Son cerca de las cinco de la mañana y las luces blancas del salón se prendieron hace un rato. Algunos todavía se rascan los ojos e intentan acostumbrarse al impacto; otros tantos ya lo sobrevivieron y continúan pidiendo el último trago de porrón, tirándose el último paso. Los que se llevan la fiesta –a otro lugar, seguramente– están en un rincón, meta sacudir la mano de un brazo alzado. Alejandra está ahí: tacos altos y vestido negro ajustado, corto y escotado; rulos armados impecables, rapado a un costado. Hay indicios de un maquillaje tempranero, ahora se lo ve mezclado con el brillo del calor de tanta cumbia y agite. Alejandra Gómez Sáenz tiene 29 años. Es militante, referente, peronista, feminista y la cara del afiche. Es que mientras entona la marcha como mejor suena, al ritmo de la caravana y el sentimiento, es candidata a representar a los rosarinos y rosarinas en el Concejo por el Frente Justicialista. Las elecciones de ese octubre la van a dejar a un paso de la banca. Sin embargo, una noche como esa, como tantas otras que fueron y van a ser, los pasos fueron de a diez y para adelante. Las referentas de ahora son así, así se construyen y necesitan: mostrando las más lindas piernas, yendo y viniendo entre cuestionamientos y construcciones, arrastradas por el tsunami feminista que se llevó por delante todo; incluídas a ellas.
No pasó tanto tiempo, por eso todavía llama la atención cruzarse con la candidata que no se fue a dormir temprano, no es tan normal, aunque cada vez más. A lo mejor, hace un par de años podría haberlo pensado dos veces. Capaz se rescataba, capaz le pedían que se rescate. Alejandra no lo sabe, simplemente la pasa bien. “Yo lo disfruto, lo valoro y lo defiendo. Festejar con alegría más allá de las penurias es un rasgo muy de las travas y del peronismo”, le dice a el eslabón, y marca su forma de entender todo: lo que le guste, lo que no le guste, todo lo personal, es político.
Tampoco pasó tanto tiempo de que Alejandra se diga feminista. Primero llegaron las otras etiquetas: militante, peronista, militante de la diversidad, madre. Después vinieron las incomodidades y al final, si, el momento de decirse feminista. “Fue una de las cosas más lindas que me pasó en la vida: encontrarme y que sea con mis compañeras. Fueron momentos muy catárticos primero, y después de mucha reflexión y formación. Ahora es una postura política que dio un tremendo paso a la praxis”.
De los bombones al paro
Los 8 de marzo, como el que se viene, todavía son novedad. O para que valga la redundancia: no pasó tanto tiempo de que no querer ni flores ni bombones, para ser una consigna para el paro al patrón o al menos una manifestación activa contra el sistema y la violencia de género.
Las marchas de mujeres todavía son las primeras marchas de muchas mujeres y el feminismo es algo nuevo, hasta desconocido, en la mayoría de las que copan la calle.
Lo novedoso se traslada a los espacios de militancia, a los partidos políticos, a los movimientos sociales, donde no sólo las mujeres se encuentran con un nuevo paradigma en el plano personal y colectivo, sino también los varones –al menos los que quieran escuchar– y sobre todo, la organización. De a poco, lo feminista no es sólo atenerse a cambiar y estar atentos a la agenda del feminismo. Es también encontrarle la vuelta para que sea una forma de ver el mundo que atraviese por completo las consignas, los reclamos, la agenda, la vida.
“Una muchas veces no se da cuenta que es feminista, que aunque no lo diga ya estaba siéndolo. Eso me pasó a mí”, dice Camila Arce, referente de la Red Argentina de Jóvenes y Adolescentes Positivos (Rajap). “Nadie nace feminista. Es un ejercicio diario. Pero lo que yo siento es que decirlo nos ha salvado a todas”.
Hace apenas tres, cuatro años, que Camila va a las marchas del Día de la Mujer. No sabe por qué no iba antes, aunque arriesga: o no estaba identificada, o era más piba. Pero ahora es distinto. La lucha, dice, es cada vez más propia. Camila tiene 23 años y vive con VIH/Sida. Como Alejandra, también es feminista, militante activa, referente en su espacio. Y como Alejandra, no empezó todo en el feminismo. Primero fue militar la red y ser feminista sin saberlo. Después fue animarse a decirlo. Ahora es volverlo transversal a su agenda: la personal, la colectiva y la política, que es todo.
