El ex jugador leproso, y actual comentarista televisivo, charló con El Eslabón sobre el papel de los medios, los 60 de Diego, los derechos humanos y, por supuesto, de su querido Newell’s.

Sebastián Domínguez nació el 29 de julio de 1980, en Buenos Aires, pero su familia se mudó a Rosario. Hizo inferiores en Newell’s y debutó con la rojinegra en 1998. Fue capitán y emblema de la Lepra que ganó el título en 2004, de la mano del Tolo Gallego, y también gritó campeón con el Corinthians, en Brasil, y varias veces con Vélez. Vistió, además, las camisetas de Estudiantes de La Plata y América de México, y hoy comenta fútbol por la tele. El Negro, como se lo conoce, es, por sobre todas las cosas, un tipo simple, frontal y muy comprometido.

Divina TV

“Cuando dejé el fútbol dije «voy a ser entrenador» y todos los que me conocen decían lo mismo. Pero la última etapa de jugador no la disfruté, la padecí, y mi familia lo mismo. Porque cuando estás adentro, el fútbol es la prioridad y el resto está siempre en un segundo plano”, dice de entrada Sebastián, y se explaya: “Hoy puedo decir que es una decisión de vida no ser entrenador. La tele lo que te asegura son tiempos más normales de trabajo y no tantos vaivenes. Igual me sigo cuestionando si la tele es mi lugar o si el deseo es volver a estar más cerca del fútbol. Es la gran disputa interna que tengo y que no me permite disfrutar al cien por cien lo bien que me va en este nuevo rol”.

El Negro admite que cuando jugaba le costaba no opinar sobre la táctica y estrategia definida por el entrenador de turno, y que eso le generó más de un inconveniente. “El que llega a Primera, generalmente en inferiores fue una pieza muy importante. Pero en Primera pasas a ser uno más, y eso lo fui entendiendo recién de grande. Igual lo fui corrigiendo y creo que es lo que más y mejor pude cambiar, y a la vez lo que me hace pensar que podría ser entrenador, por eso de saber ceder en una idea”, explica, y acota: “Y cuando sentí que ya en el fútbol no me quedaba mucho por aprender, dije ya está, hasta acá llegué”.

Ante la imposibilidad de mantenerse en la competencia, y ese deseo de dedicarle más tiempo a los afectos, Domínguez encontró en los medios un espacio en el que poder seguir ligado a su pasión. “Es algo nuevo para mí y voy navegando, pero lo cierto es que no cuesta tanto como si tuviera que pensar 24 horas en la formación de un equipo, y me permite disfrutar muchísimo más a mi familia”, señala, aunque no ahorra críticas a este ambiente que está empezando a conocer. “En los programas de tele es como que en toda discusión tiene que haber dos o más posturas y siempre tiene que haber un conflicto”, fustiga. “Es parte del show y me costó entender que es porque alguien que está mirando el programa no va a estar de acuerdo y entonces alguien tiene que interpretar determinado papel para que el televidente se sienta identificado con él, por más que en la vida real piense lo contrario. De entrada me chocó mucho, porque vengo de un palo en el que no decir lo que uno piensa o siente es un poco una traición. Después entendí que hay un personaje cuando la cámara se enciende y una persona cuando se apaga. Y ahí encontrás de todo”.

En cuanto a su relación con los medios cuando estaba del otro lado, el ex capitán leproso admite: “Cuando jugás te molestan un montón de cosas. Das una nota que te parece muy linda y después te encontrás con un título que no refleja para nada todo lo que dijiste, sino que se quedaron con una partecita, un gancho, una bomba, para vender. Hoy lo entiendo como un juego mediático, pero antes lo sentía como una guerra mediática. Hoy me planteo que en realidad no era para tanto, que me volvía loco por cosas que no valían la pena. En ese sentido aprendí mucho del Tigre Gareca, que nunca se ponía nervioso, y hoy lo veo también en (Miguel) Russo. Y si lo analizás, sus equipos eran o son un reflejo de eso: tienen una manera muy distinta de reaccionar ante ciertas situaciones que les permiten resolverlas sin volverse locos”.

