Susana Rueda es una periodista de larga trayectoria en los medios locales que está marcada por su origen familiar peronista, aunque hoy sea la cabeza de la lista de concejales del Frente Progresista que lleva a Verónica Irizar como intendenta. En una extensa charla con Biopolítica, la sección especial de El Eslabón y Redacción Rosario, defiende como línea general las políticas sociales de las gestiones municipales y provinciales. “Hay que cuidar lo que se consiguió y corregir lo que se hizo mal”, plantea. Sobre su paso de la arena del set televisivo a la de la política, cuenta que mucho tuvieron que ver en su salto, las entrevistas que hacía en sus programas a la gente de Cambiemos que “mentían descaradamente”.
— ¿Dónde ubicarías el nacimiento de tu vida política?
— En mi nacimiento, porque todos somos sujetos políticos. Cada decisión es una decisión política. Yo era una niña durante el golpe de Estado, así que viví toda mi adolescencia en la dictadura. Con el despertar de la democracia ya estaba entrando a la facultad, así que ahí empezamos a militar.
Yo militaba en una agrupación que se llamaba “Resistencia Peronista”. En la facultad éramos muy pocos. En Comunicación Social estábamos con Ciencia Política, en ese momento estábamos arriba de Derecho, y estábamos todos muy impregnados del clima que se vivía en ese momento entre maravilloso y doloroso. Empezaban a descubrirse todas las cosas que habían pasado durante la dictadura y a la vez teníamos la conciencia de que se abría una nueva etapa, que nosotros éramos jóvenes y podíamos comernos el mundo y soñar con un país distinto. Es una esperanza que por suerte sigo teniendo, pero bueno, en ese momento era una militancia más linda, quizás.
Estudié Licenciatura en Comunicación y siempre tuve la suerte de trabajar y vivir de lo que estudié, que no todo el mundo puede hacerlo. Hago periodismo de interés general, entonces por ahí hacía entrevistas a políticos o médicos y todo me parecía muy interesante, pero la política atraviesa absolutamente todas las instancias.
—¿Cómo fue el proceso que derivó en el salto del periodismo a tu candidatura?
—En el periodismo, esta cuestión de la objetividad es una gran mentira, porque la objetividad es inherente al objeto no al sujeto. Pero la cuestión de la ecuanimidad, sí, es imprescindible cuando hacés periodismo.
Toda mi vida hice el intento de ser ecuánime, pero en los últimos tiempos ya me estaba sintiendo incómoda en algunas notas, por ejemplo cuando entrevistaba a gente de Cambiemos, que mentían descaradamente. Era muy difícil asimilar eso porque las decisiones que toma el gobierno nacional tienen un nivel de perversión que yo nunca lo vi en la República Argentina.
Mi viejo perdió el laburo cuando yo tenía 17 años por una línea política de la dictadura de Martínez de Hoz, contra lo que nosotros no podíamos hacer nada. Después vino el menemismo, que dijo que venía a hacer la revolución productiva e hizo todo lo contrario; después De La Rúa, que también la embarró con Cavallo y López Murphy, y ahora con este hombre, que en definitiva tampoco mintió demasiado. Cuando Macri prometía un cambio, cambió. Él no decía nada, pero los que sabíamos de dónde venía sí sabíamos lo que podía hacer. Nunca imaginamos que tanto y con este nivel de perversión.
Venía bastante enojada, y como evidentemente no alcanzaba con el periodismo, sentí que tenía que hacer otra cosa. Yo siento que tenemos que salir a militar, no para que el gobierno se vaya en helicóptero, pero sí para por lo menos meter presión y que dejen de hacer tanto daño.
—En tu casa, en ese primer lugar, ¿había alguna identidad política, se discutía política?
—Mis viejos siempre fueron muy humildes, la cuestión política no se manejaba demasiado y mi memoria no puede ir más atrás de lo que fue la dictadura. Sí, me acuerdo muy claramente del día que Isabel dejó la Casa Rosada en helicóptero y del golpe de Estado. Recuerdo que mi papá se levantaba cuando había sol decía “hoy es un día peronista”, y un día dejó de decirlo, no lo dijo más. Mi papá había comprado la casa con un sistema hipotecario muy perverso, que dejó un tendal de gente con viviendas ejecutadas. Así que ahí sí se hablaba de economía, de cómo zafar.
