corruptos que roban sus sueldos leyendo diarios en lujosas embajadas. De no haber justicia, todo esto conducirá a una banalización del mal.

Los comentarios idiotas, playos, y sin relevancia política alguna que se dieron a conocer, al menos hasta ahora, en los documentos filtrados por Wikileaks, no deben hacernos olvidar que a partir de actividades de espionaje como esas o similares, en América latina y en buena parte del mundo, el imperio ha perpetrado y/o promovido genocidios y golpes de Estado. Estas acciones de espionaje, estupideces más, estupideces menos, han precedido a las peores atrocidades de la humanidad, y pueblos enteros resultaron arrasados. Y tal vez sea allí, al llegar a ese punto, cuando haya que olvidar la bobería y enfocar este tema con otro tono, más cerca de la política que de las revistas del corazón.

En el caso de la Argentina, lo revelado por Wikileaks es realmente decepcionante. ¿Son esos los grandes secretos que esconde este país? De ser así, Argentina sería algo así como un paraíso terrenal. Si los infalibles espías del imperio sólo consiguieron eso es porque, o trabajaron poco y se la pasaron de juerga, o, de lo contrario, se confirmaría el estatus celestial de nuestra patria.

La idiotez de los espías, de los que reprimen, de los agentes de la contrainsurgencia, de quienes tienen la fuerza bruta, no disminuye su poder letal y menos aún su responsabilidad por los actos atroces que cometen.

En estas particulares circunstancias históricas, con una América latina en crecimiento, que se muestra al mundo como un bastión de lo nuevo frente a las viejas potencias mundiales en decadencia, sería imaginable que esta nueva exhibición de los atropellos del imperio calamitoso acaso pudiese conducir a una investigación. América latina ya no es el patio trasero de los Estados Unidos. Pero lo cierto es que la posibilidad de una investigación, por ahora, cuando apenas se dieron a conocer una mínima parte de los documentos filtrados, es mera política ficción.

Las mismas lacras que viven de los impuestos que pagan los trabajadores estadounidense, los mismos que no pudieron alertar a sus propios compatriotas sobre la lluvia de aviones de septiembre de 2001, fisgonean con poco tino por tierras latinoamericanas urdiendo golpes, haciendo negocios espurios, sobornando periodistas de los medios hegemónicos y propalando chismes idiotas. No pudieron prever el 11-S y ahora se dedican a preguntar si los mandatarios latinoamericanos, especialmente aquellos que echaron al FMI y rechazaron el paradigma neoliberal, toman té de tilo, pastillas de valeriana o Valium cuando se ponen nerviosos.

Asesinos, corruptos, ladrones

Un ejemplo de inhumanidad imperial combinada con corrupción: en Irak actúan traductores para hacer comprensible a los oficiales del ejército invasor las declaraciones de los prisioneros arrancadas durante atroces sesiones de tortura. Estos traductores son provistos por una empresa que ganó la licitación para cumplir con esa tarea. Es una de las tantas firmas contratistas, y cumple una de las tantas tareas tercerizadas, un negociado típico de las actuales guerras privatizadas. Pero resulta, según se narra en la película Irak for sale, que la solvencia de los traductores deja mucho que desear, y que en general traducen mal, o incluso dicen cualquier cosa, como para zafar. Con lo cual, el hecho atroz de la tortura queda además sazonado, agravado, marcado, con altas dosis de corrupción, estupidez y sin sentido.

El periodista y escritor estadounidense especializado en servicios de inteligencia Tim Weiner abre su monumental Legado de cenizas. La historia de la CIA, expresando su preocupación por la ineptitud de los espías de su país: “El presente volumen recopila la historia de los primeros sesenta años de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense. En él se describe cómo el país más poderoso en toda la historia de la civilización occidental ha sido incapaz de crear un servicio de espionaje de primera línea, un fracaso que actualmente representa un peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos”. A través de 719 páginas, el libro es un compendio de atrocidades, crímenes, torturas, mentiras, tonterías y actos de corrupción de la CIA. Y si bien no sabemos si la CIA tuvo que ver algo con estas filtraciones del Departamento de Estado, las afirmaciones de Weiner nos ayudan a pensar y poner en contexto el escándalo Wikeleaks.

Nada indica, por ahora, cuando el escándalo apenas comienza, que los hechos ventilados se constituyan en el comienzo de una investigación sobre las actividades imperiales en tierras extranjeras. Quizás ni siquiera se sepa alguna vez qué hay detrás de esta filtración, ni cuáles son sus intenciones. Sin embargo, y ante la carencia de datos y fuentes sobre este punto, se podría hacer referencia, por ejemplo, a los objetivos declarados de Wikileaks, el sitio especializado en filtraciones: “Develar comportamientos no éticos por parte de gobiernos, religiones y empresas de todo el mundo, y concretamente de países con regímenes totalitarios”.

Wikileaks produjo uno de los impactos más poderosos cuando el 5 de abril de 2010 publicó un video en el que se ve cómo soldados estadounidenses masacran a once personas desarmadas e indefensas en Irak. Entre esas personas había un reportero de la agencia Reuters, Namur Noor-Eldeen. Reuters solicitó sin éxito el material grabado al ejército de los Estados Unidos, hasta que finalmente Wikeleaks lo publicó asestando así un duro golpe a las tropas invasoras y develando una verdad oculta. Si el actual escándalo sólo sirve para conocer algunas opiniones tontas de personas que no conocemos sobre personajes famosos, todo el asuntillo alcanzará apenas la categoría de escandalete antes de desaparecer por completo y quedar olvidado.

Ni la estulticia ni la corrupción deberían taparnos el bosque sangriento. Por detrás de los chismes, las torpezas y el latrocinio se agazapan las formas más repugnantes de lo inhumano. Si no hay justicia, si nada ni nadie se anima a confrontar tanto atropello imperial, pronto ya no habrá nada nuevo para contar sobre el escándalo Wikileaks.
 

Más notas relacionadas
Más por Pablo Bilsky
Más en Mundo

Dejá un comentario

Sugerencia

Un rompecabezas incompleto

Para recomponer el actual modelo de representatividad faltan piezas clave. Empresarios, Ju