Los efectos nocivos de la megadevaluación se hacen sentir en la mayoría de la sociedad, que ve cómo sus ingresos se pulverizan frente a la disparada inflacionaria. El encarecimiento del dólar trajo faltante de productos, especulación, aumentos desproporcionados de precios. La crisis financiera pegó donde más duele, en la canasta de alimentos básicos. El gobierno de Cambiemos está obsesionado con la cuestión del “déficit cero”, en un contexto de recesión económica, caída de la industria y del consumo, inflación galopante, desempleo y pobreza en alza. La “austeridad”, ante todo. Es la fiel expresión de un programa neoliberal que fracasa en el mundo entero, y que en la Argentina cosecha calamidades que comenzaron a sembrarse en diciembre de 2015.
Después del brusco aumento en el tipo de cambio, hay estimaciones inflacionarias de privados que se acercan al 50 por ciento para todo 2018. El Ministerio de Hacienda admitió, en un documento que se filtró a la prensa, que la inflación será este año del 42 por ciento. Estas proyecciones reflejan un escenario de severo deterioro socio-laboral-productivo. El billete estadounidense trepó 10 pesos de sopetón y generó un descalabro de precios. Varios días después de la nueva corrida, las principales empresas proveedoras de alimentos de consumo masivo, tras retacear entrega de productos, remarcaron de lo lindo y los supermercadistas lo trasladaron enseguida a las góndolas.
El lunes pasado, Macri les habló a los argentinos durante 25 minutos. Entre otros tópicos de su mensaje grabado, defendió su gestión y repartió culpas de la grave crisis entre el gobierno anterior, al “escándalo de los cuadernos” y situaciones externas “fuera de nuestro control”. Si bien su gobierno desmanteló todo tipo de intervenciones estatales en la economía en nombre del libre mercado, dejando que los principales formadores de precios internos se muevan con soltura, anunció que habrá retenciones para exportadores y que relanzará el plan Precios Cuidados creado durante el kirchnerismo, que el propio Cambiemos se encargó de desarmar.
El presidente, que primero había dicho que no pasaba nada y días después afirmó que estábamos en graves problemas, reconoció que por la suba del dólar y la consecuente disparada inflacionaria “la pobreza va a aumentar”. Antes de llegar a la Casa Rosada, Macri dijo que bajar la inflación era lo más fácil del mundo, que el dólar no sería un problema y que un gobierno que no pudiera domar los precios exponía su incapacidad para gestionar la economía. A confesión de parte, relevo de pruebas. También anunció que frente a la suba de precios reforzarán ingresos para sectores populares, como la asignación universal por hijo, aunque el plus de 2.700 pesos por hijo repartidos en dos bonos dista de sofocar el fuego inflacionario.
En lo que va del año, de acuerdo a diferentes relevamientos privados, la harina trepó un 85 por ciento promedio y el pan 67 por ciento. Carnicería, almacén y verdulería, entre los rubros que mostraron mayor variación de precios. El Ceso que dirige el economista Andrés Asiain midió una inflación en agosto del 3,4 por ciento y 31,2 en lo que va del año. Con la estampida del dólar se dispararon los costos, se frenaron las ventas, se cortó la cadena de pagos. Otro golpe para las pymes y para los escuálidos bolsillos de la población, a contramano de los grandes ganadores (bancos, exportadores) que también deja la megadevaluación.
“La inflación avanza a paso firme en 2018. El aumento del dólar, mayor al 100 por ciento, tarifas y combustibles impulsan una aceleración inflacionaria que pone en jaque las metas de inflación delimitadas en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI)”, señalaron en un informe del Ceso regional Santa Fe, que pone el eje del análisis en el consumo masivo, como uno de los principales motores de la economía.
“El impacto sobre los sectores asalariados es muy variado. Algunos han cerrado paritarias con cláusula gatillo. Los sindicatos de mayor capacidad de negociación como camioneros y bancarios, obtuvieron recomposiciones salariales por encima del 25 por ciento. Otra parte de los asalariados han firmado paritarias cercanas al 15 por ciento y no han podido reabrirlas. Sectores como los docentes universitarios aún no han cerrado su paritaria este año. Finalmente, los sectores informales suelen ser los más perjudicados, tanto por el aumento del desempleo como por el bajo poder de negociación”, se indicó en el reporte.
Y se agregó: “La decisión del gobierno nacional de no reabrir paritarias en forma global, está generando un impacto negativo y muy dispar sobre el poder de compra de los asalariados. El techo al salario también impone un techo al consumo, principal motor de la actividad económica. La evolución de los precios en supermercados en Santa Fe (relevados por el Índice de precios de supermercados del Ceso) en julio el presentó un aumento mensual de 6,69 por ciento, acumulando 28,54 por ciento en los primeros siete meses de 2018 y 33,29 por ciento en los últimos doce meses”.
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— CESO (@cesoargentina) 7 de septiembre de 2018
Desde el Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Avellaneda (Undav) señalaron que la crisis desató un combo letal: devaluación, pérdida de poder adquisitivo, caída de salarios en dólares y fuga de capitales.
“El único factor que impide una mayor inflación es la caída en las ventas generalizada que se ve en todos los rubros. La contracara de esto es un retroceso en la producción, lo que presiona sobre el empleo. Es alarmante la capacidad ociosa de la industria en general. La tasa de desempleo estaría pasando los dos dígitos. Así, no se trata si el dólar está alto o muy alto, en verdad se trata de la vida económica de la población, de la gente, que ve cómo se pauperizan sus condiciones materiales y cómo cada vez su trabajo rinde menos”, advirtieron en el documento de la Undav.
“En lo que va del 2018, la Argentina devaluó su moneda un 100,2 por ciento y se posiciona como el país con la mayor desvalorización monetaria del mundo. La siguen Turquía con el 73,9 por ciento, Brasil con 26,8, y Rusia con 15,6 por ciento. “En unas pocas semanas el peso se devaluó en más de un 40 por ciento y sólo en los últimos días un 20 por ciento. El país está atravesando una gravísima crisis cambiaria con consecuencias impredecibles en la economía real”, alertaron en el informe.
En julio pasado, un organismo regulador de Estados Unidos, vinculado a la Security and Exchange Commission (SEC), calificó a la economía argentina como hiperinflacionaria por haber acumulado en los últimos tres años más de 100 por ciento de inflación. Si bien estamos lejos de la hiperinflación desatada durante el último tramo del gobierno de Raúl Alfonsín en 1989, este alocado ritmo de suba de precios que auspicia Cambiemos es insostenible.