En las urnas, ejerciendo el derecho a voto, sin dejarse palotear, la mayoría del pueblo argentino eligió dar por terminada una experiencia de gobierno nefasta por dónde se la mire. Lo que se dio vuelta fue una página triste y dolorosa, ahora viene otro cantar. El que queda atrás, pero agazapado y al acecho, por más que invite desayunos y convoque al diálogo con buenos modales, fue/es un programa de gobierno neoliberal dominado por el ajuste y la crisis.
El pueblo, otra vez, paga los platos rotos por tanto desmanejo político, con hecatombe financiera y socioeconómica como herencia. Fue un gobierno que se diluyó más rápido de lo pensado, sobre todo a partir del salvavidas de plomo que le arrojó el Fondo Monetario Internacional, después de ponerle el lazo de la deuda externa con un préstamo récord.
Una vez digerida la derrota, el macrismo anunció un súper cepo para calmar al dólar, pero después de usar la divisa como disciplinador electoral, dilapidar reservas del Banco Central y facilitar fuga de capitales.
Políticas derechistas dictadas desde el Norte y aplicadas por un empresario multimillonario dicharachero generaron una debacle económica y social en la Argentina de inusitada gravedad, aunque el centro del país, la rica Pampa Húmeda, donde Cambiemos tiene banca, no lo vea, o lo vea de otra manera, o no lo quiera ver. No deja de asombrar lo de Córdoba. El resto de la Argentina, en tanto, decidió que era el momento de darle su merecido en las urnas, ponerle un coto a la quita de derechos y conquistas.
Fue un gobierno de pocos y para pocos, y en eso llegó Todos. El fortalecimiento de ese Todos será necesario para la etapa que se abre. El pueblo libre reaccionó ante tanto atropello, aunque el discurso dominante lo quiera presentar como un hecho cuasi delictivo. Personas de carne y hueso que se burlaron de tanto marketing, que resistieron, se movilizaron, protestaron. Alienígenas politizados (diría la esposa de Piñera) bien terrestres, que no comen vidrio, ni tuercas, aunque haya hambre.
“¿Cómo puede ser que vuelvan los K? Los que se robaron todo (una retroexcavadora por allí, un bolso por allá). Porque con Macri andamos mal, nos fue un poco peor, no llegamos a fin de mes, tuvimos que recortar gastos, ajustarnos el cinturón, pero estos… ¿La gente no tiene memoria?”, brama el medio pelo, sacudido por la artillería pesada de los medios de desinformación que comen cabezas y formatean sentidos comunes.
¿Será que “vuelven los k” porque el pueblo justamente tiene memoria y se acuerda que sí se puede vivir un poco mejor, con un proyecto de país más igualitario y de palpables avances para las grandes mayorías? No sé, pregunto. No alcanza con el mérito individual si las condiciones generales del país son desfavorables para casi todes.
El día después, también apareció en cierto sector del electorado un lugar común típico, espantoso, de los más pedorros: “Mirá, los políticos son todo iguales (pero voto a Macri) y yo, gane quien gane, tengo que seguir laburando”. Y sí, queride mío, ¿o alguien vota a un candidat@ o fuerza política para no tener que trabajar más, o para que haya menos trabajo?
A no olvidar que con Macri hubo menos trabajo, cierre de comercios y empresas a diario, duplicación del desempleo y de la inflación, caída del consumo, tarifazos, especulación financiera como eje del plan económico, derrumbe de la producción, endeudamiento externo desaforado, y la lista sigue.
Las víctimas del modelo M le dieron el triunfo al Frente de Todos, aunque por menos de lo que habían proyectado distintos sondeos de opinión con base en las Paso, situación que deja un poco mejor parado a Macri. Otra vez el pifie de las encuestadoras. También, quizá algo de relaje en el Frente de Todos, después de la amplia ventaja en las Paso. Mientras, Mauricio sumó más de dos millones de nuevos votos entre las primarias y las generales. Algunos esquiadores, pero no todos.
Buena parte del pueblo, mucha clase media, después de resistir con aguante, buscó torcer el rumbo (hasta rectificarse) y acompañar una propuesta nacional, popular y progresista, donde prevaleció la unidad de diferentes sectores de centro y centro-izquierda, del campo popular, con el kirchnerismo y buena parte del peronismo no kirchnerista a la cabeza, armado político decisivo para alcanzar la victoria en las elecciones presidenciales del 27-O.
Sostener en el tiempo este armado y ampliarlo será otro gran y fundamental reto para el FdT. Al mismo tiempo, fue una dura derrota para el PRO y sus aliados, conservadores con recetas de castigo permanente al bienestar del grueso de la población en salvaguarda de sus propios privilegios y negociados, apañados por una inmensa propaganda de medios hegemónicos y un sector de la Justicia, que hicieron todo lo posible para encarcelar a la ex presidenta y futura vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y no pudieron. Capaz, hasta la fortalecieron e inspiraron su elogiada movida política.
Volver al gobierno (retomar el poder será otra cosa) representa un enorme desafío para el Frente de Todos. El presidente electo tendrá una dificilísima tarea por delante, vaya novedad, la de la reconstrucción. Alberto Fernández deberá remar en dulce de leche, comandar los destinos de un país más empobrecido y desigual que hace cuatro años. “Reactive Alberto, reactive”, empieza a gritar la popu.
Fue una elección polarizada, binaria, se pareció más a un balotaje, donde Macri aglutinó el voto antiká. En otro momento de la historia ese voto fue antiperonista y así hasta llegar a la época de la “conquista”, más o menos.
Macri empeoró todos los indicadores económicos desde que se calzó la banda presidencial. Tierra arrasada, le gusta resumir a la oposición en transición a ser oficialismo nuevamente. El ex presidente de Boca hizo todo lo contrario a lo que prometió en campaña, agravó problemas existentes y generó muchos nuevos, la mayoría de los que hoy padecen los sectores populares. Sin embargo, mucha gente (40 por ciento), incluso perjudicados por sus políticas, dio el voto a Juntos por el Cambio y se lo volvería a dar. Por eso el trabajo de Todos es arduo, nada fácil… y sin rencor, como dijo AF.
El macrismo, jugado por jugado, apeló al rezo para forzar un balotaje. Pidió milagros, hasta el presidente se hizo bendecir por un pastor evangélico cuando el tour de campaña del No se pudo pasó por Rosario. Macri nunca se rindió, se mostró activo con la gira 30-30. Pero ni Dios Mercado, el más adorado por sus políticas financieras y económicas, estuvo de su lado. Cambiemos recibió un correctivo divino por su pésimo gobierno, el peorcito de las últimas décadas. Así y todo, Macri queda posicionado como futuro líder opositor.
Más allá de Argentina, Latinoamérica vuelve a los movimientos pendulares. Esta vez (menos mal) para el lado de gobiernos populares y progresistas con el fin de dejar atrás los nuevos experimentos neoliberales que azotaron la región los últimos años, acrecentando desigualdades sociales. ¿Son nuevos tiempos? Se verá.
Evo Morales ratificó su liderazgo en Bolivia. El Frente Amplio, con quince años en el gobierno, ganó en Uruguay, pero habrá segunda vuelta. Imponentes movilizaciones populares en Ecuador y Chile contra el modelo neoliberal son muestra de hartazgo. Lo mismo en Brasil. La esposa de Piñera habló de “invasión alienígena” al referirse a las protestas que colmaron las calles de Santiago. Y en Argentina, creer o reventar, los alienígenas también se manifestaron, se rebelaron, marcaron el camino de la unidad dirigencial, ¡y votaron!, guste o no.
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