El 3 de junio de 2015 es una fecha bisagra en la historia del feminismo argentino. Hace ya cinco años que los primeros días de este mes nos encuentran a las mujeres, lesbianas, travestis, trans motivadas, animadas, reveladas y quizás también angustiadas. Hace cinco años que mataron a Chiara Páez, una adolescente de 14 años cuyo cadáver fue encontrado enterrado en el patio de la casa de su novio. En Rufino, la ciudad donde nací. Un femicidio más que se suma a la lista. Otra piba que nos falta. Otro dolor que nos raspa.
Este 2020 se cumplen cinco años del aniversario de Ni Una Menos, la movilización y luego movimiento que surge a partir de un comentario de la periodista Marcela Ojeda, que ese 11 mayo de 2015 escribió a través de su cuenta de Twitter: “Actrices, políticas, artistas, empresarias, referentes sociales … mujeres, todas, bah.. no vamos a levantar la voz? NOS ESTÁN MATANDO”, después de enterarse del femicidio de Chiara. Esa marcha fue un antes y un después. Miles de mujeres, reunidas en Buenos Aires, cerca del Congreso, fueron a poner el cuerpo. También en las plazas más importantes de todo el país.
El carácter trascendental, transgeneracional, federal de la movilización residía en el motivo del encuentro: denunciar que en Argentina asesinaban a una mujer cada 30 horas. Era una acusación enorme que congregó a más de 150.000 mujeres, lesbianas, travestis, trans, negras, trabajadoras, niñas, viejas, desempleadas. Una rebelión que marcaría la agenda toda. Ese 2015, el manifiesto afirmaba todo lo que el femicidio era: una forma de violencia, una categoría política y un producto de una violencia social y cultural.
“El femicidio es eso: marcar los cuerpos de las mujeres violentamente, y como amenaza para otras: para que las mujeres no puedan decir que no, para que renuncien a su independencia”, decía el texto. Y ahí estábamos nosotras, también en Rufino: diciendo que no. Diciendo -por primera vez y sin resguardos- que no queríamos Una Menos.
El mensaje era claro y para el conjunto de la sociedad. El NUM entendió desde el principio que la lucha contra los femicidios no debía ser solo una obligación del Estado, sino también un compromiso de la sociedad civil. Un nombramiento especial tendrá allí la Justicia, acusada de ineficiente a la hora de dar respuesta a las víctimas. También los periodistas que agitaban desde los medios el famoso “algo habrán hecho” y culpabilizando a las víctimas de su destino. Pasaron cinco años. Y mientras el cartel de Ni Una Menos se replica todavía sin reparos, pasaron más de 1400 femicidios y travesticidios. Todavía nos queremos vivas, pero no de cualquier forma: deseantes, desendeudadas, protagonistas, con participación activa, con poder de decisión, reconocidas.
3 de junio
Jamás pensé que ese 3 de junio iba a ser una fecha importante. La sucesión de hechos anteriores hacía que Rufino se vuelva una ciudad silenciosa y algo traumada. Habían pasado 24 horas desde que el cuerpo de Chiara había sido encontrado. La conmoción duró semanas y los debates en torno al cómo había sucedido el horror estaban presentes en las casas, los comercios y las calles de la ciudad.
El aviso previo de la convocatoria permitió que los rufinenses se organicen para vivir un hecho inédito. Recuerdo haber llegado con mi mamá a la plaza principal de Rufino que de a poco estaba siendo colmada. Recuerdo haber visto a Romi, la hermana de Chiara, ir de unos brazos a otros, recibiendo abrazos. “Desde que me levanté viví ese día con mucha ansiedad. Por ahí son fechas que a mí me generan mucha ansiedad y nerviosismo o cuestiones así. Entonces ya estoy de un lado para el otro para no quedarme quieta y bueno, estuve de un lado para el otro y me vine para la plaza”, me dice cinco años después.
La sensación de ser multitud también se suscitó en otras: “No salí temprano a la marcha y cuando llegué, me costó llegar porque quería estar adelante. Y estaba en la cuadra anterior y ya estaba lleno de gente. Fue llamativo eso en Rufino: una cuadra entera llena de gente amontonada, una al lado del otro. Fue increíble”, recuerda Vanesa Irurzun, militante del movimiento feminista rufinense.
Hugo Basso, periodista del medio digital La Tribuna del Sur, coincidió y señaló que ese día lo emocionante fue ver cómo en Rufino crecía y se desarrollaba “ese asunto”, es decir, el movimiento de mujeres: “Me sorprendió ver cómo las mujeres, de repente, a través de un hecho trágico como este alcanzaron un protagonismo que incluso se dió con una dosis de prepotencia cívica”.
La primer marcha de Ni Una Menos en la ciudad de Rufino fue capaz de volcar –como nunca antes– a casi toda la ciudad en la calle. Según los registros periodísticos, los presentes sumábamos casi 2 mil personas. Ahí estábamos todos: grandes, chicos, chicas, mujeres, varones. Familias y amigos en grupo. Clubes y escuelas. Y nos conocíamos y conocíamos a Chiara: algunos eran compañeros, otros amigos, otros vecinos, otros la tenían de las redes sociales y otros solo de vista.
