Los medios hegemónicos mostraron una vez más que son capaces de producir enormes daños a la subjetividad de las personas y a la sociedad. Las mentiras y manipulaciones producen un ruido que impide pensar y priva a la ciudadanía del derecho a estar informada.

El conflicto armado entre Ucrania y Rusia se sumó a decenas de guerras y conflictos ya activos en el mundo. El horror, la condena ética o moral, y el rechazo a la violencia deberían abarcar todos estos conflictos por igual. En todos ellos se masacra a la población civil.

Entre los distintos institutos y organismos que se dedican a monitorear los conflictos armados no hay una postura unificada con relación a la definición de “guerra”. En algunos casos, se considera que tiene que haber al menos mil muertos al año para utilizar ese término. Si es por debajo de ese número, se habla de “conflicto de media o baja intensidad”.

Y aquí asoma uno de los problemas más acuciantes a la hora de analizar: las palabras, lejos de ser inocentes y meramente descriptivas, constituyen un arma poderosa en la batalla por el sentido. En el contexto de una crisis, esta disputa por los conceptos emerge con fuerza devastadora, como parte fundamental y complemento indispensable del plano militar de la contienda.

Los medios hegemónicos al servicio de los poderes fácticos exhibieron, una vez más, que son capaces de producir mucho daño a través de la mentira, la manipulación, la información sesgada, la simplificación extrema y la creación de dicotomías absurdas. El desprecio por la verdad y la subestimación de quienes intentan informarse es permanente. Todo se banaliza y confunde. Se produce un ruido que no deja pensar. Y en medio del barullo, la historia se borra y se reescribe de acuerdo a los intereses del capital concentrado.

El neoliberalismo logró, en el marco de la batalla por el sentido, una victoria fundamental: desbancar el pensamiento complejo e imponer una simplificación anti-histórica que saca de contexto los hechos (cuando no los oculta o tergiversa) y de esta manera impide que la ciudadanía ejerza el derecho humano fundamental de estar informado. En buena parte del mundo, tanto la sociedad civil como los gobiernos están lidiando con una verdad evidente y arrasadora: el actual esquema mediático concentrado es incompatible con la democracia.

Por eso más allá de la condena de la guerra, actitud loable pero insuficiente para producir un cambio, se plantea el desafío de pensar cómo y de qué manera se produce la violencia en términos históricos y geopolíticos, con todos sus matices y contradicciones. Una tarea difícil en medio de la embestida brutal del imperio y los turiferarios a su servicio.

La propaganda neoliberal afecta en forma profunda los consensos cognitivos que están en las bases de toda comunidad. Ataca la argumentación y la fundamentación, y los criterios de verificación de un hecho. De esta manera, se intenta herir de muerte al pensamiento complejo, el pensamiento crítico, y el pensamiento a secas.

El sitio argentino de control de datos Chequeado ofreció algunos ejemplos de noticias falsas que circulan en las redes. Es falso un video que se hizo viral y que supuestamente muestra a un padre despidiéndose de su hija para “combatir contra Rusia”: se grabó en la región separatista de Donetsk y es anterior a la invasión rusa a Ucrania. También es falsa una foto que muestra un presunto bombardeo ruso a Ucrania. La imagen circula desde 2021. Tampoco es real la conmovedora foto de mujeres rezando por la paz entre Rusia y Ucrania, que está disponible desde 2019.

Un usuario de Facebook defendió, con la enjundia y el enojo que caracterizan a muchos posteos, el derecho a opinar sobre un tema sin conocerlo: “Vos no pensás por vos mismo. Estás esperando que los especialistas digan algo para definirte. Yo pienso por mí. Puedo equivocarme o no, pero no ando de lameculos”, reprochó el usuario en respuesta a otro posteo.

Sus palabras llevan a pensar en el llamado “giro afectivo”: una respuesta emocional que no necesita basarse en realidad alguna. Y también permite reflexionar sobre la urgencia por opinar, un fenómeno que acaso tenga que ver con la hipertrofia del yo propia de estos tiempos.

Los opinadores compulsivos dicen más de ellos mismos que del tema en cuestión. Lo importante es dejar claro que se está del lado de los “buenos”. Lo demás no importa: Ucrania es apenas una oportunidad para hacer pública nuestra bondad. Yo y Ucrania, parece ser la fórmula.

De allí deriva también el apuro por definir quiénes son los “buenos”. Llamar “lameculos” a quien investiga y se informa antes de opinar es todo un síntoma de que la noción de “conocimiento” también está siendo bombardeada.

