La semana que pasó fue como un sandwich de nostalgia entre el Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans, que no pudo encontrar a miles en San Luis, y los 75 años del 17 de octubre. La militancia, sin embargo, sabe que la procesión siempre va. Por fuera y por dentro, esta vez sólo por dentro. Recordando con fotos, hashtag y etiquetas. Reforzando la convicción de que hay que esperar para volver a copar lo que no se perdió. Sofía, Luciana, Celina y Jorgelina militan en distintos espacios políticos peronistas. Y en el medio de este sandwich, reflexionan y coinciden: si son feministas, es porque son peronistas. Porque ambas cosas significan la justicia social.
Vivir para dar la vida
Sofía Levin tiene 26 años y milita desde hace nueve en La Cámpora. “Soy peronista desde la cuna. Pero también porque decidí serlo”, señala. “Y el hecho de haber siempre pensado en un mundo donde la justicia social sea lo que habite entre nosotros y nosotras, fue lo que me hizo ser feminista”.
Su recorrido es el recorrido de marchas. El 16 de septiembre, el 24 de marzo, el Encuentro de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans. “Para mí, marchar significa poner de manifiesto todo lo que nos incomoda de nuestra sociedad”, define. Y precisa: “El peronismo siempre fue un movimiento que habitó la calle como una herramienta de transformación política”.
La joven está convencida de que la herramienta de transformación este año es priorizar la salud, “porque es un eje fundamental para cuidar a la patria. Necesitamos estar vivos justamente para dar la vida por la patria”. “Hay que vivir, entonces, para poder seguirnos movilizando mañana. Seguramente ya lo vamos a poder hacer. Hoy nos tenemos que quedar en casa, hoy tenemos que cuidar a los nuestros, a nuestros padres, a nuestros abuelos, a nuestros hermanos”.
Juntar energías
El rumbo de Celina Mondelli, militante del Ateneo John William Cooke, está señalado por las decisiones de las Madres de Plaza de Mayo. “No tener esta posibilidad de encontrarnos como pueblo en las calles fue complejo, un poco angustiante, pero lo cierto es que lo definieron ellas y llamaron a movilizarnos quedándonos en nuestras casas”, remarca la joven de 29 años. Para ella, en esta y la movilización que sea, buscarle la vuelta con luces, pañuelos y carteles en la puerta, a través de las redes sociales, es una forma de decir que no se baja ninguna bandera.
Celina empezó a militar a los 13, 14 años en el centro de estudiantes de su escuela “Siempre me sentí muy interpelada por las injusticias”, se define. También se dice militante peronista y que eso, inevitablemente, la transforma en feminista. “Porque ubico en el peronismo la principal bandera de la justicia social, y para mí el feminismo es justicia social. Por ende, me cuesta un poco pensarlos escindidos”, detalla. Y asegura que toda su militancia se vio ampliada y mejorada a partir de la militancia con las compañeras travestis-trans.
“Encontrarse en las calles siempre es un momento muy significativo para les peronistas. Las calles han sido siempre nuestro lugar. Una se siente muy a gusto. Y en ese sentido también los Encuentros de mujeres, lesbianas, travestis, trans y personas no binarias han sido espacios muy fructíferos de encuentro, de discusión política, del cuerpo a cuerpo, de poder poner una agenda en común, debatir los temas que nos interpelan, las cuestiones que consideramos urgentes, los reclamos históricos, los derechos que queremos ampliar”, relaciona.
Para Celina, no estar en las calles no es sinónimo de no movilizarse. “Si bien extrañamos, y nos faltan los cuerpos, los abrazos, las palabras compartidas, la verdad es que creo que como peronistas y como feministas estamos movilizadas. Le hemos encontrado la vuelta en el marco de la virtualidad, porque, por supuesto, entendemos que en este contexto de pandemia, cuidarnos y cuidar al otro, a la otra, otre, es quedarnos en nuestras casas. Y la verdad es que siento que hemos encontrado la vuelta a la virtualidad para para poder estar movilizadas igual, para poder seguir discutiendo, encontrándonos y juntando mucha, mucha energía y muchas, muchas ganas de volver a encontrarnos cuerpo a cuerpo”.