—¿Qué lecturas o referencia encontraste en la facultad o en la militancia?
—En cuanto a personajes históricos, Perón y Evita. Sobre todo Evita. Me conmovía mucho su historia, la vida novelada de Evita. He leído a Abel Posse, La pasión según Eva; Felipe Pigna, muchos autores que escribieron sobre su vida y también sobre Perón. Ya más grande empecé a leer a Miguel Bonasso. El presidente que no fue, por ejemplo, fue un libro que me marcó mucho sobre la historia de Cámpora en el poder.
También Rodolfo Walsh. Y otro libro que marcó la época, en el inicio de la democracia, fue Asalto a la ilusión, de Joaquín Morales Solá, que en ese momento era atractivo para su lectura, no como ahora. Una historia bastante profunda de lo que fue el gobierno de Raúl Alfonsín que fue durísimo para todos.
—¿Cómo llega la propuesta de que tu participación en la arena política sea a través de este espacio?
—Yo estuve casada durante muchos años con el padre de mis hijos, que está en el socialismo (el ex ministro de Gobierno y Reforma del Estado y actual diputado provincial, Rubén Galassi), pero la verdad que me sentí siempre más cerca del peronismo. Cuando yo trabajaba en la tele, sobre todo en el programa de la mañana, hubo una campaña muy fuerte del peronismo en contra mía, cuando mi ex marido era ministro de Gobierno. Me fastidió mucho esa cuestión de asociar el casamiento con la penetración ideológica, porque yo tenía clarísimo cuáles eran mis ideas y también que ideológicamente hay una alineación entre el socialismo nacional y el socialismo. Y cuando me empiezo a enojar con el gobierno de Cambiemos, desde el principio pero más profundamente el año pasado, se acerca un compañero, el Pato Gamboa, que era militante del peronismo y ahora está en el partido “Si”, junto a Alicia Gutiérrez, y me dijo yo creo que vos tenés que encabezar una lista a concejal, podemos ir a internas.
Le dije que me parecía que no iba a poder porque estaba armando de nuevo el programa de la mañana, y me dijo «pensalo». Lo pensé dos o tres días y le dije: «La verdad que me engancho pero no para ir a internas, me parece que yo tendría que estar dentro de una fuerza más numerosa, porque me parece que puedo ayudar mucho».
Había todavía cierto peligro de que Cambiemos ganara las elecciones en Rosario, y yo pensé que el lugar desde donde podía ayudar para que eso no suceda era desde acá.
Pato se lo propone a Mónica Fein, y Mónica después de un mes me llama y me dice: «Hay una uniformidad de criterio en que vos tenés que ser la candidata». Fue muy fuerte, yo salí en shock, pero lo asumí, lo asimilé. Me pareció muy fuerte que el socialismo, que a veces es un poco cerrado, haya mostrado una apertura. Quizás unidos por el espanto, pero me pareció válido.
Cuando yo recorro los barrios, desde hace un mes que estoy haciendo una campaña intensiva, me convenzo cada vez más. Es muy bueno lo que se ha hecho en cuanto a políticas sociales y hay una gran naturalización de algunas políticas que estoy obligada a decirle a la gente no crean que esto pasa en todas las provincias. Nosotros tenemos una provincia única con respecto al resto del país. Ojo, hay que cuidar lo que se consiguió y corregir lo que se hizo mal, esto hay que cuidarlo porque es muy valioso.
—¿Cuáles te parece que son los problema que generan la necesidad de esa autocrítica?
—El mayor cuestionamiento es el tema de la inseguridad. Pero la inseguridad está atada o vinculada al narcotráfico, que es un problema nacional. No se puede hacer todo lo que hay que hacer en ese sentido sin un soporte, una línea política y un presupuesto destinado para esto del gobierno nacional. Durante el gobierno de Cristina se hizo una gran operación tendiente a poner a Rosario como el epicentro de la inseguridad en el país. Y después, cuando vos leés los diarios finito, como hacíamos los periodistas, te das cuenta que hay lugares en provincia de Buenos Aires donde no se podía entrar.