En las antípodas del pensamiento complejo, el ministro del Reich para la Ilustración Pública y Propaganda, Joseph Goebbels (1897-1945), describió con precisión la estratagema: la demonización y estigmatización de un dirigente político o un grupo social determinado. “Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo”, señala su “Principio de simplificación y del enemigo único”.

Una mentira más grande que toda África

Los cálculos sobre el número de guerras en desarrollo antes del 24 de febrero de 2022 difieren según qué organización los realice: entre 10 y 60. Pero cualquiera de los números desmiente una de las falacias más flagrantes de la cobertura de la guerra en Ucrania. Se dice, escribe y repite que “es la primera guerra importante en Europa después de la Segunda Guerra Mundial”. Además de ser una mentira evidente, la afirmación rezuma eurocentrismo, xenofobia y racismo. La inclusión del adjetivo “importante”, a la vez que hace un recorte y restringe los alcances de la descripción, deja bien en claro lo que se intenta ocultar.

En Yemen, Siria, Sudán del Sur, República Centroafricana, Nigeria, República Democrática del Congo, Somalia, Afganistán, Pakistán, Irak el espanto y la muerte se pasean desde hace años. Y tomamos el número menor entre todas las fuentes consultadas. Porque es suficiente para dejar claro que no todas las guerras se cubren de la misma manera. Y que no es lo mismo la muerte de un europeo que la de un africano o asiático.

Pero los medios hegemónicos perpetraron un atentado todavía peor, más cínico y violento, contra la verdad y el derecho a la información: además de los 10 conflictos armados que pasaron por alto, ya había guerra en la propia Ucrania, un conflicto tan atroz y cruel que ya lleva ocho años y produjo 15 mil muertos. O sea que el titular “Guerra en Ucrania” es una maniobra perversa. Se declama que hay guerra en un país solo desde el momento en que le conviene al gran capital.

Una forma segura e irrefutable de demostrar que el mundo no era un paraíso de amor y paz antes de este conflicto es tomar nota de otra cifra: la cantidad de desplazados y refugiados marcó un triste récord histórico en 2021, según un reciente informe de la ONU.

“Más de 50 millones de personas, la cifra más alta desde la Segunda Guerra Mundial, están desplazadas por culpa de los conflictos armados, la mitad de ellos niños que sólo pueden aspirar a sobrevivir. Si configurasen un estado, asegura ACNUR (el alto comisionado de Naciones Unidas), sería el número 24 del planeta por cantidad de habitantes. El «país de los refugiados» estaría localizado, además, en las zonas más pobres del planeta. Los que menos tienen son los que más abren sus fronteras”.

Poco preocupada por los hechos, los datos y la verdad, la ex canciller de Alemania Angela Merkel condenó la invasión rusa de Ucrania y recalcó que “esta guerra de agresión supone un profundo punto de inflexión en la historia de Europa tras el fin de la Guerra Fría”.

“Este es el mayor desafío para Europa en su conjunto desde la Segunda Guerra Mundial»: Timothy Snyder”, tituló el sitio de noticias del medio británico BBC.

Snyder es profesor de historia en la Universidad de Yale y autor de libros sobre Rusia, Ucrania y la Segunda Guerra Mundial, agrega la nota.

“Es un momento similar a 1938 o 1939. Es un momento de ser o no ser. ¿Tienes un sistema o no tienes un sistema? ¿Tienes reglas o no tienes reglas? ¿Es todo posible o no es todo posible?”, expresó el especialista.

“¿Estamos ante una guerra en Europa o ante la Tercera Guerra Mundial?”. La pregunta es el título de la nota publicada en el diario argentino La Nación el 26 de febrero de 2022.

“La invasión total de Rusia a Ucrania marca el regreso del conflicto bélico entre Estados que definió a la Primera y a la Segunda Guerra Mundial. Una gran potencia militar –la tercera a escala global– irrumpe en un país más pequeño, que, a su vez, cuenta con el respaldo de otras naciones. La historia suena dolorosamente conocida. Son, como la definió una fuente diplomática a la agencia Reuters, «las horas más oscuras de Europa» desde 1945. ¿Está entonces el mundo a las puertas de la Tercera Guerra Mundial?”, se lee en el segundo párrafo de la nota, uno de los tantos ejemplos del intento de la prensa al servicio del imperio de mundializar un conflicto que, al cierre de esta edición, tiene lugar en Ucrania.

