En la ronda de las Madres de la plaza 25 de Mayo este jueves todo el mundo quiere abrazar a Iris Pérez. Hay apretones largos, sollozos, carcajadas y charlas mientras se da la tradicional vuelta. Está la gente de siempre, la que sostiene el ritual tal vez con más compromiso ahora que ya ninguna de sus fundadoras puede estar físicamente. También hay otras personas, como estudiantes y graduados de Trabajo Social, que no pudieron evitar la necesidad de llegarse tras la noticia que había volado por las redes sociales dos días atrás: la identificación de los restos de Marisol Pérez (27), una de los suyos, y militante de Montoneros, secuestrada durante la última dictadura cívico militar, un 16 de diciembre de 1976.

Iris anda con las emociones a flor de piel. Sentada sobre una de las fuentes de la calurosa plaza, se ríe y se quiebra varias veces, en oportunidades hace las dos cosas al mismo tiempo, y reconoce ante El Eslabón que el jueves pasado, en el acto por la restitución de los restos de Guillermo White (otro “ex desaparecido” cuyos restos fueron identificado este año), “entre abrazos y emociones compartidas” la embargó “una sensación de que faltaba poco para encontrar a Marisol”, su hermana desaparecida 42 años atrás.

Iris Pérez con los carteles de su hermana y su cuñado, en el último acto en Rosario por el 24 de marzo. | Imagen: Graciela Borda

La semana pasada llamaron de la fiscalía y sin decirles por qué, insistieron en que vayan a la Unidad Especial de Lesa Humanidad las dos hermanas de Marisol juntas, Iris y Magdalena. “Finalmente este martes fuimos y nos informaron que el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) había identificado los restos de Marisol, y no te puedo explicar cómo nos emocionó esa noticia”, intenta describir.

Fueron muchas las frustraciones que, como en tantas historias, debieron enfrentar los familiares de Marisol hasta dar con sus restos. “Cuántas veces la hemos buscado, cuántas veces nos citaron para decirnos que estaban haciendo comparaciones con nuestro ADN, que lo mandaban a EEUU, que lo mandaban a Córdoba, que a Alemania, y siempre era no”, repasa Iris.

“En los juicios nos habíamos enterado, y también a través de compañeros y compañeras sobrevivientes, que Marisol había sido sacada del centro clandestino de detención que funcionó en el ex Servicio de Informaciones (SI), donde estaba cautiva, una madrugada en que la fueron a buscar con el pretexto de que iba a ser trasladada y que ahí Marisol dijo «me van a matar»”, evoca su hermana para dar cuenta de los datos que fueron recabando con la familia. Y continúa el relato: “Las compañeras cuentan que le dijeron a Marisol «va a estar todo bien». Y ella subió y nunca más volvió a ese lugar”.

Iris relata que “hay compañeras como Stella Hernández, sobreviviente del SI, que nos dicen que al día siguiente de esa madrugada, la mujer de (Ricardo) Chomicky (Nilda Folch) tenía puesto su vestido, y Chomicky tenía colgado sobre su hombro el bolsito donde habían puesto las pertenencias de Marisol”. “Para ellas quedó confirmado que esa noche la habían asesinado”, subraya.

El rompecabezas que se fue construyendo con los años arrojó el dato de que Marisol habría sido enterrada en el solar tal del Cementerio La Piedad. “Se hicieron excavaciones, se recogían muestras, se comparaban y nunca daban positivo”, rememora Iris.

Asistente social y militante de la Juventud Universitaria Peronista y Montoneros, Marisol Pérez tenía 27 años cuando fue secuestrada y desaparecida.

“Un día –reseña– conversando con mi hermana (Magdalena) pensamos como posible la hipótesis de lo que había pasado en otros compañeros, en los que se creía tener el cuerpo de un familiar y después se determinaba que no era así. Fuimos fiscalía en agosto o septiembre de 2015 e hicimos una presentación. Luego se producen las elecciones, gana (Mauricio) Macri, y todo se ralentó a partir de ahí, también nuestro entusiasmo”.

