La educadora Liliana Sanjurjo afirma que las docentes deberían ser las profesionales mejores pagas por la importancia y la complejidad del oficio de educar. También resalta el valor de que las familias apoyen los reclamos del magisterio.

Los bajos salarios desprestigian el trabajo docente”, opina la doctora en educación Liliana Sanjurjo, una referente de la docencia. En charla con el eslabón destaca la importancia que las familias apoyen la lucha de las maestras, siempre, más en tiempos de paritarias cuando todas las lanzas  – mediáticas y de las políticas oficiales – apuntan a castigar al magisterio. También “porque la lucha docente no está fuera del contexto de la lucha general”.

Sanjurjo tiene una rica trayectoria en la formación de maestras y es también directora de la maestría en práctica docente (UNR), además de autora de numerosos libros y publicaciones de educación. Entre esas obras están las que recogen la vida de Rosita Ziperovich (Ediciones Amsafé y en Historias de Aquí a la Vuelta), una batalladora de la docencia, defensora de la educación pública que, tal como la recuerda la especialista, sabía muy bien cómo militar en el sindicato, salir en defensa de la formación profesional y convocar a la comunidad a sumarse a esta lucha.

En tiempos de paritarias provinciales, de reclamos de la Ctera para que la Nación cumpla con la paritaria nacional docente y en que todas las miradas están puestas en las maestras, Liliana Sanjurjo analiza la relación escuela-familias y el valor que tiene el oficio de enseñar.

 

¿Qué es lo primero que pensás ante la relación familias-oficio docente?

La escuela surge a partir de una alianza con la familia, con la misión de socializar y formar ciudadanía. Surge apoyada, promovida y destacada por el Estado y en un pacto con la familia. Se habla mucho de la ruptura de ese pacto educativo, donde mucho tiene que ver el desprestigio que le ha ido otorgando el propio Estado a la escuela, apoyado por los medios de comunicación. No digo que el docente nada tenga que ver, pero esto es más profundo; tampoco es porque «los docentes hacen paro», porque en general el 60 o 70 por ciento de los estudiantes que asisten a escuelas públicas provienen de medios trabajadores, los padres también hacen paro. Entonces no habría lógica de explicar la ruptura de ese pacto solamente por las actitudes personales o gremiales de los docentes, porque no se entendería que la mayoría de los padres, que están en esa situación y pelean por sus derechos, cuestionen esto de los docentes. En esa ruptura mucho ha tenido que ver la mala prensa que se le ha hecho a la docencia.

 

Una idea que además se explota desde las políticas oficiales, en este momento de paritarias provinciales y que se reclama se cumpla con esta mesa a nivel nacional.

 

Sí, se explota. Y sobre todo desde las políticas educativas neoliberales. Además, contrario a lo que se sostiene cuando hay paro y los padres dicen «no sabemos qué hacer con nuestros hijos», eso hay que leerlo como una evaluación positiva porque lo que están diciendo es que «la escuela es tan importante que no solo enseña sino que además se hace cargo de nuestros hijos gran parte del día». Hay un reconocimiento. Sin embargo, esa afirmación se toma como una evaluación negativa. Cuando a los padres se los quiere usar en contra de los docentes, hay que recordarles siempre, que aún en los peores momentos, y en lugares donde el Estado se ha borrado tanto de las políticas públicas que no entra ni la policía, allí siguió habiendo tanto una escuela como un maestro, entrando sin custodia y haciendo su tarea. En todo caso, si le reclamaría algo a la docencia es que tiene pararse más en el rol profesional y no asumir todo. Sé que es difícil porque el contacto con los chicos, con la pobreza, con las cuestiones sociales hacen que termine estando implicado en dar de comer, y hasta agarrar una garrafa y volar por los aires….

 

Decisiones a las que los obliga la realidad…

 

Claro. El caso de Sandra y Rubén (la vicedirectora y el portero que murieron el año pasado por la explosión de una garrafa en una escuela de Moreno, provincia de Buenos Aires) que volaron por las aires es paradigmático de lo que estamos hablando. Fueron a la cocina, y aunque percibieron el olor a gas se arriesgaron igual porque pensaron antes en los chicos con hambre. ¡Cómo no vas a no comprometerte! o decir «no es problema mío». Y eso es usado desde las políticas educativas oficiales para cuestionar a los docentes.

