Hace apenas algunas semanas salió de imprenta el último libro de Federico Ferrogiaro (Rosario, 1976) y como viene sucediendo en los últimos tiempos, cuando Federico saca una nueva obra, el mundillo, como gusta decir al ámbito literario de la pequeña aldea, se pone en alerta, expectante. Y no es para menos, FF es uno de los escritores más prolíficos de su generación, un laburante de la escritura que viene marcando el paso de nuestra producción literaria. A todo ritmo, o con prepotencia de trabajo. Sin apuro, ya que el libro será presentado en los próximos meses, pero con entusiasmo, nos zambullimos en la lectura de los nueve cuentos reunidos en Punto de fuga, publicado por el sello local Casagrande.

Como dice la contratapa, en estos relatos el lector “encontrará una actualización de los modos en que la política también está en los detalles”. En los detalles pero también en los fondos, en los subtextos. Sin dudas Punto de fuga es un libro bien amarrado a los tiempos en los que fue escrito, parafraseando a Giorgio Agamben, mojando la pluma en las tinieblas del presente, en la oscuridad de lo contemporáneo. Porque además de su notable producción (ha publicado seis libros en 10 años) Ferrogiaro es un observador meticuloso, y en sus narraciones pone la mirada en los resquicios del tejido social, en las filigranas, los nudos y las tensiones de los frágiles lazos primeros: la familia, los amigos, el trabajo. Los conflictos que se narran siempre están situados en las realidades sociales de las que emergen, como si los entornos fueran (porque de alguna manera, lo son) una condición principal, aunque no la única. De este modo, el autor logra en la brevedad de un cuento superponer escenas, y en los distintos niveles de significación, los verdaderos dramas de la existencia de acuerdo a su época.

Por caso, la paternidad y sus pequeñas faltas en El bonete rojo y su reverso argumental, la condición de hijo adulto de clase media trabajadora, que debe cumplir con las voluntades del padre en La última jugada. Y si de la descendencia se trata, Ferrogiaro insiste en el cuento Retirado, una historia sobre los privilegios del hijo de un político en problemas. Y, en la misma línea, el cuento Un asunto familiar, en el que autor indaga en clave de sátira la hipocresía de las familias de clases acomodadas. En Graciano el nuevo empleado, surge la figura del bastardo que se restituye como hijo, a su vez, en un escenario de precarización laboral. Y en El incendio, como un fresco de la crisis social, Ferrogiaro describe las humillaciones que en la pobreza se soportan. Tampoco falta la autoparodia del intelectual en La chica reef del 97 y Humbert Humbert (en alusión al cuarentón de Nabocov) en el que un hombre de mediana edad sufre por un amor no correspondido dentro de una oficina, dando lugar a la fantasía, al malentendido, y al orgullo, en suma, las afecciones de todo sujeto enamorado. Por último, en Desamor entra en juego el vividor, ya que lo aludimos antes, el más arltiano de los cuentos.

El filo de los temas en Punto de fuga varían en las pasiones tristes, el odio de clase, la moral burguesa, el interés, los terrores íntimos y las pequeñas mezquindades que agujerean estas historias de hombres y mujeres comunes, personajes que con sus dobleces se encuentran envueltos en dilemas que deben resolver ya sea obrando mal, o peor. Sin embargo algunos desenlaces dan cierto aire de justicia.

Ferrogiaro ha publicado los libros de cuentos El pintor de delirios (EMR, 2009), Cuentos que soñaron con tapas (El ombú bonsái, 2011; Casagrande 2018) La niña de mis ojos (El ombú bonsái 2013) Par de seis de Baltasara (2017) y la novela Tetris (Editorial UNR, 2016). Punto de fuga es su sexto libro de relatos.

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