Tal como ocurre en cualquier espacio colectivo de la ciudad, el clásico agita las aguas en la Cooperativa La Masa, la fábrica de comunicación autogestionada que está pronta a celebrar sus primeros diez años de existencia y que produce, además del periódico que en este momento usted tiene en sus manos, el portal Redacción Rosario, los programas radiales Noticias Piratas y Poné la Pava, y otros varios servicios de prensa más. La proximidad de un nuevo enfrentamiento entre Canayas y Leprosos reaviva las llamas de la pasión propia y las ganas de cargar al rival de siempre en caso de conseguir un resultado favorable entre las paredes de la casa que cobija a este grupo de trabajadoras y trabajadores que –aunque se cuelen algunos hinchas de Boca, de Independiente y de River– en su inmensa mayoría es de Central o de Newell’s. De Newell’s o de Central.

Defender los colores

“Muchas discusiones aparecieron, no por el clásico sino por otras cuestiones, como por ejemplo los colores que se usan en la tapa de el eslabón”, reconoce el presidente de La Masa, el canaya Manolo Robles. “Una producción puntual fue la de Superchango, un superhéroe que combatía contra las empresas formadoras de precios, que tenía una malla enteriza negra y una capa roja, que por supuesto pasó a ser naranja gracias a la magia de los programas editores de imagen”, recuerda el oriundo de Chaco entre risas, y añade: “Y ahora volvió a pasar con las entradas de la fiesta del jueves 14, que para mí, aunque me quieran convencer de lo contrario, es muy rojinegra”.

El director y uno de los 5 fundadores de este semanario en 1999, el leproso Juane Basso, acota: “Incluso hubo una discusión por el color del logo de La Masa, para que quede bien claro que sea naranja (y no rojo), color que se arrastra de el eslabón. Lo que pasa es que en el nacimiento del periódico no había rivalidad, porque no había hinchas de Central y además ninguno era rosarino. Éramos dos de Newell’s y el resto de Colón, Boca y San Lorenzo. En la construcción de la cooperativa sí hay una presencia fuerte de esa dualidad y es algo que está muy presente, aunque no hubo grandes conflictos”.

“En la cooperativa vivimos con mucha intensidad, pero a la vez con amor y cariño, el tema del clásico”, se engancha la redactora Laura Hintze, y se explaya: “Hay una complicidad re linda con los compañeros y compañeras de Central, obviamente, pero también disfrutamos la cargada con los de Newell’s, que no tienen nada que ver con la violencia estúpida, sino con el compartir el trabajo y las pasiones con amigos, porque en la cooperativa lo que abunda es la amistad”.

José Dalonso, quien también aporta su pluma a las páginas de este medio gráfico y se desvive por el equipo del Parque Independencia, confiesa que cuando su equipo se queda con el triunfo no le gusta “cargar enseguida, ni al día siguiente”. “Pienso que el otro seguramente está mal y que si lo hago lo haría sentir peor, entonces prefiero dejar que pasen un par de días. Excepto con mi archirrival de toda la vida, que es mi vieja. Con ella sí, nos cargamos y mucho”, cuenta entre risas, y se descuelga con una anécdota imperdible: “En el Nacional del 74, íbamos 2 a 2 en el Parque y en el último minuto cobran penal para Central. Y lo pateaba Kempes, gol cantado. A mí me agarró un ataque de llanto y mi vieja se puso a rezar, en contra de sus sentimientos, para que Mario errara el penal. ¡Y lo erró! Después, a medida que yo crecí, se transformó en una rival terrible, hasta el día de hoy que tiene 83 años”.

Amor a la camiseta

En las partidas de nacimiento de Juane y Manolo no figura el nombre de esta ciudad, que sí los adoptó siendo estudiantes y los sumergió más aún en la pasión futbolera. Basso, nacido en Paraná y que vivió muchos años en Rufino, le debe el contagio de Lepra a su abuelo “que era un rosarino muy fanático, enfermo” de Newell’s. “Él casi no podía ver los partidos porque se ponía como loco, incluso tenía recomendaciones del médico. Sólo le dejaban ver Fútbol de Primera, y no quería saber el resultado hasta que lo veía ahí. Así sufría poco, porque apenas pasaban en un ratito los goles”, se ríe. “Hasta los 6 años viví con él, porque mi vieja estaba presa durante la dictadura. Cuando ella, que era de Central, salió de la cárcel, ya no había marcha atrás. Después mi vieja forma pareja con otro compañero, a quien adopté como mi padre e incluso me dio el apellido, y también hincha de Central”, agrega el referente de Hijos Rosario, cuyo padre biológico Emilio Feresín (militante montonero asesinado por la última dictadura), simpatizaba con River, aunque le queda el consuelo de sus hermanos, todos leprosos.

Robles, por su parte, nació en Resistencia, y de pibe le tiraban los colores de Chaco For Ever y de Boca. Pero puso un pie en suelo rosarino y la banda de muchachos con los que se mezcló lo encanayó al toque y para siempre. “Ni bien llegué, en el 86, me insistían «chaqueño vamos a la cancha, dale». Yo siempre iba a ver a For Ever, porque desde chiquito me llevaba mi tío, y aunque simpatizaba por Boca creo que el ser hincha tiene que ver con ir a la cancha, y a la primera que me llevaron en Rosario fue a la de Central”.

Laura Hintze, quien se dio el gusto de regalarle una camiseta canaya al presidente Evo Morales en un encuentro de juventudes en Bolivia, y de entregarle otra a Lucía Topolanski, para que se la haga llegar a su esposo y ex mandatario uruguayo José Pepe Mujica, reseña: “Soy hincha de Central por mi papá, que además me empezó a llevar a la cancha de chiquita. Al principio fue algo que ni se discutió, y que me hace muy feliz y lo comparto con él, pero después lo elegí yo también, no es que fui indiferente a eso. Y me encanta decirme hincha de Central cada vez que puedo”.

