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Yo no sé, no. No sé si fue culpa de los antigripales, pero había quedado como retrocediendo en el tiempo durante esos días en cama, que no se sabía si iba a pasar una semana y unas chirolitas. Dice “capaz que tenga que estar 12 días, capaz que tenga que tomar 12 pastillas”. Lo cierto, es que se fue en el tiempo y se acordó que en aquel invierno eran 12 las horas que se vivían casi con plenitud, porque se levantaba, cuando él tenía 6 años, a las 6 de la mañana y se vestía medio entredormido. Pensaba cuando iba camino a la escuela que estaban los primeros pozos, esos primeros pozos que una vez contó: eran 12 agujeros a cada lado de la cuadra, que iban a ser los postes de luz. Porque cuando llegó al barrio, en ese sector, no había luz. Y los miraba como diciendo cuando esté esto listo va a cambiar el asunto. Iban a la escuela jugando a los 12 pasos. En aquél tiempo quería hacerse experto en penales, como el Bocha Bieli, el que pateaba los penales de Central que llevaba convertidos como 7 u 8 al hilo. No le erraba nunca el Bocha Bieli pateando penales. Y eran 12 pasos. Si bien, era defensor, decía: “A la hora de patear los penales tengo coraje, y voy a practicar”, pensaba yendo a la escuela que parecían como 12 cuadras pero en realidad eran 3 y 3. Lo más moderno que había en el barrio era la fábrica Acindar, y el barrio, y la escuela con esos módulos, nunca los contó pero a él le parecían que eran 12. Por ese tiempo en las verdulerías del barrio figuraba la palabra doce o docena. No como ahora, que todo te lo pesan y lo único que queda doce en las verdulerías es para los huevos. Falta que dentro de poco te los pesen.

Y el número 12 le recorría el mate porque empezó la escuela a los 6 y si no repetía iba a terminar a los 12. Terminar la escuela como Acindar no era moco de pavo, terminar sin repetir no era para estar en el cuadro de honor, aparte como eran 12 horas que se vivían porque él se levantaba a la mañana, a las 6 -dice Pedro- y 12 horas después, si no me equivoco, son las 6 de la tarde. Y ya era de noche, a veces la merienda se confundía con la cena, y ahí entré a escuchar el radioteatro, que si hay pilas y querosén en el Bram-Metal para mantener calentito, un ratito más y a la cucha, a domir hasta el otro día a las 6 de la mañana.

Además, cuando llegaba el mes 12, que era diciembre, en dos fechas importantes había que esperar a las 12 para los festejos, que disfrutó hasta que tuvo 12 años.

Los pibes del barrio, los primeros que rivalizaban con Pedro, eran en su mayoría de Boca, que después serían “La 12”, porque en ese tiempo no se hablaba de nombres de hinchada. Como muy pocos eran de River, Pedro estaba casi solo. Los de Ñuls estaban pasando Biedma, casi no se daban con nosotros. Así que, hasta en eso le daba vuelta en el mate el 12.

Mientras seguían los efectos de los antigripales o los descongestivos, la teoría de los conocimientos de Piaget se le hacía quilombo en el mate como diciendo “este aprendió de 12 en 12”.

Cuando se le va el efecto del antigripal o el descongestivo empieza a tomar conocimiento sobre lo que está pasando: el Ahora 12 no está funcionando, o funciona raquiticamente, y que los pibes ya no esperan tener 12 años para tener los pantalones largos como esperaba uno, que los penales en el fútbol no eran la pena máxima, si no que pena máxima es que no lo vas a poder ver más por TV. Este nuevo gobierno tuvo un primer presidente que duró 12 horas. Y bueno, mientras a uno se le van descongestionando las vías respiratorias y el mate empieza a funcionar un poquito mejor, con menos congestión, piensa que hay que amontonarse, citarse a las 12 en algún lugar para zapatear o para que no nos quiten la alegría. También hay que ir a la verdulería y  preguntar, cuánto está la docena de huevos, deme una docena de mandarinas, y decir, “dame media docena de bananas” y que la pesen después. Volver a reivindicar, porque si no ¿para qué está la docena, para qué está el 12? Ni siquiera en el reloj, ya ni las agujitas del reloj nos están quedando. Hasta el Renault 12 añoro. Mejor que nos juntemos y zapateemos para que el próximo mes 12, la fiesta que festejemos a las 12 sea de todos. Para eso hay que meterle pata a la protesta y no dejar que estos hagan lo que quieren hacer, mientras nos enteramos que el plan de vacunación está tecleando. Y ahí sí que se pone jodido el asunto, porque sin vacunas el futuro recorrido a la escuela, al conocimiento, va a estar temblando. Será la espada de Damocles sobre el futuro de los pibes y eso no lo podemos permitir. Así que a juntarnos y a festejar cuando lleguen las 12.

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