Los republicanos, dispuestos a obstruir.
Los republicanos, dispuestos a obstruir.

El nuevo Congreso de EEUU se inaugura este miércoles con un objetivo claro: hacer todo lo posible para ponerle las cosas más difíciles aún al gobierno del presidente Barack Obama, cuyo Partido Demócrata entra en el renovado Capitolio con las fuerzas visiblemente menguadas. Este año, además, empezarán a afilarse los cuchillos de cara a las elecciones presidenciales de 2012.

La oposición republicana, con numerosos miembros del ultraconservador movimiento Tea Party en sus filas, asumirá la mayoría en la Cámara de Representantes de la mano del nuevo presidente de la sala, John Boehner. Mientras, en el Senado, los demócratas sólo mantendrán la mayoría por la mínima, lo que les dificultará todavía más impedir las estrategias obstruccionistas de leyes que los republicanos ya ejercieron con gran eficacia en los últimos dos años.
   
“Repeal”, revocar, parece ser el mantra republicano en este nuevo Congreso, y el primer objetivo ya está fijado: acabar con la reforma sanitaria tan denostada por la oposición y por la que Obama y los suyos se jugaron buena parte de su capital político.

“Recortar el gasto”. “El pueblo estadounidense quiere un gobierno más pequeño y más responsable. Y a partir del miércoles (por hoy), la Cámara de Representantes va a ser un puesto de avanzada de los estadounidenses en Washington”, dijo Boehner al diario Washington Post. “Vamos a luchar por sus prioridades: recortar el gasto, revocar la ley de reforma sanitaria que está matando la creación de empleo y ayudar a que nuestra economía vuelva a ponerse en marcha”, agregó.

Aunque los demócratas ya han advertido de que tratarán de frenar las promesas de “deshacer” lo logrado en los dos años de presidencia de Obama tanto desde el Senado como ejerciendo la capacidad de veto presidencial como último recurso, está claro que esto les supondrá una dura batalla.

Consciente de ello, el propio Obama, de vuelta de las vacaciones navideñas de Hawaii, llamó a los legisladores a dejar de lado el juego político con miras a las presidenciales de 2012 y a concentrarse en la verdadera prioridad del país, “crear empleos”.

“Mi esperanza es que John Boehner y Mitch McConnell (el líder de la minoría republicana en el Senado) se den cuenta de que va a haber mucho tiempo para hacer campaña para 2012 en 2012”, dijo Obama a periodistas a bordo del avión presidencial Air Force One.

Tono conciliador. Este mensaje con tono conciliador ya había aparecido en su discurso semanal el pasado sábado, cuando el mandatario insistió en la necesidad de buscar caminos convergentes en un Capitolio con mayorías repartidas pero responsabilidades “compartidas”, dijo.

Obama no será el primer presidente que gobierna con un Capitolio hostil. Y que incluso logra una reelección tras una paliza legislativa electoral como la que sufrió el actual inquilino de la Casa Blanca en noviembre.

Pero pocos mandatarios antes que él iniciaron la segunda parte de su mandato en un clima tan hostil —con una oposición radicalizada sobre todo por la influencia del Tea Party— y con una situación económica tan poco prometedora para un país que no acaba de salir de la peor recesión sufrida en casi un siglo. Este escenario es además el telón de fondo de la carrera presidencial del año próximo.

Giro hacia el centro. Ante este panorama, los analistas coinciden en que se ha acabado en buena parte para Obama la era de impulsar grandes reformas, como la sanitaria, y que a partir de ahora deberá consolidar un giro hacia el centro, concentrándose en medidas más pequeñas y sobre todo orientadas a la situación económica y, específicamente, a reducir el desempleo.

En una muestra contundente de que los republicanos quieren marcar un antes y un después con este nuevo Congreso al que llegan reforzados, la Cámara baja iniciará sus tareas con una inédita lectura en voz alta de la Constitución. Se trata de una concesión al Tea Party —que al fin y al cabo logró colocar a 40 de sus candidatos en ambas cámaras del Congreso— y una prueba a la vez del creciente peso que este movimiento ultraconservador puede adquirir en la política nacional.
 

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