Durmió un mes entero en la facultad de Medicina en una toma estudiantil. Fue una de las principales agitadoras de los comediazos, la pelea por el teatro público (que en Rosario logró la Comedia Municipal; en la provincia de Santa Fe nada) y por el reconocimiento de los artistas como trabajadores. Ahora está dando clases de teatro en el Pabellón 4 de la Unidad 6 del servicio penitenciario de Rosario, a partir del programa de alfabetización cubano Yo sí puedo. Este año su apuesta militante y artística más fuerte fue la Caravana de las 100 Evitas, a propósito del centenario del nacimiento de la abanderada de los humildes.“Creo que la caravana en la calle fue un gran aporte para la campaña, porque ese era el objetivo: ganar la provincia y la ciudad. Para la autoestima de la militancia fue fuerte, por la marea de gente que se fue convocando y levantando”, valoró Carla Saccani. De paso, aclaró que ella no tuvo nada que ver con la obra que luego de la Caravana se llevó a cabo en el Teatro El Círculo, el 7 de mayo, y que duró algo más de siete horas. “Como yo había hecho una obra que dura cinco horas, todo el mundo piensa que yo soy la responsable. En Octaedro el público está avisado. En cambio en la obra de 100 Evitas yo no participé de las decisiones sobre el lugar, ni la duración del espectáculo. Yo había propuesto hacer otra cosa, pero como todo en la política, en la Colectiva Teatral a esa discusión yo la perdí”, reconoció después. A partir de la experiencia 100 Evitas, junto a otras compañeras fundó el Movimiento Peronista Femenino y Feminista, un partido en formación con el que van haciendo intervenciones en barrios de Rosario, o participando en actividades del Frente de Todos, de cara a las elecciones presidenciales de octubre.
En 2017, Carla Saccani salió en un móvil de De 12 a 14 en tetas para denunciar la censura de una foto en Facebook. Y aunque le cerraron el plano y la volvieron a censurar, lo que produjo escándalo entre los conductores del noticiero de Canal 3, fue que pidiera por la libertad de Milagro Sala, a quien reivindicó como presa política del gobierno de Mauricio Macri por ser mujer, indígena y peronista. El mismo año llegó a pegar más de cien carteles en su barrio con el mensaje “¿Dónde está Santiago Maldonado?”. Por ambas intervenciones artivistas, la atacaron durante muchos meses en sus redes sociales.
Mucho antes que la actuación, lo primero fue la escritura. “En la primaria, para mis maestras yo era la nena que escribía”, advierte. En el reportaje se cuela el poema sobre Graciela Susana Del Luján Selva, su mamá, que está incluido en el libro que publicó en julio pasado: Trece, con la editorial La ciudad de las mujeres. Es un poema que viene leyendo desde hace tiempo en recitales o encuentros de poesía y quien lo escucha, en la voz potente de Carla, se estremece. “En ese poema, Declaratoria de heredera, termino diciendo que siempre sale todo mal”. En ese sentido, la muerte de su hermana Victoria de 15 años, en un accidente de tránsito en 2011, fue como un rayo. “Terrible, terrible, toda la dimensión de la tragedia”, lamentó. En pocos años, el papá de su hermana murió de cáncer. Después murió el abuelo de Carla, al tiempo su madre y luego su abuela. “Yo asocio todas esas muertes a la muerte de Vicky, porque nos arrasó, nos transformó en otra cosa, mi familia se estalló. Es una cosa fatalista decir que vinimos a morir en Rosario, y Trece tiene esa perspectiva, de la tragedia como mala suerte”. De su madre dirá que fue una mujer fuerte, temperamental. Las marcas que dejó en ella son una prueba cada vez que la nombra. “El día que mi mamá se pudo divorciar de mi papá, en 1988, cuando se sancionó la ley durante el gobierno de Alfonsín, me llevó a festejar. Me invitó a una cafetería a tomar una coca y un tostado. Yo tenía 8 años. Estaba mal visto en Pergamino ser divorciada pero ella lo llevaba con orgullo. Ella nos decía a mí y a mis hermanas, Victoria y Gabriela, que no teníamos que ser amas de casa. Ella se consideraba fuerte como un hombre, y jamás se reconoció feminista. Como con Evita, yo puedo reivindicar a mi vieja desde el feminismo, pero no puedo decir que ellas hayan sido feministas”.
