Bombardeos

Hay que estar preparados para todo. Los que no trepidaron en sembrar muerte en la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955 están en una de las fases más intensas del bombardeo comunicacional al que vienen sometiendo al pueblo argentino. Que a nadie le extrañe si ahora en TN dicen que habría un túnel que une el convento de General Rodríguez con la Catedral de Buenos Aires; y que por ahí pasó Hebe de Bonafini para buscar una valija de dólares y un fusil automático que le llevó a Francisco al Vaticano. Por eso el Papa rechazó la donación macrista, dirán un Nelson Morales Castro, un Joaquín Bonelli Solá.

Así como intenso, el bombardeo es muy preciso sobre las fibras íntimas de un sentido común de aversión a la política muy instalado en millones de compatriotas. “El mandato de la sociedad a Macri es sacar la basura”, exclama un analista pretendidamente agudo, que añade sin más que lo de López y todos y todas los K se trata de “dineros públicos”, mientras lo de Macri con los Panamá Papers y la cuenta en Bahamas “tiene que ver con la actividad privada” del tipo, como si antes de llegar a la Presidencia no hubiera sido jefe de Gobierno porteño varios años, como si en la construcción de su fortuna familiar no hubieran mediado negociados con sucesivos gobiernos, como por ejemplo justamente los realizados a través de la concesión de obras públicas. Pero no. Ahora la bomba informativa es que la coima de las empresas contratistas a los funcionarios públicos empezó en 2003 y sólo se limitó al kirchnerismo.

“Es el fin del kirchnerismo como fuerza política”, bombardean a los cuatro vientos monopolizados los pilotos de los aviones mediáticos, que parecen no tomar en cuenta que las cosas no son tan sencillas. Y vale en este sentido volver al 55, cuando fusilamientos en basurales, proscripción y demonización arreciaron sobre el peronismo; o al 76, cuando el pretendido republicanismo y la honestidad del anti peronismo se manifestaron con más ferocidad y angurria que nunca.

Cómo no remitir a esos tiempos este presente, donde la feroz violencia simbólica bombardea para legitimar la más que probable violencia física, la reedición de represiones a gran escala. Porque acá no se está terminando nada. La restauración conservadora no puede esconder en ningún monasterio los despidos, los tarifazos, el precio del kilo de asado. Ni tampoco las expresiones de identidad política de las mayorías que sufren la realidad.

Como en el 55, como en el 76, acá se resiste, se da pelea, la vida amenazada se aferra cada vez más a la vida. La pena es que con un montón de cosas vamos a tener que empezar otra vez desde muy abajo. La alegría es que somos un montón los que no vamos a dejar, otra vez, que los bombardeos del odio gorila nos destruyan del todo.

Fuente: El Eslabón