El acto en Vélez terminó de definir el sujeto político del kirchnerismo: la juventud militante. Habrá que ir hasta los setenta o los primeros años de la recuperación democrática para ver un protagonismo de los jóvenes semejante en la política nacional, aunque el mismo, y a diferencia de aquellos tiempos, ya no gira entorno a la figura del “trabajador” como sujeto de la Argentina industrial nacida durante el peronismo, ni se encuentra circunscripto a la condición de “ciudadanos” y bajo el formato clásico de los partidos políticos, como sería la marca de un retorno constitucional moldeado por el liberalismo democrático.

En el kirchnerismo la figura del militante se ha constituido en el centro de su épica y narrativa. Primero, de la mano del propio Néstor, el “presidente militante”, a través de reencontrar a la política con las ideas y las convicciones que permitió a una buena parte de nuestra sociedad volver a creer que otra Argentina era posible.

Su incorrección política, transgresión, entrega, voluntad inquebrantable y audacia fueron las marcas de un estilo donde no cabía aflojar ni torcer el brazo, al punto de jugarse la propia vida.

Y en segundo lugar, con los cientos y miles de pibes y pibas que volvieron a participar en política.

La militancia juvenil kirchnerista nació al calor de los enfrentamientos del gobierno con las corporaciones, en el tramo que va del conflicto por la resolución 125 contra las patronales agrarias en el 2008 hasta la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en el 2009, encontrando su punto más alto en la multitudinaria despedida a Néstor Kirchner en octubre del 2010, al que reconocieron como el “único héroe en este lío”.

Desde afuera de las estructuras tradicionales, ocupando el espacio público y bancando la parada en las más difíciles, terminaron de poner fin al ciclo de captura de la política a manos de alianza entre medios hegemónicos de comunicación y partidos políticos dominados por “operadores”, “técnicos” y “políticos profesionales”, que habría de condicionar la democracia en nuestro país desde fines de los años ’80 hasta entrado el nuevo siglo.

Con el retorno de la política en el 2003, bastaría que la misma eche raíz en el conjunto social para que la militancia ocupe el centro de la escena pública y se constituya en la columna vertebral del kirchnerismo.

Ya que la militancia es el momento colectivo y participativo de la política, y, por ende, más democrático y disruptivo, al situar a los hombres y mujeres como sujetos de lucha y transformación. No se desprende como dato objetivo según el lugar que se ocupe en las relaciones de producción, ni se halla supeditada al marco institucional de acuerdo a un conjunto de libertades que las más de las veces no pasan de su mera formalidad y mueren en la letra.

De ahí, que el devenir mismo de esta etapa política y sus posibilidades estén atadas a la militancia y, al interior de ésta, a los jóvenes que la protagonizan.

En la dialéctica virtuosa entre profundización del cambio, aun después de los más duros traspiés, y creciente adhesión militante y juvenil, sin dudas, se halla una de las claves para comprender la recomposición del kirchnerismo y la contundente reelección de Cristina con el 54% de los votos en octubre del pasado año.

De ahí también que sea posible pensar el nacimiento del kirchnerismo, en tanto fuerza política e identidad colectiva, como un acto común que va de la mano de su encarnadura en los pibes que decidieron salir a ponerle el cuerpo a este proyecto político.

Esto Cristina lo reconoce mejor que nadie. Fue el agradecimiento más destacado en su primera aparición tras el fallecimiento de su compañero de toda la vida, marcó la cancha en el cierre de listas en las últimas elecciones nacionales y en el discurso de Vélez situó a la nueva generación militante como “custodios” del modelo y única heredera del kirchnerismo.

Los medios hegemónicos también lo saben. Tienen claro que la identidad entre política y juventud es un fenómeno muy propio del kirchnerismo, no extensible a las demás fuerzas políticas por las que hacen campaña, e incluso distintivo en relación a los similares procesos políticos que se dan en los países hermanos de la patria grande.

Por algo la sistemática campaña de estigmatización hacia la militancia kirchnerista, acentuada en los últimos meses. Pero una vez más, la realidad dio cuenta de la verdad y dejó en orsai al fracturado relato de las corporaciones. En Vélez volvió la militancia. Porque para los pibes que desbordaron el estadio de Liniers el futuro ya llegó. Y dejaron claro que esta vez arrebatárselo no va a hacer nada fácil.

* Licenciado en Ciencia Política, integrante del Movimiento Martín Fierro Rosario | sebartola.blogspot.com

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Un comentario

  1. gio gentili

    06/05/2012 en 17:07

    06/05/12
    Aportes para el análisis
    Gio Gentili Coordinador del ENPL Rosario
    Encuentro Nacional Popular Latinoamericano

