carrio

Yo no sé, no. El Billy era un perro de mediana estatura, de pelo blanco, un blanco que a veces había que adivinar pues tenía tanta tierra a veces que parecía arena sucia. Lo que pasa que era experto en desenterrar sapos, con la mala costumbre de atacar cuanta gallina se le cruzara. Era el perro de Cachota. Cuando éste lo llevaba donde los pibes cruzaban más allá de la Vía Honda, era para problemas. “Ya no teníamos más refugio seguro cuando el perro se abalanzaba sobre las gallinas de los quinteros”, cuenta Pedro.

Los ligustrines pegados a la canchita de cilindro siempre fueron un gran refugio, tanto para el sol como para la lluvia. En San Nicolás y Viedma había uno de los últimos refugios de cemento que, comparados con las dimensiones de los departamentos modernos, podía ser para una familia. Ahí paraba el 15 (hoy 126).

Para mucho de nosotros la biblioteca que está entre el Superior de Comercio y Ciencias Económicas, por 3 de febrero, fue todo un refugio. Hasta cuando estábamos cortados de guita como para encarar el bar, nos servía de espacio para hacer reuniones políticas. Eran tiempos donde muchos sectores se quedaban a la intemperie de las cuestión política; ahí estaban las organizaciones juveniles y estudiantiles, en principio como refugio y luego como espacio de crecimiento.

En la ciudad el que perdía el clásico se tenía que refugiar hasta que pase el dolor. En tanto había otro dolor, aunque nadie nos cargara, del que no encontrábamos refugio, y fue cuando la selección quedó afuera del mundial de México de 1970.
Mientras que en la historia de las causas populares podemos encontrar distintos refugios en diferentes instancias, las minorías desde el principio de la patria, una y mil veces captaron al Estado como guarida, desde donde implementaron políticas que le robaban el futuro a generaciones enteras.

“La verdad –me dice Pedro–, que si es cierto que la Carrió puso su casa como guarida para una operación política, donde habla un delincuente, para mi es una cuestión menor. Más si la comparamos con las otras guaridas, esas que tienen los que ya mostraron los dientes: las distintas fundaciones, las consultoras, las encuestadoras, los medios oligopólicos como la corpo de Magnetto. Y donde se cocinan los números, esas son las más peligrosos aguantaderos”.

Más notas relacionadas
Más por Hilo Negro
Más en Columnistas

Dejá un comentario

Sugerencia

La alfabetización, según el mercado

El santafesino Plan Raíz es un caso testigo de cómo opera el comercio en los sistemas educ