Todas estas falacias dejan de lado, por ejemplo, los bombardeos de la OTAN contra Yugoslavia. “La agresión de la OTAN contra Yugoslavia duró desde el 24 de marzo hasta el 10 de junio de 1999. Fue la segunda operación militar de la Alianza Atlántica fuera de sus fronteras: la primera fueron los bombardeos de la República Serbia en 1995”, recuerda el sitio de noticias ruso Sputnik en la nota titulada “La agresión de la OTAN contra Yugoslavia. Un crimen imposible de olvidar”, publicada el 24 de marzo de 2019.

“En el transcurso de los ataques aéreos se destruyeron 25 mil edificios residenciales, quedaron dañados 470 kilómetros de carreteras y 595 kilómetros de ferrocarril, así como se destrozaron 38 puentes. También quedaron reducidas a escombros 100 escuelas y guarderías, más de 30 hospitales, 14 aeródromos y 176 objetos de patrimonio cultural. Según las estimaciones de Serbia, el 38 por ciento de las instalaciones bombardeadas eran civiles”, afirma la nota.

“Fueron perpetrados 2.300 ataques contra 995 instalaciones por todo el país. Se lanzaron 420 mil proyectiles contra Yugoslavia. Entre ellos había proyectiles con uranio empobrecido”, señala Sputnik.

“El bombardeo de Serbia por parte de la OTAN terminó con la violencia de las tropas serbias contra los albano-kosovares. Sin embargo, esa guerra, que se realizó sin el mandato de la ONU, sigue siendo controvertida”, señala el sitio de noticias alemán DW (Deutsche Welle) en la nota del 24 de marzo de 2014 titulada “La intervención de la OTAN contra Serbia”.

Además de los ataques a instalaciones militares, la OTAN también toma como objetivo vías de abastecimiento, líneas de ferrocarril y puentes. En 79 días y noches arriban más de 37 mil misiones de la alianza, y cerca de 20 mil misiles y bombas caen sobre territorio serbio. Muchos civiles pierden la vida. «Daños colaterales», según el lenguaje que utiliza la OTAN.

Otro ejercicio de memoria nos llevaría a 1982. La OTAN fue quien intervino en la guerra de las Malvinas, y fue responsable de crímenes de guerra, como el hundimiento del Crucero General Belgrano. Tras la contienda, las islas se convirtieron en una base de la OTAN que incluye armamento nuclear.

EEUU y los misiles soviéticos en Cuba

Borrar las lecciones de la historia es una de las estratagemas de manipulación más utilizadas. Comprobar cómo actuó EEUU ante una amenaza similar a la que hoy vive Rusia desmiente buena parte de las mentiras con la se arrasan subjetividades.

“(John Fitzgerald) Kennedy ordenó que se prepararan tres planes de ataque: uno, destruir los silos de misiles nucleares con la fuerza aérea o los jets de la marina; dos, organizar un ataque aéreo de mucha mayor envergadura; tres, invadir y conquistar Cuba”, del libro Legado de cenizas. La historia de la CIA, del periodista estadounidense del New York Times Tim Weiner (página 332). “El presidente (Kennedy) contempló entonces la cuestión de una guerra nuclear en Cuba”, (página 333).

El 22 de octubre de 1962, Kennedy se dirigió al pueblo estadounidense con un mensaje televisado de 17 minutos. Allí, habló por primera vez públicamente de establecer una cuarentena y un “cerco naval” alrededor de la isla de Cuba. Para cumplir esta medida se desplegaron barcos y aviones de guerra estadounidenses en el Mar Caribe a partir del 23 de octubre, destinados a ejercer un auténtico bloqueo aéreo-naval.

La utilización propagandística de la mentira es tan vieja como el mundo. Pero en la actualidad, la tecnología aumentó la velocidad de circulación de la información hasta límites literalmente inhumanos. Los daños que producen la desinformación y la mentira (formas de violencia simbólica) se verifican en varios planos. Se crean problemas epistemológicos, políticos y de educación cívica, entre otros. Además de poner en juego las condiciones de posibilidad de una democracia que merezca ese nombre. Y la salud mental de la población tampoco sale indemne del cinismo y la perversión que contienen ciertas estratagemas.

En medio del griterío ensordecedor, estamos cada vez más conectados pero menos comunicados. La propaganda destruye el espacio común necesario para entablar una conversación, incluso una discusión. Es que la noción de “lo común” (heredada de la sabiduría ancestral de nuestros pueblos originarios) está bajo fuego. La comunicación, y un diálogo verdadero entre personas, tal vez sean las trincheras a defender ante la embestida brutal del capital concentrado que busca la adhesión y el apoyo militante de sus víctimas. También existen vacunas para la pandemia de Síndrome de Estocolmo.

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