Entre la tragedia y la comedia, Carla Saccani transforma todo como una dinamo en energía continua, y entonces no la para nadie. Piensa en grande verdaderas tramoyas y, sin especular, pone el cuerpo entero. Nadie es indiferente ante la presencia de Carla, porque siempre está haciendo cosas y lo que hace, dice, tiene un mensaje. “El peronismo y el feminismo juntos son, para mí, espacios de autoría, me ayudan a pensar. Porque soy una persona a la que le gustan las ideas propias, inventar cosas, desarrollar cosas que sean ambiciosas y lo más disruptivas posibles, y originales”, explica. La charla se vuelve un ovillo de muchas puntas y vamos tirando de allá y de acá. El tiempo del reportaje no es lineal, sino un revoltijo. Le advertimos que vamos a hablar de toda su vida y eso no le preocupa para nada: “Hago psicoanálisis desde hace 20 años, me encanta”.
Una artista de marquesina
Nació en Pergamino, Buenos Aires, en 1980. Cuando terminó la secundaria, en 1998, vino a Rosario a estudiar, primero Biotecnología, después Medicina. En 2002, en medio de la toma en Medicina, se abrieron dos nuevos caminos: El teatro y la militancia. “No éramos kirchneristas en ese momento”, dice Carla sobre el movimiento 2 de Octubre que fundaron con sus compañeros de Medicina, el día en que empezó una toma que terminó durando todo un mes. “Ayer se cumplieron 16 años de la toma, aunque esa lucha se perdió”. De todo ese agite, con algunos de esos compañeros y amigos, armó una cofradía literaria con la que publicaba la revista El Periférico, de la que ahora saca un ejemplar de su biblioteca y lo muestra muy orgullosa. “Éramos resentidos, odiábamos a todo el mundo. ¡No sé qué nos creíamos!, pero muchos de mis compañeros venían con buenas lecturas y fue una escuela y un gran aprendizaje sobre literatura para mí”. Y agrega: “Esa formación me enfrentaba a cómo era el teatro en la ciudad y cómo me estaba formando yo como actriz”. Por aquellas épocas, Carla ya estaba estudiando actuación en la Escuela Provincial de Teatro y Títeres, y empezaba a germinar una forma particular de entender la producción teatral. Y a la gestión de la cultura en toda su dimensión política.
En 2003 actuó por primera vez bajo la dirección de Mirko Buchín, en Corazón de bizcochuelo. Y desde ahí, todos los años, como actriz, como directora o dramaturga, estrena un espectáculo según una especie de imperativo categórico. “Como si dijera que estoy siempre en cartelera”, resume con una sonrisa amplia. Escribió y dirigió numerosas obras recuperando la tradición del teatro de texto, bien alejada del canon del teatro independiente rosarino. “El teatro cuando no cuenta una historia no me gusta”, dice. Su ópera prima como dramaturga, Amarás a tu padre por sobre todas las cosas, fue estrenada en 2013, y luego el texto fue editado por Espiral Calipso. Después llegó Octaedro, 2015 d.C, una apuesta compleja y transgresora. Escrita y dirigida por ella misma (a partir de una idea original de Maru Lozano), la obra dura cinco horas y tiene a 18 actores en escena.
“En la escuela de teatro, como en los talleres, había un desprecio total por el texto. Si le preguntás a esos docentes y directores, te van a decir que no. Pero no era la vivencia que yo tenía, de hecho, cuando se refieren al teatro de texto, lo dicen despectivamente. El día que presentamos Trece conté una anécdota. Cuando yo estrené la primera obra que dirigí, Fraternidad de Mariano Moro, yo tomé el texto tal cual e hice mi versión con dos varones haciendo de mujeres. Entonces un docente y director de teatro viene a ver la obra y me deja un mensaje mafioso a través de una amiga en común: «Decile a Carla que no haga teatro de texto»”.
– ¿Y cuál sería la otra forma de hacer o de concebir al teatro para los teatreros rosarinos?
– En Rosario predomina otra forma de entender al teatro. Critican la figura del autor como autoritario. Si tomás la palabra de un autor, estás sometiéndote a la visión de un otro, entonces hay una picardía de decir: «Yo agarré un Hamlet y lo hice mierda». O «agarré un Discépolo y lo hice mierda», que ya deja de ser gracioso desde mi punto de vista. Para mí implica no respetar la propiedad intelectual, como si no fuera importante para los artistas. Por cada obra, el 10 por ciento de la recaudación está destinado a los autores, yo soy parte de Argentores.