Aquella idea, aún con la “pérdida del entusiasmo” que significó el cambio político, disparó el desenlace de la búsqueda. “Ante la llegada de un nuevo fiscal que había sido confirmado –continúa la hermana de Marisol–, nos presentamos y pedimos que retomara el expediente. Así el fiscal Adolfo Villate se conectó con el EAAF, que en Rosario tiene trabajando a Juan Nóbile, y a partir de ahí se realiza la exhumación de la sepultura de Analía Urquizo en La Pampa, de donde ella era oriunda y a donde su familia había llevado el cuerpo en el año ‘79, cuando pensaron que era de Analía, ahora sabemos que equivocadamente, y al que le dieron una amorosa sepultura. Pero en esta constatación, estas muestras que toma Nóbile, se puede confirmar que esos restos eran de Marisol”.

“Ellas habían sido llevadas juntas del Servicio de Informaciones, junto a otro compañero apodado Zapato y de apellido Luna, y los matan esa madrugada y los sepultan en un solar de La Piedad, uno al lado del otro”, indica Iris. Y completa: “Pero evidentemente cuando los sacaron, cuando la familia Urquizo viene a reclamar aquel cuerpo en el ‘79, cuando no había ADN y se estaba en plena dictadura, evidentemente les dieron, por error, los restos de Marisol y los llevaron a su pueblo de La Pampa, Alpachiri, y cuidaron esos restos hasta ahora”.

Analía Urquizo fue asesinada en enero de 1977. Tenía 22 años.

Para Iris la identificación de los restos, tanto los de Marisol como los de Analía, “parece que cierra dos historias”. “Porque la familia de Analía verdaderamente podrá recuperar los restos de Analía y nosotros los de Marisol”, agrega, para luego destacar el “trabajo extraordinario” del EAAF. “Esto ha llevado años de lucha, que iniciaron nuestras Madres y hoy seguimos acompañando hermanos, familiares, hijos y nietos. Y todo eso que se hizo con 42 años, conjugado con el trabajo del EAAF nos permite ir cerrando la historia”, remarca.

Iris admite que “había pensado” que con los datos obtenidos por los relatos de los compañeros y compañeras de Marisol, “sobre cómo habían sido los últimos días” de su hermana, “había sido suficiente”. “Pero el martes me di cuenta que no, que poder recuperar el cuerpo no sólo es cerrar la historia de mi hermana, sino dejar probada la crueldad del trato que recibieron, por el hecho de luchar por sus sueños, por un país mejor, con justicia e igualdad para todos”, reconoce y añade: “Con la recuperación de su cuerpo, ahora podemos además demostrar que fue asesinada”.

“Hace muy poco Magdalena y yo dimos testimonios en el juicio Feced III –amplía la idea Iris–, y quienes están acusados de haber secuestrado, torturado, privado de la libertad, hoy no sólo tienen esos cargos, ahora les cabe el cargo de homicidio. Y eso fortalece esta lucha de los organismos de derechos humanos por memoria, verdad y justicia”.

Antes de despedirse para ir junto a la gente de la ronda de las Madres, rumbo a La Buena Medida, la militante de derechos humanos cuenta cómo sigue la historia de acá adelante: “Vamos a esperar la restitución formal de los restos, que luego serán cremados y llevados al Bosque de la Memoria, donde están los árboles plantados en homenaje a ella y Pucho (su compañero, Raúl Ameri, detenido y asesinado en Santa Fe en febrero de 1976), de su madre y de su hijo Andrés, que hace apenas un año que falleció”. La voz de Iris se corta. “Cómo me hubiera gustado que él pudiera recibir los restos de su madre, hasta eso se le ha negado”, confiesa. “Pero bueno, lo vamos a hacer con el amor y la alegría que significa darle la bienvenida. Nos gustaría hacerlo el 16 de diciembre, que es el día que fue secuestrada”, se emociona, una vez más, la hermana de Marisol.

 

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