—La cuestión del crecimiento de la violencia urbana y el narcotráfico es otro de los señalamientos fuertes que se le hacen al Frente Progresista.
Los narcotraficantes se meten por todos los resquicios y estamos en todo el país espantados por esto, pero especialmente en los centros urbanos, y sobre todo en la provincia de Santa Fe, donde tenemos la mayor cantidad de puertos del país, donde sale la mayor cantidad de exportaciones. Eso es aprovechado también para meter y sacar la droga del territorio. Entonces es una ubicación geopolítica la de Santa Fe, y específicamente la de Rosario y el polo del Cordón Industrial, donde hay que estar especialmente atentos con eso.
Cuando empezó a gestarse el narcotráfico, en la época de Menem, acá se decía «no, son luchas entre bandas, es una sensación». Ese fue un error garrafal, porque vos tenías que estar atento, alerta, y eso no pasó. Entonces, arrancamos mucho más tarde. De todas maneras, las políticas que se están llevando a cabo y lo que se puede hacer desde la Municipalidad y desde el Concejo, tiene que ver con cuestiones muy periféricas del problema del núcleo de la inseguridad, con las políticas sociales y con las políticas de infraestructura urbana, como ser la poda y escamonda, la iluminación.
Pero la generación de políticas sociales que rescaten a los chicos que pueden ser pasibles de ser captados por el narcotráfico, es una política que se está llevando a cabo desde hace por lo menos 15 años, y con muy buenos resultados.
La cuestión de la miseria, que es el otro componente, tampoco puede ser manejado desde el gobierno provincial o municipal, porque lamentablemente esta cuestión de la inclusión y las políticas sociales, a veces operan con un efecto de acumulación de pobreza. Sobre todo en los cordones periféricos de la ciudad, que son inmanejables. Yo recorro la ciudad y veo que hay un montón de gente que viene del Chaco, de Formosa, y cuando vos hablás con ellos te dicen «le dije a mi familia que venga para acá, porque acá hay basura más rica», o «acá tenemos el agua, la luz y la salud gratis». El otro día no sé quién marcaba el índice de pobreza que tenemos en Rosario. Y sí, porque Rosario es un centro de migración de pobres muy importante, porque los pobres de otras provincias vienen acá a buscar servicios públicos y básicos que en sus provincias no tienen.
—¿Y qué cuestiones concretas creés que se pueden llevar adelante desde el Concejo para aportar salidas a esa situación económica y social?
—No es poco lo que se puede hacer desde el Concejo municipal. Uno de mis proyectos es que le estamos pidiendo a las mujeres, en esta revolución permanente, que se empoderen, que se liberen de la violencia. Ya sabemos que los hombres en algunas familias han bajado los brazos y las mujeres salieron al frente. Esto ocurrió en 2001, con la economía social que se instaló desde Rosario y después también se copió en otros lugares de la provincia: las ferias de economía solidaria, que han generado alternativas laborales que encaraban las mujeres y después se sumaba toda la familia. Emprendimientos que comenzaron en 2001 e involucraron a toda la familia, tortas, tejidos, talabartería, lo que sea. Los rosarinos estamos acostumbrados a comprar en las ferias, en huertas orgánicas. Esa es una salida que se instaló desde acá, una herramienta que tiró el Estado para que la gente tuviera de donde agarrarse en los peores momentos de la Argentina. Ahora eso se está multiplicando, porque la gente va a pedirle a la Municipalidad trabajo o alternativas de trabajo. Me encuentro con chicos que salen del Nueva Oportunidad, que se capacitaron en carpintería, en electricidad, y no consiguen trabajo. Entonces les dan desde la Municipalidad, o desde el Concejo, y en algunos casos también hay concejales involucrados, alternativas de formar cooperativas para poder trabajar después contratados por la Municipalidad. Por ejemplo, para destapar zanjas o para hacer mantenimiento de edificios públicos, son cooperativas que contrata la Municipalidad después de una capacitación. Esas son instancias que tienen que ver directamente con dar trabajo para evitar, sobre todo en los adolescentes y los jóvenes, que se involucren con el delito.