Lo que nació como un taller para sacar de la calle a los pibes del populoso barrio La Lata, derivó en un equipo de futsal que ya se coronó campeón en distintas categorías de la Asociación Rosarina, y que participará de un campeonato nacional en Ushuaia.

Hace apenas un par de años, Giuliano Baruzzo desembarcó en la parroquia Madre de Dios, ubicada en Paraguay y Amenábar, de la mano de los sacerdotes Fabián Belay y Gonzalo Carbone, para tratar de transformar la realidad de pibes y pibas de ese populoso barrio de la zona sur rosarina conocido como villa La Lata. Tras realizar una gran cantidad de talleres de variados rubros como música, oficios y cocina, notaron que cuando una pelota de fútbol picaba, el revuelo era mucho mayor y decidieron profundizar la práctica del deporte de la redonda, aunque no en su versión tradicional, y terminaron dándole vida al Club Atlético María Madre La Lata. “El club como tal representa un brazo más que tenemos desde la parroquia”, dice de entrada el actual coordinador deportivo de la movida que se inició en 2015, “con la idea de hacer un abordaje integral sobre las problemáticas de los chicos del barrio, y sobre todo de la cuestión de las adicciones que había”. “Lo primero que hicimos fue abrir las puertas, porque la parroquia estaba cerrada, para crear un espacio social con metegol, ping pong y una canchita de fútbol-tenis que pusimos en la vereda. La idea era lograr que los pibes se acerquen, para que no estén en la esquina, donde estaban consumiendo”, agrega Baruzzo.

“Para lograr esa contención, surgieron los talleres culturales, de guitarra, percusión, danza, educativos, de electricidad, carpintería, diseño, costura, cocina”, enumera Giuliano, y agrega: “Y en el medio de esta movida, se decidió fundar un club para abordarlo desde el deporte porque notábamos que si bien todos los talleres funcionaban, a los chicos les costaba mucho la perseverancia, y lo que más les gustaba era el fútbol. Así que a principios de 2016 fundamos el Club Atlético María Madre La Lata”.

Conseguir un espacio para poder entrenar, fue una de las primeras complicaciones que surgieron en el andar. “Empezamos exclusivamente como un club de futsal, y no de campo, porque la única posibilidad de entrenar que teníamos era en las plazas”, señala el coordinador deportivo de esta movida, y detalla: “Las primeras prácticas fueron en la plaza Saavedra (Saavedra e Italia), en el playón que está atrás de Gendarmería. También nos prestaban la canchita del Padre Claret, donde nace la famosa historia de que la primera vez que íbamos para la canchita, caminando por calle Paraguay, antes de cruzar 27 de Febrero hay una verdulería, a mano izquierda, y los chicos se robaron hasta la última mandarina y la gente se puso a gritarle a los pibes para que devuelvan todo (risas)”.

Los inicios fueron difíciles, recuerda Baruzzo. “Lidiamos con un montón de cosas, porque muchas veces los chicos llegan en situaciones complicadas por el consumo, con problemas de la familia y demás”, admite, y añade: “De a poco fuimos caminando, creciendo, y pasamos de las primeras prácticas que eran un caos absoluto, a realmente dejar de jugar a la pelota para comenzar a practicar un deporte, con todo lo que eso implica: ejercitación, rutina física y aprender las reglas del fútbol de salón, que para ellos era algo nuevo”.

A la lata

En 2017, la Asociación Rosarina de Fútbol de Salón (Arofusa) les otorgó una plaza para poder competir en las categorías más chicas: Pre infantil, de 7 a 9 años; Infantil, de 10 y 11; y Menor, de 12 y 13 años. “Ahí arranca una competencia más fuerte –confía Giuliano–, y el barrio empieza a tenerle más respeto al club, a mirarlo con más seriedad, porque de repente teníamos que ir a competir contra Newell’s en el Estadio Cubierto o contra Central en su cancha”.

Con camiseta blanca con una franja celeste cruzada en diagonal, en el sentido contrario a la de River, Madre María La Lata salió a la cancha y rápidamente dejó en claro que aquello que había nacido como un proyecto de inclusión que utilizaba al fútbol como herramienta transformadora, se había transformado en un equipo con todas las letras.

Tras destacar que “los chicos empezaron a andar muy bien” en la disciplina, el entrevistado enumera los logros que en poco tiempo pasaron a iluminar las vitrinas de la humilde institución: “La categoría Infantil se consagró campeona a mitad del año pasado, la Pre infantil subcampeona, y el año terminó con la menor también como campeona”. Y ante el surgimiento de pibes que la tienen clara y la rompen con la pelota entre los pies, aclara: “Por una política nuestra, no le cedemos ningún jugador a otro club de la ciudad. Obvio que no pondremos ninguna resistencia si alguien desea ir a otro lado. Y si observamos que alguno tiene posibilidades de dedicarse a esto, haremos contacto con clubes de Buenos Aires, que de hecho ya tenemos un chico en la pensión de River. Porque acá es amateur, entonces, en vez de jugar en Newell’s o Central, prefieren quedarse”.

Los muchachos de la zona sur, acorde a los tiempos que corren, también abrieron un espacio para las chicas, que venían reclamando un lugar. “El club sigue creciendo, así que abrimos hockey. También conseguimos el apoyo del polideportivo 9 de Julio, que nos prestó la pileta para practicar natación masculina y femenina para adultos. Hoy en día contamos con siete categorías de fútbol de salón, que incluye una de futsal femenino, tenis de mesa y taekwondo”.