Foto: Manuel Costa.

“Se podría decir que la pasión en la familia tiene la misma edad que el club, porque mi abuelo es del 1900 y era hincha de Newell’s desde siempre. Es imposible que haya un Dalonso que no sea leproso”, se agranda José, autor de una biografía del Tata Martino, y argumenta: “Mi abuelo tenía un almacén y en vez de tener productos en exhibición, tenía recortes de fotos de jugadores. Además vivimos en el barrio. No nos podemos imaginar de otra manera”.

En mi cabeza hay un gol

A estos integrantes de La Masa se les dibuja una sonrisa de oreja a oreja cuando se los invita a recordar un gol, un partido, un momento que tenga al derby de la ciudad como escenario.

Arranca Manolo: “El gol que más grité fue el del Tom Arriola, después de los 22 años sin ganar en el Parque. Ese partido terminó 2 a 0, ya que antes había marcado Figueroa”, y tira: “En el 4 a 0 no estuve en la cancha, porque estaba en el Chaco, pero también lo disfruté muchísimo”. A lo que Juane, devuelve: “Yo sí estuve en ese partido en cancha de ustedes, y lo recuerdo bien porque después se transformó en una cargada en contra, cuestiones del folclore. Pero fui testigo del rol de la hinchada, que se quedó hasta el final. Lo otro, lo que pasó adentro con los jugadores, se puede discutir; pero la gente no abandonó”. Y se suma a la consigna: “Recuerdo un partidazo en el 99 que terminó 4 a 3, en cancha de Newell’s. Hay un golazo que hace la Chancha Real. La picó por arriba y se metió en un ángulo. Un gol de otro partido”.

Su compañero de tribuna, José Dalonso, asegura que en su cabeza permanecen los clásicos del 72 a la actualidad. “Me los acuerdo a todos, desde que empiezo a tener uso de razón”, se jacta y selecciona: “Los que más recuerdo, lógicamente, son los ligados a triunfos o de los años que salimos campeones, como los de Bielsa, pero si tengo que elegir uno me quedo con el primero. Fue en el 75, con la hinchada rival enfrente. Terminó 1 a 1, ambos jugaron con muchos suplentes porque estaban jugando la Libertadores y el gol de Newell’s lo metió Valdano”.

Foto: Manuel Costa.

Hintze trae a su memoria el de Germán Rivarola, en el cruce de la Copa Sudamericana: “El clásico del Pirulazo fue la primera vez que me dejaron ir sola al Monumento después de la cancha, a la que además fuimos con varios amiguitos de la escuela y mi papá. El eliminarlos de una copa internacional fue lo máximo, pero sobre todo porque yo en esa época estaba perdidamente enamorada de Ojeda, que fue el héroe después de atajar esa pelota del final” al uruguayo Santiago Silva.

No se escucha, no se escucha

Hace rato ya que las puertas de los estadios del fútbol argentino se abren, en el torneo local, sólo para la parcialidad dueña de casa. Y como la prohibición parece que seguirá un buen tiempo más, canayas y leprosos lamentan y extrañan no tener a sus archirrivales en las tribunas de enfrente.

“El punto de partida de la violencia es cuando empezas a naturalizar cosas que no tienen nada que ver con el folclore, cantando esas canciones de «voy a matar» al otro. Y te lo dice alguien que lo ha hecho”, reconoce José, y admite: “Extraño tremendamente las canchas de ambos equipos dividas en dos y el duelo de las hinchadas para ver quién alentaba más. Yo llegué a ver partidos en los que las hinchadas estaban separadas solamente por un cordón policial y nadie agredía a nadie”.

“La inmensa mayoría de los hinchas no tiene nada que ver con los violentos, ni se les ocurre matar a nadie o prender fuego nada. Lo que queremos es ir a la cancha cada vez que se pueda, y no sólo a la nuestra porque una de las cosas más lindas es viajar a ver a Central, algo que por suerte pude compartir con compañeros de La Masa, y entendemos que sería hermoso que vuelvan los hinchas visitantes, sobre todo ahora que ni por tele podemos ver los partidos que no se juegan en el Gigante”, aporta al reclamo Laura.

“Yo no sé si el problema de la violencia en el fútbol se da por la presencia de hinchadas local y visitante en una misma cancha, creo que es algo más complejo que eso”, analiza Juane, y elige una vivencia propia para reforzar su postura: “Una vez llevé a un primo de 11 años al clásico, y en un momento la cana empezó a los tiros, hubo una estampida tremenda. Y no pasó nada pero mi primito se pegó un cagazo bárbaro y no quiso entrar. Y no había visitantes. En Newell’s ya han pasado estas cosas, enfrentamientos entre hinchas y policía, o entre facciones de la barra”.

“Me encantaría que vuelvan, para volver a tener el verdadero folclore del fútbol”, se entusiasma Manolo, pero aclara: “A la vez, no sé cómo hacer para garantizar eso, no me parece un tema sencillo más allá de mis ganas y mis deseos. Sobre todo por el manejo de la Policía”.

Por lo pronto, después que Pitana pite el final de la nueva edición del clásico más pasional de la Argentina, el grupo de WhatsApp de La Masa estallará de cargadas o análisis de jugadas polémicas. Pasados un par de días, todo volverá a la normalidad, al menos hasta que Canayas y Leprosos, Leprosos y Canayas, se vuelvan a enfrentar.

 

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Un comentario

  1. adhemar

    10/12/2017 en 21:22

    «Estan los tiempos estos para gastarlos en la imbecilidad de anécdotas? .

    Responder

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