    EL SUJETO REVOLUCIONARIO ES EL QUE HACE LA REVOLUCIÓN

    Podemos asegurar sin temor a equivocarnos que “la juventud”, que muchos destacan como valor que casi se agota en sí mismo, es una parte de todas las energías que hoy están moviéndose alrededor del proyecto nacional popular emancipador que encabeza Cristina; es el elemento central o actor principal, el más destacado de la corriente de la militancia que apoya y defiende las principales acciones de gobierno, una parte del sujeto revolucionario de estos tiempos.
    Si tenemos a las juventudes de las agrupaciones del kirchnerismo como el sujeto revolucionario y aún más, si creemos que “la militancia” es el verdadero sujeto de este proceso de profundo cambio, esta militancia que todavía no está unida y organizada, vamos a equivocar el camino y posiblemente terminemos separándonos del cuerpo principal del movimiento.
    El sujeto revolucionario, o cuerpo principal de nuestro movimiento político, es como lo ha sido y lo será siempre el pueblo trabajador/productor, unido y en apoyo a la dirigencia en posición de estado que define las estrategias.
    Hoy, en Argentina y en el mundo se enfrentan en guerra económica dos fracciones del capital transnacional, la línea retrazada americana, la más violenta y guerrerista en alianza con Francia y Alemania y a todas las coronas, que para simplificar podríamos denominar la línea Bush; y la otra, la globalista, una nueva forma de capital que no se asienta en los estados sino en las citys financieras y en las bolsas, principalmente la de Nueva York y Londres. Ese enfrentamiento entre los dos más grande jugadores mundiales, tiene paralizados a Europa y EEUU y abre una ventana de posibilidades o brecha de entre 10 y 15 años en los países emergentes, o mejor dicho, zonas emergentes.
    En EEUU, Obama quiere potenciar el mercado interno y la línea retrazada le deprime el mercado aumentando los combustibles, después de haber reventado la burbuja financiera, de haber demolido las torres gemelas y derribado sus más importantes bancos; en Europa la línea retrazada ahoga a toda la eurozona y pulveriza el gran mercado mundial europeo obligando a la línea globalista a desarrollar otros mercados, los llamados BRIC.
    Sólo así se entiende que hoy países como Argentina tengamos algunas importantes luces verdes encendidas para poder avanzar. Es genialidad y patriotismo de nuestro gobierno, principalmente de Cristina, pero no podemos negar que tenemos por delante una oportunidad abierta que este enfrentamiento entre pelotones del capital posibilita.
    Los verdaderos protagonistas de este avance que estamos experimentando son los millones de trabajadores que tienen conciencia de que están mejor y que quieren seguir avanzando en sus conquistas y en su poder de adquisición de bienes materiales y culturales y que tienen incorporado como material genético un modelo de proceso transformador de la Argentina que los tuvo como protagonistas centrales y por lo que todos los años pelean nuevos aumentos de salarios a través de sus organizaciones sindicales, en paritarias, como la más importante vía de distribuir la riqueza; son estos y los sectores empresarios que apuestan al mercado interno, que sustituyen importaciones, que innovan, que se diversifican, que ven en el Estado a un socio y esto, claro que sí, gracias al apoyo y acompañamiento de cientos y de miles de militantes funcionarios o de militantes no funcionarios que coordinan con áreas de gobierno o del estado, son esos cientos de miles de emprendedores, de técnicos, científicos, profesionales, los que se quedaron acá y los que volvieron, todos estos son los que están motorizando el cambio y el avance, y de esa misma fuerza también son parte los trabajadores desocupados todavía excluidos que pelean por un pedazo de tierra, por ayuda estatal, por viviendas, quizás los más claramente revolucionarios en términos prácticos y dialécticos, aunque sean el blanco de la condena social de las clases que en mayor o menor grado poseen algo, aunque más no sea la pequeña fortuna de un salario.

    Si no hay una presencia fuerte del mundo asalariado, no sólo presencia sino participación activa de sus organizaciones, de la institucionalidad obrera, el movimiento social que encarna el kirchnerismo será débil. Si no acompaña el movimiento obrero, todo lo que hagamos, aunque le demos forma a una multitudinaria corriente juvenil, no va a alcanzar para consolidar los avances, sobre todo aquellos que tenemos ahora como desafío con la recuperación de YPF.
    Como bien apunta Álvaro García Linera «este nuevo siglo es del movimiento obrero, resultado de este proceso de recomposición territorial de la fuerza de trabajo planetaria. Entonces, ese es el sujeto, el que surge como revolucionario».
    Deberíamos poner los máximos esfuerzos en la creación de espacios de militancia en los que los jóvenes con vocación política, que hay que reconocer también, no son la totalidad de quienes hoy se movilizan, encuentren lo que verdaderamente buscan al acercarse a nuestras agrupaciones: formarse como cuadros y participar de una construcción colectiva y eso no se logrará con esquemas en los que el amateurismo atenta contra la verdadera política de formación de cuadros político técnicos. Tampoco vamos a creer que en las universidades vamos a reclutar a todos los futuros dirigentes que el plan de gobierno necesitará enlazar en los próximos años. La universidad es un frente, un territorio, uno más, y la verdad es que hay que seguir llenándola de pueblo y reformar la enseñanza secundaria porque las deserciones de los hijos de trabajadores que llegan a la universidad provenientes de la escuela secundaria pública se cuentan por miles.
    Entonces para redondear la idea, aseguramos desde este espacio de militancia kirchnerista, que el sujeto revolucionario de este proceso de profundización de las políticas nacionales puede ser expresada en esta fórmula sencilla: Estado- Trabajo – Producción. Y como propuesta planteamos que sigamos discutiendo estas ideas en talleres o encuentros de formación política, que es donde verdaderamente vamos a avanzar en el ajuste de los diagnósticos y en la prospectiva.

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