Luisiana Balbuena

El 24 de marzo de 1976 inició una etapa muy dolorosa para la historia argentina, un golpe de Estado llevado a cabo por las Fuerzas Armadas, que usurparon el gobierno. Los años que transcurrieron bajo la dictadura militar estuvieron signados por una constante violación de los derechos humanos, crímenes de lesa humanidad y un terrorismo de Estado que tarde o temprano debía llegar a su final, devolviéndole la tranquilidad y la libertad al pueblo argentino. Esta fecha se conmemora para aprender de los errores del pasado, mantener viva la memoria y hacer reflexión de aquellos acontecimientos que golpearon a familias enteras, desapareciendo a sus seres queridos, y percutir, a su vez, a todos los argentinos en el margen económico también. En la dictadura los salarios cayeron un 30%, se tomó deuda externa exorbitante, y quienes padecían las consecuencias de las decisiones de los dictadores, eran los trabajadores y sus familias. En este marco político tan desfavorable, muchos lo estaban perdiendo todo, era momento de organizarse y salir a las calles para pedir el retorno de la democracia, que finalmente se dio el 10 de diciembre de 1983.

Uno de los momentos culmines y característicos de este período se dio cuando los estudiantes se organizaron y salieron a reclamar por el medio boleto estudiantil, marcando esta situación de desigualdad que aún existe al momento de hablar de oportunidades y acceso a la educación pública. El problema fue que, para los militares, cuando se iniciara la protesta, era el momento conveniente para localizarlos, secuestrarlos y desaparecerlos. Me pregunté mucho tiempo, ¿Cómo pudo pasar esto? ¿Por qué una parte de la población caía en las manipulaciones del gobierno y estaba convencida de que todo estaba bien? Ellos también lograron la impunidad de las Fuerzas Militares. Estaban llevándose y desapareciendo pibes que pensaban distinto, que reclamaban algo justo y se oponían a las atrocidades que estaba cometiendo ese gobierno.

Incluso hoy en día existen personas que repiten el relato de que no eran “tan inocentes”, que formaban parte de un movimiento guerrillero, y otras versiones que vienen firmemente marcadas por toda una ideología política. Pero yo nunca creí en la historia que cuentan los asesinos, mucho menos cuando soy consciente de que ellos mismos quisieron borrarla, y no se cansan de hacer el intento de modificarla a su favor para salir impunes. Cabe destacar que la iglesia también fue una gran cómplice de todas estas violaciones a los derechos humanos.

En cada ilustración y fotografía relacionadas con esta fecha, hay un firme pedido de resistencia y justicia. Parecía imposible llegar a conseguirlo, pero al final pudimos ver presos a algunos responsables por los crímenes de lesa humanidad cometidos en ese período, incluso aparecieron nietos de las Madres de Plaza de Mayo. Estos logros se dieron a través de la militancia, la memoria y la perseverancia de un país que se vio muy afectado, y nunca titubeó a la hora de hacer un pedido de justicia, inculcando la lucha en las nuevas generaciones también.

Los jóvenes actualmente tienen muy presente que esto no puede repetirse. Les toca decir Nunca Más, y en memoria de quienes no pudieron continuar en la lucha, porque hoy, los lápices siguen escribiendo. Sus ideales siguen de pie, por una educación pública al alcance de todxs, de calidad e inclusiva. Aún tenemos un largo camino que recorrer, pero siempre teniendo presente que el destino es el futuro, un futuro mejor, porque aprendimos en el pasado que para seguir conquistando nuestros derechos, hay que estar de pie y al frente.

(*)Luisiana tiene 17 años y es estudiante de 5to año de la Escuela Normal 3 de Rosario.

 

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