Como hace 75 años
“¡Qué no se enteren los pibes, por favor!”, exclamaron en la columna de La Corriente mientras se acomodaban para marchar en el Encuentro de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No Binaries de Rosario, en el 2016. Habían hecho apenas tres metros y ya habían perdido un par de palillos. La marcha, recuerda la militante Luciana Toloza, era el gran desafío de las pibas. “Era una experiencia nueva, sobre todo porque después de muchos años de militancia era una actividad sin compañeros varones”, señala la mujer de ahora 44 años. Ese fue su primer Encuentro. Después, no se perdió ninguno. “Cada uno que pasaba se iba convirtiendo en algo más maravilloso, con mucha más mística”.
Luciana asegura que nació peronista, y feminista se fue haciendo, “como dice Cristina”. “O quizás lo fuimos mamando con Evita, con las compañeras de la resistencia, con las Madres y con ella, con Cristina. Porque, además, una de las banderas que siempre levanta el peronismo es la justicia social, y para nosotras eso es el feminismo”. La militante de La Corriente repasa cómo ese feminismo maravilloso y místico fue acompañando desde la década ganada hasta la llegada del macrismo y la vuelta “para ser mujeres”.
“Ahora la lucha en la calle tiene que reconvertirse. Eso es lo que estamos craneando: otras formas de luchas, marchas virtuales, propaladoras, proyecciones, recurseros. No es lo mismo, porque el lugar natural de la militancia es la calle junto al pueblo. Y eso que nos pasó con el feminismo, con el Encuentro, es la misma sensación que tenemos desde el peronismo de cara al 17 de octubre. No va a haber patas en las fuentes, ni cantos, ni bombos, ni bengalas. Pero no tengo dudas de que el peronismo estará latiendo en cada corazón de les compañeres que seguimos soñando, como hace 75 años, en una patria justa, libre, soberana y diversa”.
Conversa y empoderada
Jorgelina Yocco tiene 51 años y no nació en una familia peronista, sino en una re-gorila. A veces, incluso, tener en su Facebook fotos de una marcha le daba cierto pudor. “Era como la profanación de la memoria de mis ancestros”, dice ahora. Lo cierto es que de a poco, una vez separada de su marido, “y estando verdaderamente vulnerada en un montón de aspectos”, Jorgelina comenzó a acercarse a la militancia. Y llegó al Movimiento Evita, y al movimiento de mujeres. Y no se fue más. “A mí me enamora el agite, ¿viste? Me encanta la vibración que se vive en una marcha”, asegura, tanto como que dice que “el lomo tanto no le da”. Ahora, sabe que un acto de entrega es quedarse en casa y buscar otras herramientas para ganar derechos. Y reafirma: “No, no le cedimos la calle a la derecha ni a palos”
El relato de la mujer es un remolino de sensaciones. Recorre con detalle todo lo que caminó para ser peronista, llegar a cantar la marcha como propia y de la misma forma defender la vida de las mujeres. El Encuentro de 2016 en Rosario fue transformador para ella. Y el debate por el aborto legal, seguro y gratuito, también. Jorgelina viene de una familia muy católica y la interrupción del embarazo era para ella “un tema urticante”. Hasta que se colgó el pañuelo verde. Y los fabricó.
“Mi primer desafío fue estar a cargo de un taller textil. Y un día, desde la Campaña por el aborto nos pidieron que elaboremos 1.500 pañuelos verdes. Después, medio como que se asustaron, porque nosotras no teníamos experiencia, y nos dijeron que hagamos mil. Bueno, ¿conclusión? Después terminamos haciendo 40 mil pañuelos. Fue una cuestión verdaderamente empoderadora, porque además se empezó a replicar trabajo en otros barrios y fue la verdad que una de las experiencias que más me enorgullece siendo feminista, y también utilizar esos espacios para dar la discusión con otras compañeras”, relata emocionada.
Jorgelina habla lento, tímida y orgullosa. Cada una de las anécdotas tiene un sentido que explica sencillamente: “Una vez, un compañero me dijo que no hay nada más fanático que un gorila converso. Y creo que es cierto”.
Fuente: El Eslabón
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