 

Es una actitud muy perversa…

 

Totalmente perverso. Hay que hacer una campaña esclarecedora con los padres donde se resalte por qué se nota tanto cuando no hay clases. Cuando dicen “los docentes faltan mucho” y “gastamos mucho en reemplazo” suelo hacer esta comparación: ¿Es porque los docentes faltan mucho o porque su tarea es tan importante que sí o sí hay que ponerles reemplazante? Es una lógica distinta. Falta un bancario y ¿ponen reemplazante? No, porque un pagador puede hacerse cargo de la tarea de dos. Es tan demandante la tarea docente que no se puede estar sin reemplazante. Esas cosas no se ven y no se van a ver si solo se analizan los números.

 

¿Por qué a pesar de que han pasado tantos años de esta discusión, cuesta tanto ver que el docente es un trabajador de la educación? Y hasta se sigue apelando a la “vocación docente”.

 

Como pasa en estas cuestiones tan complejas hay muchas causales. Una es la del docente apóstol, superada teóricamente pero que todavía atraviesa el imaginario social y del colectivo docente. Otra es la realidad de que el pibe, el estudiante, está ahí cara a cara, eso también te compromete y es aprovechado por las políticas neoliberales y las no neoliberales también. Y además porque se desconoce que cuando se discute paritarias que no es solo por el salario. En esto los medios mucho tienen que ver en mostrar que se discute solo el porcentaje que se va a ganar o no. La Ctera y el gremio provincial hace muchos años que reclaman una participación activa en las políticas educativas, donde lo salarial es un pedacito.

 

También es cierto que un buen salario hace a un buen docente…

 

Entre todos los profesionales, los docentes tendrían que estar entre los que mejor ganen, porque son quienes forman a todos los profesionales. Porque tienen que tener tiempo para preparar sus clases y prepararse. Porque es uno de los trabajos más demandantes en las horas que está frente a un curso; y por eso es una barbaridad que tenga que trabajar doble o triple turno. El trabajo docente frente al aula es como el trabajo de un médico en emergencia, porque ese momento interactivo es de alta complejidad, donde hay que tomar permanentemente decisiones con fundamentos (desde dejar ir a un niño al baño hasta los contenidos de la enseñanza, todo al mismo tiempo). La docencia es una de las tareas más complejas, por eso tienen que ganar bien. Es mentira que trabajan cuatro horas y tienen tres meses de vacaciones. Decir eso es grave, además del desprestigio que se buscan a través de los resultados de pruebas estandarizadas y de muchos otros dispositivos. Los bajos salarios desprestigian el trabajo docente, es también uno de los principales dispositivos para desprestigiar a los docentes y autodesprestigiarse.

 

Aquí pesa lo simbólico…

 

Si tenés el salario más bajo de los trabajadores, ¿cómo te va a considerar el padre? ¿Cómo te vas autovalorar por más que tengas una autoestima muy alta? El salario hace al reconocimiento del Estado sobre este trabajo, y eso es muy importante como reconocimiento simbólico también. Además esto también hace al lugar de las mujeres. Sabemos que en los 90 como ahora, cuando muchos varones han perdido sus trabajos, muchas docentes son jefas de hogar. Sin embargo tradicionalmente, por lo económico y el reconocimiento simbólico, no era un trabajo apetecible para los varones «que se esperan sean más proveedores». Era un trabajo que “complementa a las tareas del hogar” de la mujer. Hay una cuestión de género muy fuerte. El tema de género pesa mucho. Porque además siendo una minoría en la docencia, los varones ocupan los lugares de poder y de prestigio. En los congresos, por ejemplo, encontrás casi todo el auditorio femenino y quienes exponen son varones.

 

¿Cómo se corresponden los modelos de país con los de la participación de las familias en la educación?

La democracia y el capitalismo se dan de patadas, no son compatibles. Porque el capitalismo pone énfasis en la acumulación del capital y la democracia en la justicia social, en la solidaridad, en la fraternidad. Ni hablar en el capitalismo entre un modelo de Estado de reparto y un modelo financiero, se dan totalmente de patadas. Lo asocio con esto porque si vamos a buscar mejores modelos dentro del capitalismo tendríamos que superar un modelo de democracia delegativa a uno participativo. Y en esto la escuela tendría que ser el puntal. Pero los mismos Ministerios (de Educación) no lo permiten porque – por ejemplo – a los mismos docentes los convocan a opinar cuando ya está todo decidido, y les mandan un documento con media hora para discutir. Desde el Ministerio saben que si convocan a los padres y docentes a una discusión abierta van a saltar los temas del presupuesto y de las políticas educativas. La alianza a la que hay que volver con las familias es qué escuela queremos para los chicos. Y a eso no se los convoca a los padres muchos menos a los docentes. Sería interesante que el docente, en su proceso de politización, de asumir su rol de formador de ciudadanía tome la bandera de comprometer a los padres en ese nuevo pacto.

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