Foto: Noticias Nebraska.
Foto: Noticias Nebraska.

Yo no sé, no. El verano apuntaba lindo y casi todas las tardes daba como para ir a jugarse un partidito. Eran tiempos en que la canchita le había ganado al baldío. La sensación térmica, si existía, la ignorábamos por ignorar. O quizá era porque el barrio no estaba tan poblado y había menos cemento. Era un gran desafío ganarle a los gringos de Biedma. Biedma era, si no la única calle asfaltada, la única donde pasaba el bondi, y los de Biedma eran casi todos hijos de italianos.

Aún no jugábamos a tirar el achique y, a pesar de que en algunos partidos jugábamos con algún referí improvisado, el único orsai que se cobraba –o la posición no permitida– era quedarse al lado del arquero. No se podía quedarse a chupar mate, así que en esa posición nadie podía hacer un gol. La sensación de acaloramiento surgía cuando comenzaba la discusión de si había sido alto o había sido gol, o si después de haber pasado el arco, improvisado con ropa, había salido o había entrado.

Cuando la temperatura daba, porque se había nublado desde temprano, alrededor de la cancha era todo un acampe de equipos esperando turno. Ahí ya jugábamos marcando la hora. Los viernes en la tele había un partido en vivo por el siete, el canal público, en blanco y negro. Cuando jugaba alguno de los nuestros la audiencia explotaba: ver jugar a Becerra con la rojinegra o a Gramajo en aquel partido donde se metió con pelota y todo en el cuarto gol ante Independiente (se quedó sentado arriba de la pelota, adentro del arco, sonriente, como un acampe para toda la vida). Pedro me dice el otro día: “¿Viste?, hay un retroceso instigado por los medios con cierta xenofobia. Antes le decíamos a los gringos cariñosamente «gringos». Y a parte te torturan con terminologías como «sensación térmica», y el fútbol, con este cambio de gobierno, va a estar peor y más restringido para verlo que antes. Y pensar que los tipos que están reunidos ahora en Davos te tiran en su terminología «el achique» para que los números cierren, y antes de irse para reunirse con lo peor de las finanzas del mundo, el presidente saca la emergencia de seguridad. “¿Y sabés para qué? –me dice Pedro–. Porque no nos quieren en el acampe. Ni en el acampe de felicidad ni en el acampe de protesta. Cuando toman medidas injustas o en connivencia con los jueces encarcelan a compañeros”.

“Por eso –insiste Pedro–, a pesar de que nos quieren dejar con pocas energías, tendremos que volver. Y volver contra el discurso del achique, de la sensación térmica, de que el fútbol sea restringido. Y si hay que ser xenófobo, hay que hacerlo con los tipos que están en Davos, que se empecinan en hacer una patria cada vez más chica, una patria para pocos”.

Más notas relacionadas
Más por Hilo Negro
  • El testigo

    El calor parecía aumentar en el local, lleno de ansiosos, humo y voces. Le dije que por es
  • Remontar el barrilete en esta tempestad

    Yo no sé, no. La tarde se ponía fresca y Pií entraba en calor dándole al serrucho. Tenía p
  • ¿De qué se cansó “la gente”?

    En medio de una hecatombe social, Malena Galmarini lanzó una piedra en aguas peronistas de
Más en Columnistas

Dejá un comentario

Sugerencia

Fuga en la Bolsa

El gobernador Pullaro pidió bajar retenciones al agro; recursos nacionales para infraestru