No me importa lo que digan

“Hemos tenido experiencias lindas y no tanto”, admite Giuliano cuando se le pregunta sobre el trato que reciben por el sólo hecho de provenir de una zona humilde de la ciudad. “Vale remarcar que de parte de las instituciones siempre hemos recibido una mano, las puertas abiertas, porque también siempre hemos mostrado que somos un club como cualquiera, respetuoso”, aclara el dirigente de La Lata, y asegura que de los grandes, como la Lepra y el Canaya, siempre han recibido un trato “de igual a igual”.

Contrariamente a estos buenos ejemplos, el referente de la entidad revela que “hace poco nos pasó cuando fuimos a jugar de visitante, que una profe escuchó a los padres del otro club tratarnos como ‘los negritos de La Lata’, pero no se puede por eso responsabilizar a los clubes”.

Acostumbrados a gambetear obstáculos, superar la discriminación de algunos rivales será un partido más a ganar. “Al principio tuvimos que trabajar con la falta de disciplina de los chicos, tuvimos que remarla solos desde lo económico, la carencia de un lugar físico propio para entrenar, y a veces llegábamos a los playones y estaban ocupados, así que teníamos que jugar por la cancha o nos echaban, tuvimos que lidiar con la problemática de las adicciones, de consumo y de violencia familiar”, rememora el directivo. El club le abre las puertas a unos 280 chicos y chicas, e incluye un EEMPA y una escuela Primaria para adultos mayores. “Obstáculos hubo muchísimos, pero las ganas de trabajar y cambiar fueron mayores”, sentencia.

Yo volveré a las calles

Aún con la algarabía que les producía el campeonato logrado en futsal –que les habilita un pasaje al Torneo Nacional de Clubes, que se disputará desde septiembre en la lejana Ushuaia, capital de Tierra del Fuego– los pibes del María Madre La Lata fueron sorprendidos con la imposibilidad de ingresar al predio de la ex Rural, donde entrenan habitualmente.

Y la desazón no fue para menos. Es que a ese lugar que encontraron en situación de abandono lo convirtieron en una cancha de fútbol de salón, a todo trapo.

La cosa es así: “El lugar le pertenece a la Provincia, que se la concesiona a la Municipalidad, que a su vez se la deja a cargo a la Secretaría de Turismo y Deporte. La Secretaría tiene firmado un convenio con la Asociación Rosarina de Fútbol de Salón, en el cual le cede uno de los galpones para el uso semanal. Y como la asociación no lo podía mantener, nos propone a nosotros que nos hagamos cargo, que lo mantengamos limpio y que lo pongamos a disposición para que allí se jueguen los partidos que programa la asociación. Así que ahí se juegan un montón de partidos, porque varios clubes no tienen dónde hacer de local”, explica Giuliano Baruzzo.

Así fue como desde febrero pasado, el piberío de La Lata puso un pié en la ex Rural, y se comenzó a darle vida. “Le hicimos varias mejoras, no sólo mantenimiento y limpieza sino que hemos colocado tribunas, tablero electrónico, bancos de suplentes. Realmente hemos hecho de un galpón abandonado un estadio de fútbol”, asegura el directivo de la institución barrial, y lamenta: “El mayor problema es que no tenemos ningún convenio firmado y cuando la Municipalidad pone a disposición ese predio para otra actividad, como sucedió la vez pasada, nosotros nos quedamos en la calle”.

Así fue que se llegó a la situación de desalojo con la que se encontraron a horas de haberse consagrado campeones, y que respondieron con un contundente posteo que luego se hizo viral: “La falta de compromiso político nos volvió a dejar en la calle, pero nacimos en las plazas y volvimos a las plazas. ¡Nada nos frena!”.

La respuesta de los funcionarios locales y provinciales no tardó en llegar, pero trajo soluciones a medias. “Nos reunimos con la gente de Desarrollo Social, de provincia y de la Municipalidad, y con los funcionarios del área de deporte, y la respuesta del Estado fue, por un lado, que pudimos volver a entrar a la ex Rural, y se comprometieron a tener una mayor organización interna para que cuando sea necesario ceder la Rural, seamos avisados con anticipación, y no nos pase lo de la otra vez”, relata Baruzzo. Era todo muy lindo hasta que llegaron los ‘peros’, y la notificación de que en unos meses se tendrán que despedir del lugar. “Es una realidad que esto es una solución momentánea porque en septiembre comenzarán las obras de refacción en ese predio, y nadie sabe bien para qué se va a usar. Nosotros propusimos que se cree un espacio para hacer deporte, que nosotros nos hacemos cargo pero que esté al servicio de la ciudad, de los clubes. Incluso, le presentamos una estadística en la que se señala la cantidad de partidos que se jugaron allí sin que nosotros participáramos”, añade el dirigente.

Así las cosas, a los chicos no les quedarán muchas más alternativas que volver a patear en la calle “mientras charlamos con la provincia para ver si nos pueden dar una solución”, según indica Giuliano, y concluye: “Por lo pronto volveremos a las plazas, a hablar con el Padre Claret, donde antes hacíamos de local. Esperamos respuestas de la provincia, confiamos en que no nos dejarán en la calle”.

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