Sí me meto

El 22 de octubre se celebró el Día Nacional por el Derecho a la Identidad, en conmemoración de un nuevo aniversario de la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo por la recuperación de las nietas y nietos secuestrados por la última dictadura cívico militar. Este año, la consigna invitaba a que cada persona escribiera su nombre en la palma de su manos y subiera una foto a las redes sociales. Y Seba lo hizo. “Mi primer contacto es a través de Alicia Lesgart, mamá de Mariano Soso (actual DT de San Lorenzo) que en su familia sufrió y mucho esa época (Alicia es prima de Susana, una de las fusiladas en la Masacre de Trelew). Ella me regala un libro de Jorge Amado, Capitanes de la arena, y me empieza a dar información que tiene que ver, directa o indirectamente, con historias que en algún momento se entrecruzan y que uno las va ubicando cronológicamente dentro de ese aprendizaje. Después empecé a ir a alguna marcha, me acuerdo de ir con Kurt (Lutman) por primera vez un 24 de marzo, y aunque no soy un militante sí estoy al tanto de lo que pasa y de lo que pasó”, dice Domínguez poniéndose serio. “Es una historia que siempre me llamó la atención y que me pone muy triste cuando veo imágenes o leo algo al respecto. Me genera una sensación de empatía, de respeto, de dolor muy grande, y trato de acompañar desde mi lugar”.

“Nosotros tenemos un poder, una masividad a la hora de comunicar, que también la podemos usar para que otras voces se amplifiquen”, remarca. “Entonces trato de plantear cosas y ponerme de un lado. Y decirlo, y asumirlo, para aprovechar que mucha gente que te sigue porque salís en la tele o porque le gusta lo que decís, vea o lea algo que quizás por otro lado no le hubiese llegado. Es una responsabilidad a la vez y trato de tomarla con mucho respeto”, argumenta, y concluye: “Siempre se dice que hay que cuidar la imagen y que en ciertos temas no conviene meterse. Bueno, en algunos, como en este sobre todo, yo creo que es absolutamente necesario meterse”.

Antes de despedirse, y como no podía ser de otra manera, Domínguez habla de su querido Newell’s, club en el que debutó en 1998 y se retiró en 2017. “Lo veo bien”, dice sobre el conjunto de Kudelka. “Es un equipo que ya estaba bien armado pero como que le faltaba una vuelta de rosca y ahora, con la llegada de Nacho y la continuidad de pibes que venían asomando, creo que se va a consolidar. En este tipo de torneos, que no es largo y en el que hay duelos directos más allá de la zona de grupos, las individualidades pesan mucho. Y Newell’s las tiene, y muy buenas. En un torneo largo, por ahí pesa más la regularidad del grupo, del equipo en sí. En cambio, en este tipo de competencias, un jugador en una buena tarde, te resuelve todo”.

60/10

El futbolista más grande de todos los tiempos celebró sus primeras seis décadas de vida y Domínguez, que tuvo el privilegio de ser dirigido por Diego en la selección durante las eliminatorias para el Mundial de Sudáfrica, asegura que empezó a jugar al fútbol “porque soñaba con ser Maradona”.

“El día que Diego juega el amistoso de presentación en Newell’s, con el Emelec, en el que termina metiendo un gol, yo estaba adentro de la cancha porque estaba en inferiores”, dice el ex defensor, evidenciando emoción, y aclara: “Estábamos con Mateo, Maxi Rodríguez, Quintana, pero quedamos en uno de los laterales y no lo pudimos ver de cerca”. Después de asistir a varios entrenamientos “como un hincha más”, Seba tuvo la suerte de cruzar a su ídolo en un partido con Gimnasia. “Ahí lo pudimos ver, con Mauro Rosales, y me pude sacar una foto muy linda con Diego”, recuerda.

“Después me convocó a la Selección y lo pude conocer mejor. Si bien no tengo relación directa, ni hablo todos los días, me ha hecho llegar saludos y sé que me aprecia”, confiesa, y añade entre risas: “Me invitaron a que le grabe un saludo de cumpleaños y creo que lo grabé 70 veces, porque le quería contar toda mi vida y lo importante que fue para mí siempre”.

Para explicar semejante devoción, el ahora comentarista sentencia: “Yo crecí con el Mundial 86 y Diego es, sin lugar a dudas, la razón futbolística por la cual quise ser jugador. Como millones de pibes, yo quería y soñaba con ser Maradona”.

 

Fuente: El Eslabón

 

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