A la destrucción planificada y sistemática del aparato productivo, la baja de ingresos de trabajadores, jubilados y pensionados, la tragedia social que ya postró a millones de personas, este régimen criminal suma un programa de tierra arrasada, que incluye bombas con retardo.

Como un general del arma de Ingenieros, Mauricio Macri pudo construir los puentes que permitieran al pueblo argentino sortear los escollos naturales que le impiden su felicidad, pero eligió el otro rasgo característico de esa especialidad castrense, que es el de poder dinamitar con precisión quirúrgica los sitios estratégicos que permiten que el enemigo evolucione en su marcha.

Cada área vital de la economía nacional, cada plataforma estratégica que implica autonomía, desarrollo, crecimiento, fue desmontada por mandatario CEO con la velocidad que impone la guerra contra una nación enemiga, sólo que lo hizo contra la propia, y acaso con más odio y encono que otro sentiría por un adversario.

Esa elección debió ser percibida por millones de personas que creyeron en él, muchas por desconocimiento de quién era y quién es, otras por empatía suicida, y un buen número por interpretar que todo lo que se decía de él era falso, producto del resentimiento del siempre hostil peronismo.

Como sea, con su período presidencial casi concluido, además de lo ya destruido en términos industriales, tecnológicos, logísticos y comerciales, por encima de la tragedia social que diseñó para bajar salarios y disciplinar socialmente a gremios y trabajadores de la economía informal y popular, al margen de la deuda ya contraída, el “mejor equipo de demolición de los últimos 50 años” dejará a su retirada un campo de batalla minado, con bombas aún por explotar en las manos de quienes tengan la responsabilidad de gobernar tras el paso de este Atila apátrida.

¿Cuánto tiempo llevará, por ejemplo, recuperar el empleo en la argentina posmacrista? ¿Cuánto volver a usar la capacidad instalada de una pequeña industria que, si no cerró definitivamente, se encuentra sin capacidad de inversión o de toma de crédito? ¿Cuál será el costo de recomponer un mercado interno que agoniza? No hay respuestas de sintonía fina ante esos gruesos desafíos, pero desde ya que se impone cavilar y planificar la reconstrucción de un país que se parece mucho a cualquiera que padeció una guerra de aniquilación.

“Gobernar es dar trabajo”

La frase de Juan Perón, por más que parezca una simplificación, es el nudo central de todo proyecto de Nación que tenga en su horizonte el crecimiento en términos igualitarios y de equidad social.

Pivoteando en torno de esa premisa liminar del peronismo, un artículo publicado en la revista Mestiza de la Universidad Nacional Arturo Jauretche (Unaj) postula que “el gobierno (de Macri) tiene un nuevo lema comunicacional que concibe a los gobernados no como ciudadanos sino como espectadores: «Gobernar es hacer creer»”.

Los autores tienen sus pergaminos. Marina Acosta es doctora en Ciencias Sociales, licenciada en Ciencias de la Comunicación y docente e investigadora de la Facultad de CCSS de la UBA, y miembro titular de Flacso España. Rafael Ruffo es profesor de Historia y licenciado en Ciencia Política de la UBA, y dirige el Centro de Política y Territorio de la Unaj.

Lo cierto es que ambos académicos plantean que “para los ideólogos de la comunicación de la Alianza en el gobierno, todos los actos de gobierno comportan valores comunicativos”, y recuerdan los preceptos de la Escuela de Palo Alto en la década de los 40 del siglo XX: “No se puede no comunicar”.

Es interesante, porque esa técnica de “campaña permanente”, un concepto acuñado por el politólogo Sidney Blumenthal, que deriva en “gobernar se vuelve una campaña perpetua”, le ha servido al macrismo como señuelo mientras desmontaba todo lo mencionado más arriba. Y probablemente le sirva en estos últimos estertores de su gobierno para tapar lo que dejará tras de sí cuando sea desplazado del gobierno por la hastiada voluntad de las grandes mayorías.

¿Cuánto llevará, por ejemplo, bajar los índices de desocupación en la Argentina posmacrista?

El 30 de mayo de 2018, dos años y medio después de que Macri asumió como presidente, ni el amarillo Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) podía ya disimular el desastre de su gestión, y publicó un informe que tituló “La Argentina es el país con mayor desempleo juvenil de la región”.

El artículo, firmado por un tal José Florito, quien reporta como coordinador de Protección Social del think tank macrista, arranca así: “El desempleo afecta más a los jóvenes argentinos que a los adultos. Según datos del Indec, casi dos de diez jóvenes están desempleados (19,3%), mientras que incide sobre el 7,4 por ciento de la población en general”.

El 21 de septiembre de 2018, la plataforma de noticias internacionales HispanTV titulaba: “Informe: Tasa de desempleo de Argentina alcanza su peor cifra”, y señalaba que “Argentina ha registrado su peor tasa de desempleo de los últimos 12 años, con un 9.6 por ciento, revela el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec)”.

Pero a fines de marzo de 2019, tanto el Indec como el gobierno de Cambiemos pretendieron mostrar que ese número había bajado, y que la tasa de desempleo registrada alcanzaba el 9,1 por ciento, pero casi nadie duda de que en la Argentina macrista se volvió a tasas de desocupación de dos dígitos.

