Fernanda Felice

Los Juegos Olímpicos de Tokio son una oportunidad para destacar el valor lúdico de los diferentes deportes. Además de mostrar que las dificultades y limitaciones también son propias de quienes participan de estas competencias de altísimo rendimiento. La educadora Fernanda Felice dice que cuando se trata de practicar actividades deportivas en las infancias, por sobre todo “deberían permitir que las niñas y los niños sean felices”.

Fernanda Felice es fonoaudióloga, docente de la Facultad de Ciencias Médicas (UNR) y autora de El tiempo de ser niñas y niños y Cuentos desobedientes para cuidar a las infancias (Laborde Editor). Una educadora siempre atenta a las preocupaciones en torno a la salud y la educación de las chicas y los chicos.

Hace poco se conoció la decisión de la  gimnasta estadounidense Simone Biles de renunciar a buena parte de su presentación en los Juegos de Tokio, abriendo un debate en torno al papel del deporte y la salud.

La gimnasta Simone Biles, quien ha cosechado 30 medallas en distintas competencias mundiales, expresó respecto de su retiro:  “Digo que pongamos la salud mental primero, porque si no lo hacemos no vamos a disfrutar del deporte y no podremos triunfar tanto como queremos hacerlo. Está bien dejar pasar algunas competencias más importantes. Eso muestra cuán fuerte como persona y competidor sos”.

Simone Biles
La gimnasta de EEUU Simone Biles.

—¿Qué deja esta noticia para pensar?

La noticia es interesante porque lo que muestra esta gimnasta es que la salud tiene una complejidad que excede a lo físico y a lo biológico, y que muchas veces queda reducida solo a eso. E incluso, si lo pensamos en términos del deporte, parece que las niñas y los niños deben hacer deportes porque eso es bueno para su salud física y su crecimiento, que por supuesto lo es. Pero si entendemos la complejidad que tiene la salud, una parte es la física biológica, otra es la físico mental, como pone en escena esta gimnasta y cuenta su padecimiento; pero también hay otras dos muy importantes que tienen que ver con lo social y con lo racional: las personas que realizan un deporte hacen socializaciones, participan de otros espacios que son interesantes, por ejemplo en nuestro país sabemos el rol fundamental que cumplen los clubes en las vidas de las infancias. Y también, con lo racional porque sabemos los aprendizajes que se construyen en torno a un deporte, pero a todo eso a veces se lo deja de lado.

—¿Cuál es el límite de las competencias deportivas para una nena o un nene?

El límite es el sufrimiento, que de algún modo también es lo que expresa esta deportista de alto rendimiento, de quien se supone que está preparada para sostener esas instancias tan exigentes. Si pensamos en las infancias, a lo que hay que estar atentos es siempre al sufrimiento. Puede haber niñas y niños que disfruten muchísimo del deporte, pero que no tengan la intención de competir o que las exigencias que se les impongan sean tales que eso haga que se pierda el disfrute por el deporte. Además tenemos que tener en cuenta que es una actividad lúdica, que tiene que ver con jugar y eso siempre es bueno, por tanto ahí hay que escuchar lo que está sucediendo.

—¿Qué alertas tienen que tener en cuenta las personas adultas que acompañan? 

Las personas adultas siempre tenemos la obligación de acompañar y de cuidar, y por lo tanto hay que tratar de escuchar lo que nos están tratando de decir las niñas y los niños; y que muchas veces no va a ser solo con palabras, sino con gestos, con comportamientos que nos van a dar conocer si están padeciendo alguna situación, en cualquier orden de la vida y en esta también. En relación a los límites de la competencia, tenemos que reconocer que hay adolescentes que ya se posicionan desde otro lugar, que se miran hacia el futuro, como personas que quieren trabajar, que quieren desarrollarse y sí están dispuestos a transitar algunos sacrificios porque, en definitiva, quieren ser futbolistas, deportistas. Ahí hay que acompañar, porque es una elección que está tomando ese adolescente. No es lo mismo a lo que le sucede a una niña o a un niño pequeñito, que en todo caso puede decir si le gusta un deporte o no, si le interesa competir o no. O los malestares que pueden suscitarse en exigencias que vienen de la familia o de entrenadores, profesoras y profesores, que exigen más de lo que es posible; o tal vez quieren resolver las frustraciones propias. Eso es histórico, ha pasado siempre, “a través de mis hijas, hijos voy a lograr lo que yo no he podido hacer”. Y eso tiene mucho costo. En el mundo actual, en el que vivimos, eso se incrementa porque de algún modo las niñas y los niños están obligados a ser productivos y exitosos, mucho más que antes. Hay que estar atentos, no caer en esa trampa y cuidar siempre a las infancias.

—Los Juegos de Tokio aparecen como una oportunidad para poner en debate estos temas 

Es muy importante porque despiertan el interés en las niñas y en los niños y podemos tomar, por ejemplo, lo que le pasó a la gimnasta (Simone Biles) que ha ganado infinidad de competencias, que se la considera talentosa, exitosa, capacitada y que puede mostrarse falible y humana. O por ejemplo, la Peque Pareto (Paula, la yudoca argentina), que dio un gran ejemplo, ya que pudiendo haberse retirado con la medalla de oro colgada de su pecho decidió seguir jugando, porque para ella era más importante darse esa última chance aunque sabía que no iba a ganar. También está aquel gesto de Messi y Neymar, en el final de la Copa América, donde se dan un abrazo y lo que prima es la amistad, más allá de la competencia y en un sistema completamente exitista. Es cuando termina el partido y comparten una charla, risas, gestos amorosos, como lo haría cualquier pibe en el potrero o en el club. Ese también es un mensaje para las infancias que pone de relieve el valor de la amistad y que el juego compartido, más allá de los triunfos y derrotas, es lo que vale la pena. Y como dice Marcelo Bielsa, “el éxito, en realidad, es una excepción”.

Paula Pareto
La yudoca argentina Paula «Peque» Pareto.

—¿Se puede ser feliz practicando un deporte? 

En realidad así debería ser, porque el deporte es favorecedor para el desarrollo, el crecimiento y los aprendizajes de las infancias. Y porque tiene que ver con el juego. Si bien hay varios juegos fundantes en la niñez, uno de esos es el juego reglado y el deporte es un juego de reglas donde se aprenden a respetar turnos, normas y legalidades que impone cada disciplina.Y porque comparten con otras personas, aprenden a ser parte de nuevos espacios y a tolerar las frustraciones que eso implica: porque es posible ganar, es posible perder y que, por suerte, se puede pedir revancha. Es decir, que el deporte debería permitir que las niñas y los niños sean felices.

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