En el centro de la plaza San Martín se había dispuesto una larga mesa con un mantel blanco que tenía inscripto “Justicia por Chiara”. Ahí se encontraba Fabián Páez, su papá, junto con sus hijas Romina y Tania. “Un poco agradecerle a todos ustedes participar de esto en el pedido de justicia por Chiara y hablando como rufinense que no haya una Chiara más. Todos me han demostrado lo mismo: todos nos sentimos padres de Chiara, madres, hermanas, tías, primas”, dijo minutos antes de que iniciara la movilización hacia la Jefatura de policía y resumió así el vínculo que la comunidad entabló con el caso.
Esa tarde fue esclarecedora para los rufinenses. Un día en que la ciudad decidió participar del movimiento y tomar conciencia sobre la problemática. Un trabajo introspectivo a nivel comunitario que sirvió para reconocer que la violencia de género no discrimina edad, clase social, credos ni cantidad de habitantes. Fue la destrucción de la ajenidad frente al horror. Fue transformar el dolor en unidad.
A cinco años de lo sucedido, la participación de la comunidad ya no es la misma. Las convocatorias referidas al movimiento feminista cada vez atraen menos y el número de asistentes desciende de una marcha a otra notablemente. “El movimiento acá en las localidades más chicas es más complicado. Por ahí lo que cuesta más es el compromiso de la gente. Acá por ahí lo que falta es el compromiso de gente más adulta. Hace falta aprovechar toda la gente que está acá en la ciudad para formar un movimiento, porque existen cosas muy específicas pero no es un movimiento que tiene un espacio y que está todos los días del año”, aclara Romina.
Movilizadas
La irrupción del feminismo llegó a todos lados. El pañuelo verde, el color violeta y el glitter se federalizaron. Las consignas también. Este tres de junio, pandemia de por medio, las redes explotan de contenido. Desde el 24 de marzo a ahora quedó claro: el aislamiento es físico, pero las calles y redes pueden coparse simbólicamente de formas infinitas. Habrá tuitazos, proyectazos en distintos edificios de la ciudad de Rosario y una propaladora recorrerá distintos barrios reproduciendo consignas.
El aislamiento social, preventivo y obligatorio impidió que se celebren con una multitud en la calle los cinco años de un movimiento que generó en muchas mujeres, lesbianas, travestis, trans, bisexuales, no binaries, la necesidad de involucrarse. Pero eso no impide que el colectivo NUM llame nuevamente a gritar que “libres y desendeudadas nos queremos”. Además, se contemplan en la convocatoria los datos publicados por el Registro Nacional de Femicidios de la Justicia Argentina que afirman que entre los años 2015, 2016, 2017, 2018 y 2019 se contabilizaron 1247 femicidios, mientras que sólo durante el 2020 la cifra es de 97, de los cuales 44 fueron en cuarentena.
La pandemia no podrá limitar la potencia de este movimiento que ha unido a mujeres con una misma razón. Un colectivo que sabe que la lucha será larga y tendida. Que puede debilitar al machismo. Que conoce de empoderamiento y sororidad. Que supo hacer suyas las calles. Que está dispuesto a embanderar el desconsuelo y hacerlo parte de su militancia. Y que pide, una vez más y desde hace cinco años, que paren de matarnos.
Los tiempos de la Justicia
La familia de Chiara Páez continúa esperando que la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe confirme la condena que recibió la pareja de la víctima, y espera que avance la investigación por el presunto encubrimiento o participación que tuvieron la madre y el padrastro del joven.
En julio de 2016 el juez de Menores Adrián Godoy encontró a Mansilla «penalmente responsable» del femicidio, pero la pena se estableció un año después, en septiembre de 2017, cuando el condenado alcanzó la mayoría de edad.
El juez Javier Prado le dictó una condena de 21 años y 6 meses de prisión, confirmada el 2 de marzo de 2018 por la Cámara de Apelaciones de Rosario. La sentencia de Prado sostuvo que Mansilla «mató a Páez despreciando su condición de mujer y conociendo de su embarazo» y agregó que «no mostró un sincero arrepentimiento».
Un recurso de inconstitucionalidad interpuesto por la defensa del joven envió el expediente a la Corte santafesina, donde desde hace dos años «está a resolución», dijeron a esta agencia voceros del alto tribunal.
Paralelamente al femicidio, el fiscal pidió la detención de Carolina Gallegos, la madre de Mansilla, y de su pareja, Carlos Cerrato, acusados como partícipes, al entender que habían colaborado al menos en el traslado del cuerpo de Chiara desde el galpón donde fue golpeada hasta el lugar del patio donde la enterraron.
«La Cámara de Venado Tuerto determinó que la figura que encuadraba con esas conductas era la de encubrimiento», explicó el fiscal de la causa, Mauricio Clavero, y dijo que por aplicación de la figura de la «excusa absolutoria» los familiares no pueden ser castigados por ello.
Ambos fueron liberados poco tiempo después del crimen pero la causa no se cerró, a la espera de nuevas pruebas que pudieran modificar el destino del proceso.
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