A través del hueco del ascensor de la torre Gricón en la que vive, Estela Peirano descubrió una puertita Luis XIV. Al cruzarla, se encontró de repente entre las bambalinas del Teatro Colón de Urquiza y Corrientes, el 19 de mayo de 1904, el día de su inauguración. Más o menos así empieza La novela histórica de Corazón, de Agustín González (Rosario, 1983), editada en 2016 por el sello local Danke, que propone visitar, sin nostalgias y con mucha imaginación, la ciudad que fuimos.
La novela histórica de Corazón no es una novela histórica, pero es una historia que como muchas de las que se maquinan en la literatura, transmutan verdades extraordinarias. En este caso, los mitos de la ciudad (incluso, el de origen) organizados alrededor del teatro lírico de Rosario que funcionó entre 1904 y 1959, cuando finalmente la Fusiladora lo derrumbó para hacer un estacionamiento.
La narradora de esta nouvelle es Corazón, la gatita escritora de Estela Peirano, nuestra heroína que viajó 100 años al pasado, para vivir en una ciudad que supo ser moderna y cosmopolita, y por la que, precisamente en esa esquina céntrica, desfilaron los personajes más distinguidos de la cultura local y mundial del siglo pasado. Estela Peirano, alojada en el Hotel Roma, traba amistad, entre otros, con Federico García Lorca, la bailarina rusa Anna Pavlova, y el propio Albert Einstein, quien ensaya su teoría de la relatividad cuando la protagonista le comenta, con preocupación, su situación de viajera del tiempo.
De la crema local, Peirano hace junta con la poeta y artista plástica Emilia Berolé y con el escritor Fausto Hernández que, entre vermouth y vermouth, le comenta su polémica hipótesis sobre la no fundación de la ciudad de Rosario, cuando era Arroyo del Medio un poblado habitado únicamente por los indios calchaquíes traídos del norte de la provincia. “Rosario se distingue fundamentalmente de aquellas otras ciudades argentinas porque se creó en colaboración con el indio, y no en guerra contra ellos”, apuntó Fausto.
González, que ya había utilizado el recurso de la voz narrativa animal en una publicación anterior, El libro de cuentos de Corazón (Danke, 2014), construye un relato rico y versátil, que combina datos de rigor con la ficción y lo fantástico. La Rosario prostibularia, avistada en los viajes en globo del matrimonio Silimbani, y las sesiones espiritistas que los artistas de la época celebraban en el instituto Mozart, el conservatorio de música emplazado en la esquina donde hoy funciona una desapasionada sucursal de la cadena de carnicerías Don Beef.
Más allá del lenguaje elegante, candoroso y juguetón (si se considera el estilo felino), La novela histórica de Corazón tiene detrás un intenso estudio de la historiografía local que el autor enumera en una nota al final del libro, detallando obras como Vida Cotidiana. Rosario Siglo XX de Rafael Oscar Ielpi, Imágenes de la memoria de Ielpi y Gary Vila Ortiz, o Historia de Rosario de Juan Álvarez, y las publicaciones del ya citado Fausto Hernández. Y aunque muy vanidosa, Rosario no gira sobre sí misma, por eso todas las aventuras de Peirano están atravesadas por la historia argentina y en un sentido profundamente crítico: como una suerte de revisionismo vintage que pone en práctica nuestra excéntrica heroína que por momentos hasta nos recuerda a Forrest Gump.
Sin intenciones de spoilear, ponemos como ejemplo el asesinato de Francisco Netri, impulsor del grito de Alcorta, que ocurre en las narices de la protagonista en plena sesión de peluquería. La perlita es Eva, la abanderada de los humildes a quien Estela le estrecha amorosamente la mano, en el balcón de la jefatura. No se preocupen, el viaje de Peirano recién empieza. Es más, estamos en condiciones de afirmar que no se termina nunca.