Leandro Arteaga, periodista, docente, crítico de cine, fue parte de la redacción eslaboniana en los inicios. Destaca que este periódico dio cobertura a la movida cultural local en momentos difíciles.
Leandro Arteaga, periodista, crítico de cine e historieta, docente, redactor de Cultura y Espectáculos de Rosario/12, conductor del programa radial Linterna Mágica en Radio Universidad, entre otros trabajos, también fue parte de El Eslabón en sus inicios. En el marco de las notas especiales por los 20 años de este periódico, recuerda y valora el espacio que este medio autogestionado abrió en la ciudad para dar cuenta de nacientes movimientos culturales que por aquellos años eran ignorados por los grandes medios.
“Estuve desde el inicio y permanecí haciendo mi columna, mis notas dedicadas al cine, y a veces a la historieta. Esto fue hasta el año 2002-2003. Recuerdo trabajar junto a Juane Basso, Julián Lafuente, Rodrigo Miró. También con Silvio Moriconi. Me estoy olvidando de mucha gente, estoy siendo muy injusto, pero a la vez me está obligando a recordar precisamente esos primeros pasos, con esa movida de gente tan activa y tan pragmática respecto de encontrar una respuesta a un posibilidad periodística a la cual me invitaron a participar”, reseña con nostalgia.
Clima de época
“Mirá lo que recuerdo, es una situación contradictoria. A ver, por un lago, el contexto de espanto al cual estábamos sobreviviendo, me refiero a los años 90, en cuanto a esa debacle moral, política, social y económica. Y digo contradictoria porque toda esa desazón, estaba acompañada en lo personal porque mi papá fue uno de los tantos desempleados del Estado, él trabajaba en YPF, y sobrellevó toda esa angustia (de la privatización)”, cuenta Arteaga. “Y decía contradictoria porque a la vez con veintitantos años el mundo se me abría de maneras diversas, enormes, interminables. Entonces era una situación de tristeza muy profunda y por otro lado, de felicidad plena al respecto de lo que uno estaba estudiando, las lecturas que a uno le abrían la cabeza, docentes, compañeros y compañeras de estudio, un mundo hermosísimo. Y El Eslabón como ese lugar que hizo confluir todo esto, la alegría de encontrar un espacio para escribir y ser leído”, rescata. “El Eslabón habilitó un lugar de expresión de los que no abundaban”, agrega.
“En lo que a mí respecta tuvo que ver siempre con el cine, me preocupaba por visibilizar, dar lugar a, criticar la producción audiovisual que estaba ocurriendo en nuestra cercanía”, detalla Arteaga, y contrasta el pasado con la actualidad: “Hoy, existe una realidad cinematográfica a nivel regional con realizadores y realizadoras con una trayectoria muy valiosa, que por entonces aún no eran valoradas por el público más amplio, de igual modo que el mismo ejercicio periodístico sobre lo cultural y la crítica de cine”.
“El Eslabón me fue permitiendo eso (hacer crítica), generó esta situación de relación entre diversos medios en los que uno fue trabajando y diferentes personas que uno fue conociendo, una sucesión de un camino profesional de una preocupación primera que sigue siendo la misma, y que es abordar seriamente la tarea cinematográfica”, sostiene el periodista y además autor de los libros: Historietas y Películas (cuadritos en movimiento) , La pantalla dibujada. Animación desde Santa Fe, e Historietas a la deriva. Rosario y más allá.
“Pero hay cuestiones que son mucho más urgentes y –disculpas por la digresión–, se me viene a la cabeza la decisión de los grandes realizadores franceses durante el Mayo Francés, de boicotear el festival de Cannes porque era más importante lo que estaba pasando en la calle (…). Y esta situación urgente y desesperante que estábamos viviendo en los años 90 y sobre el principio del 2000, también estaba en El Eslabón. Recuerdo las investigaciones de Carlos Del Frade, la gente amiga muy cercana que escribía con un seudónimo para poder publicar lo que en el medio de origen no podía… Y claro, el periódico fue un espacio fenomenal y lo sigue siendo desde esa persistencia en función de ciertas premisas que ha sostenido en el tiempo y que ha hecho que sea un lugar de referencia”, valora .
Un cacho de cultura
Sobre recuerdos de algunas piezas periodísticas de esos inicios rememora: “Se me viene a la cabeza una nota de tapa en el suplemento cultura dedicada a los historietistas de la ciudad que trabajaban en el exterior. Creo que ningún medio había trabajado hasta el momento ni le había dado visibilidad a ciertos artistas de la ciudad. El menemismo había arrasado con todo, la industria editorial de la historieta desapareció también los historietistas salieron a buscar trabajo en el exterior (…). Ha pasado el tiempo, pero puntualmente en cuanto a al historieta hoy existe Crack Bang Boom que ya lleva diez ediciones, o antes Leyendas, de nivel internacional, y muchos de esos artistas que yo había entrevistado entonces, hoy ya son reconocidos”. Para Arteaga, es una satisfacción personal en la que este medio tiene mucho que ver: “Encontrar un lugar de expresión me lo habilitó El Eslabón, y en este derrotero de estos 20 años, el periodismo cultural se ha profesionalizado cada vez más, pero desde los lugares en la diversidad que permite lo digital, con otras voces que no son las hegemónicas, porque si nos tenemos que guiar por cómo los medios tradicionales le han dado cabida al periodismo cultural… es una resta constante”, opina el también presentador del programa televisivo Noche de Cine del canal estatal provincial 5RTv.
Credencial de periodista
“Recuerdo al diario La Capital llamando a cubrir algún puesto, y encontrarme con una cuadra de cola para una entrevista mínima, muy puntual. Me acuerdo una de las preguntas que me hacían era si tenía una nota publicada. Y yo no tenía nada, ni siquiera una revista fotocopiada como después hice una con unos amigos (Cosa Nostra, revista que compartió con Diego Roth, Luciano Redigonda, Mauro Compagny). Pero El Eslabón fue como un ingreso profesional, yo le debo muchísimo al periódico, mi primera credencial de prensa, que todavía la conservo, fue de El Eslabón, y yo me sentí reconocido en mi trabajo”, destaca el ex colaborador de este periódico.
“Estoy visualizando la primera visita a la redacción, cuando llevaba mis notas, fue encontrarme con una redacción como tal, donde se compartía lo que se hacía y se atendía ciertas cuestiones como por ejemplo ¡cómo escribir Lifschitz! Había un cartel grande a la vista de todo que explicitaba, de qué manera había que escribirlo, era un nombre que sonaba en ese entonces novedoso”, cuenta y sonríe.
“Recuerdo cuando escribía sobre el documental de Leonardo Favio, Perón, sinfonía del sentimiento y el rebote que tenía entre los mismos compañeros y compañeras, esa cosas que suceden porque uno es parte de ese entramado de voces de cual uno es deudor. Y el periodismo, creo, también tiene que ver con eso. Me parece que El Eslabón apareció de esa necesidad de encuentro, de intercambio. Y tengo un gratitud total porque me permitió dedicarme, profesionalizarme y pensarme como periodista”, concluye.
Por la Redacción (Entrevista Juan Pablo de la Vega)