Del desastre económico y social a la intención manifiesta del nuevo gobierno de atender urgencias y ponerle freno a la caída de la economía. ¿Fácil?, ni ahí. Llevará mucho tiempo arrancar otra vez los motores, desinflados por la CEO Brutus Company. Pero, desde el 10 de diciembre, hay prioridades distintas: la emergencia económica y social está al tope de la agenda. Con banda y bastón, Alberto Fernández confirmó una reorientación de la política económica para escapar del desastre que dejó el macrismo después de infinitos retrocesos en todos los planos. En carpeta hay aumentos para jubilados, empleados públicos y beneficiarios de asignaciones familiares, acuerdo de precios mediante, y ver si de esa manera también se alienta el pago de un bono de fin año en el sector privado.
Los hacedores de la hecatombe y sus hinchas se animan a desafiar al gobierno entrante. Macrilandia ya fue, la pesadilla the end. Murió un Estado conservador, entregador, al servicio de intereses foráneos. Argentina cambia el rumbo, enfila para el lado de la producción, el trabajo y el desarrollo nacional. De la derecha (siempre agazapada) al progresismo, como para resumir. Alberto Fernández y el Frente de Todos comandan los destinos del país, después de una asunción presidencial emotiva, festiva, con calor popular, con plaza desbordada de gente que añora un mejor vivir, con danzas de esperanzas, con música, pogo, choris picantes, la devolución de la alegría como estandarte, con la tevé (pública) otra vez encendida.
Solucionar el problema del hambre, reanimar la economía y reestructurar la deuda externa. Esos tres grandes ejes se planteó AF al comenzar su gestión. Hubo gestos y sus respectivas interpretaciones políticas. Mucho tesón en la unidad. Aparecieron los números que cuantifican el desplome económico que hundió al país en una profunda recesión. El presidente pronunció su primer discurso en el Congreso, ante la Asamblea Legislativa, bien leído e interpretado, esperanzador, desde este punto de vista, claro. Para la lectura usó anteojos redonditos onda John Lennon. Cristina, la vice, intérprete de una jugada maestra que llevó a Alberto a la Presidencia, sentada a su lado, y firme junto al pueblo. Marco ideal, en un contexto nacional y regional complejo, con golpistas todoterreno al acecho.
Miles y miles de personas celebraron el regreso de un gobierno con el que se identifican pero también el fin de una etapa nefasta, de regresión distributiva. La economía tiene resultados, y los resultados lo dicen todo. El pueblo argentino resistió y pudo salir de la trampa que proponían Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional y la elite identificada con el macrismo. Trampa manipuladora en la que caen vastos sectores de la sociedad, sobre todo sectores medios, arrollados por la mentira sistemática y un sentido común neoliberal que vive en los medios de comunicación hegemónicos. Sectores, antiperonistas fervorosos muchos, que apoyan a un gobierno por más que hayan sido castigados por sus políticas.
Los números de la gestión Macri no hay que olvidarlos, sirven para describir la catástrofe de los últimos cuatro años, y deberían servir para no volver a pisar el palito. Lo repasó AF en su discurso inaugural y también el ministro de Economía Martín Guzmán en su primera conferencia de prensa. Aumento exponencial de la pobreza (40%), del desempleo (el más alto desde 2006), la devaluación (dólar de 10 a 60 pesos), la inflación (55 por ciento, la más alta de los últimos 28 años). Industricidio, endeudamiento récord, caída sostenida de los ingresos salariales. Ajuste sobre ajuste.
Argentina fue goleada por políticas neoliberales, cuyas graves consecuencias perdurarán en el tiempo. En este sentido, el FdT explicitó en la voz de “Alberto presidenta” los lineamientos generales de la reconstrucción económica, social y laboral, subordinada a un plan integral que garantice mejores condiciones de vida e inclusión, según remarcan desde el nuevo gobierno. Igualdad de oportunidades, de eso se trata. “Los que más tienen van a tener que hacer un mayor esfuerzo”, se repite desde el oficialismo, premisa que genera inquietud, recelo y rechazo opositor en clave individualista. El choriplán los espanta.
El presidente de la unidad de los argentinos, así le gusta presentarse al dialoguista Alberto Fernández para diferenciarse de los cultores del odio, acompañado por un gabinete que refleja unidad frentista, que mezcla juventud y experiencia, profesionales con pergaminos. Se verá bien con el transcurrir de los días, pero de movida la diferencia con el otro equipo es abismal.