– ¿Cómo ves al ámbito del teatro en Rosario? ¿Qué cosas cambiarías?
– Casi la totalidad del teatro que se produce en Rosario es todo autogestivo, salvo alguna que otra obra comercial. Eso se toma como una bandera del sector independiente, pero se cercenan otras posibilidades para que los artistas podamos vivir de lo que hacemos. Hay que dejar de creer que las artes son una actividad que está por fuera del resto de las actividades económicas. Si nosotros pudiéramos entender a la producción artística como la producción del calzado, o de la industria alimenticia, y la sostenemos como una actividad económica más, se podrían hacer un montón de cosas para la producción real. Y que convivan, y se desarrollen, el teatro público, el teatro comercial y el independiente. Porque cuando hablamos de actividad comercial, se piensa en la tinellización de la cultura, a la que tanto miedo se le tiene. Bueno, no, no tiene por qué ser eso. ¿Por qué no existe una productora comercial de espectáculo?, ¿qué pasa?, ¿no hay interés en invertir? ¿O hay otra cosa?
– ¿Cuál es la principal crítica a la gestión cultural desde el Estado?
– Si somos la ciudad de la cultura, ¿por qué todavía los artistas en Rosario no pueden vivir de lo que hacen? Es una pregunta escandalosa. Se invirtió mucho en subsidios para la producción pero después los productos y los bienes culturales no circulan. Los artistas que aún tienen una mirada más benévola sobre el socialismo, creen que son efectivos hasta el momento de producir el bien cultural y después empiezan a ser negligentes. Yo tengo otra mirada sobre eso, para mí no empieza la negligencia, sino que continúa la misma decisión política. Porque a ellos les interesa que el sector cultural de producción artística no se desarrolle. Porque si se desarrolla, empieza a competir con la propia producción cultural del Estado. Y a la vez, mientras el sector se mantenga empobrecido y autogestivo, sin generar ingresos, se mantiene fértil para la publicidad no tradicional. Porque ellos le estampan la marca de sus gobiernos a todo. Y el sector, en tanto se mantenga pobre, les lava la imagen. Entonces ellos invierten en algo que es sin fines de lucro, como si subsidiara a ONGs.
Feminista de Perón
El partido que fundó Carla, junto a compañeras de Cien Evitas, tiene como propósito pensar en construir un feminismo dentro del peronismo, pero de manera horizontal. El nombre es en homenaje al partido que fundó Evita, el Partido Peronista Femenino. “Lo pusimos para no caer en la confusión de que Evita quiso poner femenino y no feminista. Se lo respetamos y lo tomamos, pero nosotras sí somos feministas”, aclaró, y agregó: “Cuando decimos femenino, no queremos excluir las disidencias. Al contrario, tampoco reivindicar lo femenino. Su partido era femenino porque no podían ingresar varones. La tipa mandó censistas a todo el país para empoderar a miles de mujeres. ¿Qué partido de izquierda puede dar cuenta de una formación así?”, reflexionó la artista.
“A Eva podemos reivindicarla desde el feminismo, aún cuando ella nunca se definió como feminista. Decir que hubiera estado a favor del aborto, es patriarcal, aunque se haga desde el feminismo. Hablar por otra mujer, es patriarcal. Y querer separar a Evita de Perón, es gorila. Si algo hizo Eva en su militancia, fue hablar de Perón. Como feministas, y como peronistas, tenemos que aceptar eso”, observó.
De este modo, Carla recordó: “Cuando salimos con las 100 Evitas a dar notas, nos preguntaban: por qué reivindicar a Perón desde el feminismo. ¿Y por qué no? No estamos reivindicando a un varón por ser varón, sino a un hombre que fue parte de un gobierno que consiguió muchos derechos para las mujeres”, repuso Carla, agitando su mano izquierda en la que lleva tatuada el pañuelo de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Por último, afirmó: “Cuando Eva hablaba mal del feminismo, que lo habrá hecho en alguna entrevista, era por una cuestión de clase. En ese momento el feminismo era de las clases altas, ilustradas. Hoy también criticamos al feminismo blanco, el que no incluye a las putas, a las mujeres pobres. Hay que diferenciar la cuestión de género, de la cuestión de clase. No hay una más importante que la otra, pero el peronismo hizo cosas en los dos sentidos”, afirmó Saccani.