El ex ministro de Trabajo Carlos Tomada, actual coordinador del Programa de Capacitación del Centro de Estudios del Trabajo y el Desarrollo (Cetyd), de la Universidad de San Martín (UnSam), disertó el mes pasado en Bruselas, en una jornada organizada por el Global Progressive Forum, la Confederación de Sindicatos Europeos y la Fundación Friedrich Ebert.

El ex funcionario abordó “la difícil situación política, económica y social que atraviesa la Argentina”, según indica un artículo del centro de estudios. “Lo que está ocurriendo es un retroceso inédito. El gobierno actual vino a modificar en forma regresiva la relación entre el capital y el trabajo. Flexibilizó y precarizó a través de despidos masivos y de la caída del salario”, ilustró Tomada, acompañado por el secretario General de la CTA, Hugo Yasky, y el representante de la CGT, Guillermo Zucotti.

Antes de su conferencia ante los legisladores europeos, algunos de quienes escuchaban sin poder creer que todo eso fuera instrumentado a la vez, la mini delegación argentina se reunió con Sharan Burrow, presidenta de la Confederación Internacional de Sindicatos, y Luca Visentini, secretario general de la Confederación de Sindicatos Europeos.

El CetYd viene a cuento porque es un centro de estudios e investigaciones que echa luz, innumerables veces sobre temáticas complejas, como la desocupación o la pobreza, respecto de la cual elaboró un informe que indica que en todo 2018 la pobreza creció tanto como a fines de 2001.

El Cetyd calculó, por ejemplo, que el “salto de 6,3 puntos de pobreza entre fines de 2017 y 2018 se equipara al registrado entre el 2000 y el 2001. A excepción de 2002, cuando la pobreza trepó 22 puntos, no hubo otro período de aumento abrupto desde la caída de De la Rúa”.

Pero además, el instituto destacó que “en el cuarto trimestre de 2018, el porcentaje de personas pobres es aún más elevado: alcanza al 36 por ciento”, lo cual representa un crecimiento de 10 puntos porcentuales más que en el cuarto trimestre de 2017.

¿Por qué difiere tanto de la medición que llevó adelante el Indec? Pues bien, ese dato no lo informa Indec, el Cetyd lo calculó con los datos sí publicados del porcentaje de pobres del tercer trimestre de 2018, que fue de 28 por ciento. Con este número y conociendo el dato del segundo semestre, que es del 32 por ciento, se hizo el cálculo del valor del cuarto trimestre. “Es el promedio simple del tercer y cuarto trimestre, y ahí llegamos al 36 por ciento de pobres en los últimos 4 meses del año pasado», según explicó Diego Schleser al portal de noticias MinutoUno.

El especialista agregó: «El trágico salto de la pobreza es el resultado de las políticas públicas implementadas que terminaron profundizando el deterioro de la situación social, sin lograr el objetivo planteado de estabilizar la principales variables macroeconómicas. Frente a la evidencia tangible que a principios de 2018 la economía ingresaba en una fase recesiva, el Gobierno en lugar de implementar el set habitual de políticas contra cíclicas puso en marcha un programa monetario de corte ortodoxo y un drástico ajuste fiscal”.

Y volviendo al tema del trabajo, el economista explicó que ese programa y ese ajuste “afectaron aún más la actividad económica, lo que provocó una mayor contracción del nivel de empleo registrado y del poder adquisitivo de los trabajadores”.

Schleser evaluó: “La destrucción persistente de empleo de calidad (cayó en 9 de los 12 meses de 2018), el desplome de los ingresos laborales y del salario real (-12% para los asalariados registrados privados) y la absoluta ausencia de políticas laborales y sociales que permitan paliar la grave situación social, son los principales factores que explican el drástico crecimiento de la pobreza a fines de 2018”.

Brigada de explosivos

Remontar esa cuesta no sólo no será fácil, sino que no es lo único de lo que deberá preocuparse el futuro Gobierno. Las demenciales deudas externa e interna son una amenaza más allá del 10 de diciembre.

La revista Forbes acaba de publicar que Macri se viene “deslizando en las encuestas”, que la inflación es “ridículamente alta”, y que “pierde contra todos los candidatos”. Esos son los “amigos del modelo, y preanuncian un seguro default, pero no por lo que hizo Macri y sus secuaces, sino porque vuelve “la izquierda”, personificada en… Cristina Fernández de Kirchner.

Según publicó el jueves pasado Página 12, Forbes fue en extremo sincera: “«Me gusta Macri, pero no va a ganar. Kirchner (por CFK) o alguien de su partido ganarán», dijo a Forbes Luis Maizel, de LM Capital Group en San Diego. «Los votantes sienten que el gobierno de Macri no los entiende y, debido a eso, la izquierda volverá a surgir y luego, dentro de cinco años, volverán a defaultear», planteó”.

La Argentina está en estado de demolición, pero encima el “mundo de las finanzas”, ya sean los buitres, el FMI, o la mismísima Reserva Federal, están esperando que gane el “populismo” para caerle con sus garras abiertas.

Como se ha dicho hasta el cansancio en estas páginas: habrá que acumular el poder suficiente para reconstruir lo destruido, y a la vez para bancar los embates de un enemigo demasiado poderoso.

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