“Quise cumplir con mi rol de madre y de legisladora a la vez. Me equivoqué, no era la forma”. Así se justificaba la diputada provincial Natalia Armas Belavi luego de que se conociera que al tiempo que daba su voto en la sesión del jueves pasado conducía su automóvil. La representante de Somos Vida y Familia argumentaba que había tenido que llevar de urgencia a su bebé al pediatra y que en ese momento estaba estacionando.
La legisladora del bloque de Amalia Granata no es la única madre que cumple a la vez tareas de atención a la familia y otras laborales. Lo imperdonable es hacerlo llevándose por delante normas básicas de convivencia y cuidado colectivos. No es solo un problema de forma sino, además, de fondo.
También en estos días la periodista Carolina Losada volvió a cruzar el Arroyo del Medio para postularse a senadora nacional por la provincia de Santa Fe. Entre las primeras acciones públicas que emprendió fue sacarse una foto con un grupo de adolescentes en el Parque de España para reclamar -obviamente- por “la presencialidad escolar”. Más tarde se compró un cuaderno rojo “para anotar las urgencias” y difundió su iniciativa de campaña por las redes sociales. Y al día siguiente se sacó otra foto en el emblemático bar Lido de la zona sur de Rosario junto al ex rector Mario Barletta y la concejala Anita Martínez (sin repetir y sin googlear, ¿es posible mencionar al menos dos proyectos de Martínez en beneficio de la ciudad?).
También aquí la forma y el fondo son la misma cosa: discursos y fotos efectistas para ganar potenciales votantes y, en el corto y largo plazo, reclutar candidatas y candidatos que voten los planes antipueblo de la derecha para la economía, para la salud y la educación.
Esta semana la ministra de Educación de Santa Fe, Adriana Cantero, volvió a relucir su destrato histórico con la docencia santafesina con las decisiones que toma, por la manera y el fin. Poco antes -a fines de mayo pasado, y tras el feriado del 25- había decidido que “por tres días” no hubiese enseñanza ni presencial ni a distancia porque “total son pocos quienes pueden conectarse”, aludiendo además a la necesidad de aprobar el proyecto de ley de conectividad para la provincia. Pero en lugar de sumar opinión a favor de la sanción de esta norma, postergada por los gobiernos anteriores y que urge para Santa Fe, solo cosechó rechazos.
Los sindicatos docentes fueron los primeros en recordarle lo valioso que son tres jornadas escolares para seguir sosteniendo encuentros posibles con las chicas y los chicos. Lo más doloroso para la docencia fue el menosprecio de la máxima autoridad de la cartera educativa a tanto trabajo pedagógico sostenido en toda la pandemia.
Argumentando una mejoría en los indicadores sanitarios, el miércoles 30 de junio pasado, a eso de las seis de la tarde, la ministra Cantero sorprendió con la medida del retorno a la presencialidad del nivel secundario en los departamentos Rosario y La Capital. Ese día se registraron en Rosario 521 casos nuevos de personas contagiadas y 10 muertes por Covid; al otro día -el jueves 1° de julio- 542 contagios y 50 muertes. Solo en Rosario. Difícil de leer e interpretar esos datos como una mejoría, tanto como desoír las advertencias permanentes de la Asamblea de Trabajadorxs por la Salud Colectiva (integrada por profesionales e investigadores de la salud y la educación, entre otros) sobre los riesgos sanitarios que se corren al tomar medidas apresuradas.
Y una pena además porque otra vez pasan a segundo plano tanto el esfuerzo de maestras y maestros para llevar adelante el sistema educativo como el esfuerzo del personal de Salud a nivel sanitario. Y, entre esos logros, el histórico plan de vacunación a la población en general y a la docencia en particular.
No es todo. Para justificar la decisión del miércoles por la tarde, Cantero argumentó que estaba explicitada en las circulares anteriores que avisaban que a medida que se fueran dando indicadores de mejora se iría ampliando la presencialidad escolar. Es conocido que el diálogo no es su mayor virtud, pero una vez más hizo gala de su ironía al expresar que no veía tanto problema de organización “de un día para otro”, si las escuelas y sus docentes estaban vinculadas permanentemente a la distancia con las y los estudiantes.
No son solo las directivas y docentes quienes tienen que primero desentrañar la trama de palabras rebuscadas de cada circular del ministerio, para luego llegar con una comunicación clara a las familias; también es tarea para las y los periodistas. La ausencia de comunicación oficial hacia los medios cuando se toman definiciones como éstas es una política del Estado provincial. Inexplicable cuando los medios de comunicación tienen mucho para aportar, más en tiempos de pandemia cuando la información pública es esperada, buscada y más que nunca valorada como un bien social.
Políticas de destrato de forma y fondo con la docencia y la comunidad educativa, paradójicamente en tiempos en los que más que nunca hacen falta la palabra, el encuentro y el diálogo para sostener vínculos pedagógicos y comunitarios.
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