El nuevo gobierno fijó como prioridad el plan contra el hambre y alentó la conformación del Consejo Económico y Social. Se confirmó el regreso de la paritaria nacional docente, además de los aumentos en jubilaciones y asignaciones antes de que llegue el Año Nuevo. Se pateó el tratamiento del Presupuesto 2020 del anterior gobierno “por no reflejar la realidad”. AF sentenció: “Recibimos un país frágil, postrado y lastimado. No es el país que refleja el presupuesto macrista”.
Clonazepam para “los mercados”
También debutó ante los medios el ministro de Economía Martín Guzmán. Dirigió su primer mensaje a “los mercados” financieros, acreedores externos, FMI, con lenguaje técnico por momentos, midiendo cada palabra para tratar de explicar de la forma más sencilla, cual docente universitario. Mantuvo rostro adusto y bien plantado. Guzmán se puso en sintonía con las prioridades de política económica fijadas por el presidente. “Para pagar la deuda, primero hay que crecer para recuperar la economía y la capacidad de pago”, dijo bien clarito, rememorando en parte la experiencia de Néstor Kirchner a partir de 2003.
Repasó la desastrosa herencia que dejó el macrismo en datos, trató de explicar las consecuencias del plan neoliberal que moldeó la economía durante la administración Cambiemos, y trazó lineamientos generales para la macroeconomía. Dio por caído el programa del FMI, anunció que están en marcha negociaciones con acreedores externos, dijo que el anterior programa económico fracasó como fracasa en otras partes del mundo, dejando una situación social de extrema gravedad, para remarcar luego la necesidad de aplicar “un programa nuestro y no diseñado desde afuera”, bajo el ala del FMI, como hizo el gobierno saliente. Soberanía e inclusión, directrices del nuevo proyecto político que seguro sufrirá intentonas de desestabilización por el lado de republicanismos que salen carísimos.
“Lo que tuvimos hasta ahora fue una política irresponsable, el programa del FMI, que ya está caído, establecía una meta de equilibrio fiscal primario para 2020 que sólo se alcanzaría con un ajuste brutal, profundizando la caída de la economía y la crisis social: no hay posibilidad de ajuste fiscal en 2020”, enfatizó el ministro de Economía, que se nota que sabe de lo que está hablando, y anticipó que habrá medidas para sectores vulnerables a través de una ley que llegará al Congreso.
En igual dirección, Guzmán anticipó el envío de un proyecto de ley con medidas de protección para la población más vulnerable, la creación de una unidad especial para hacerse cargo del proceso de renegociación de la deuda y la puesta en práctica de una comisión integrada por ex secretarios de Finanzas que lo asesorará. Además, indicó que por el momento el país seguirá bajo un esquema de restricción para la compra de dólares.
“Para que la economía se lo pueda sacar de encima (al llamado cepo cambiario), se tiene que tranquilizar”, graficó el discípulo del premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, uno de los principales críticos del neoliberalismo.
“Venimos a resolver una muy profunda crisis económica y social. Estamos en una situación de fragilidad extrema navegando por un fino corredor. El gobierno que acaba de terminar su mandato ha dejado al país en una situación de virtual default. Armamos un programa para frenar la caída dadas las restricciones que enfrentamos”, describió Guzmán, con el objetivo económico de reorientar dinero previsto para cancelar vencimientos de deuda hacia la mejoría de los ingresos populares, resortes necesarios para saltar la recesión.
El macrismo, que supo cómo dejarle en bandeja negocios millonarios a multinacionales, cerró su pésima gestión neocolonial con 142 mil millones de dólares de deuda bajo legislación extranjera, mientras que en 2015 había menos de la mitad (66 mil millones). Según un informe de la Universidad Nacional de Avellaneda (Undav), en los primeros dos años de Alberto Fernández habrá que afrontar vencimientos por 30.000 millones de dólares por año, y 40.000 millones en los siguientes.
Reconstruir un país en ruinas es la desafiante tarea que asume el Frente de Todos. La situación está difícil después de otro fracaso neoliberal que golpeó feo a los sectores más vulnerables. Si no arranca, hay que empujar. Pero, al menos, ya se respira otro aire, mientras se busca una salida colectiva y duradera para las hostilidades que azotan a las grandes mayorías.