Camila fue una de las tres coordinadoras nacionales de Rajap entre 2016 y 2017, la acompañaban un varón, de Buenos Aires, y otra chica, de Bariloche.
“Era la primera vez en la red que las mujeres íbamos a tener ese poder y legitimidad. Era poderoso y obvio que las mujeres íbamos a entrar en agenda”, recuerda. La invisibilización de las mujeres fue un tema de discusión y de molestia permanente. Un tema difícil de instalar, que todavía cuesta: en las últimas elecciones, Rajap eligió tres varones para representar la red. “El tema está muy resistido. Ya sea para hablar de feminismo o para posicionar mujeres. Los varones o quieren opinar de todo lo que nos pasa o no les importa”.
El proceso fue simultáneo: en la Red y en la vida. Camila se construye todos los días feminista, sobre todo desde que empezó a decirse. Mientras empujaba con sus fuerzas al feminismo para que entre en la Red, a nivel personal lidiaba con ese ruido que generan la incomodidad, algunos cambios. Camila recuerda una frase que leyó pintada en una pared. Decía que la de al lado no es competencia, es compañera. Esa frase, dice, la hizo sentir bien. “Yo era muy machista, era celosa, por ejemplo. Pero de a poco empecé a ver todo de otra manera. Venía participando de un grupo de lectura feminista y leíamos sobre la historia del feminismo, pero no me sentía muy identificada. Pero todo cambió cuando se empezó a hablar de la violencia y de lo que tenemos naturalizado. Yo tenía una relación bastante violenta desde lo psicológico y no me daba cuenta. Una es feminista por muchas razones, pero principalmente a la hora de tener convicción y decir bueno, basta de violencia, de desigualdad. Fue con esas situaciones que me di cuenta que estaba más para ese lado que otro”.
La rama femenina
Alejandra Gómez Sáenz cayó en el feminismo a través de la militancia en diversidad, después de que su hermano salga del clóset. “Siempre me emociona pensar en el momento en que él nos contó que es gay, porque pensé en lo injusto de su incomodidad. Yo milité la diversidad entendiendo que es una mayoría que aún no tenía derechos cumpidos; como militaría otras situaciones, niñez por ejemplo. Y entonces, en relación al movimiento de mujeres, también me generó un alejamiento esta cosa de mujeres-concha. Hoy estamos en otro momento, pero para mí eso también fue difícil, porque siempre milité pensando en la diversidad, en las travestis, los putos, las tortas. Y en eso, quedó atrás enlazar mis situaciones personales en esas luchas”.
Ser y decirse feminista fue, para Alejandra, encontrarse en sus propias incomodidades. Y eso fue lo más difícil. “Darme cuenta si viví un acoso, por ejemplo, o que una situación casi rozó un abuso, o cuando hay realmente un abuso de poder, o si yo aporté a masculinizar mi organización, competí con una compañera, me tuve que hacer macho, etcétera”. También fue encontrarse dentro de lo suyo: los movimientos, los partidos y sobre todo el peronismo. Para ella, el feminismo era una postura alejada de lo partidario y casi una contradicción con el peronismo. El proceso de encuentro entre las partes fue con sus compañeros y compañeras en el espacio que milita, el Ateneo John William Cooke.
“Nosotras, dentro de nuestro movimiento, empezamos a poder lanzarnos desde el feminismo juntas, y con eso encontramos dentro del feminismo, que es tan amplio, a nuestras referentas del feminismo popular. E incluso en la lectura de Eva vimos estos rasgos feministas: vimos a Eva tirándole la pelota a las compañeras para que organicen la rama femenina del partido y la forma en que lo lleva adelante”, dice Alejandra, que menciona a sus compañeras y remarca: el proceso de ser feminista no fue sola. La joven desea ahora no tener que aclarar más. Ya no decir soy Alejandra, feminista y peronista. El paso que sigue es lo transversal del movimiento de mujeres a los movimientos políticos. Y en eso anda ella. “A mí me interesa liberar la patria, no liberarme sola. Por eso creo que es urgente que la patria se libere, porque no va a existir mujer, puto, ni trava liberadas sin patria liberada”.
Fuente: El Eslabón