Yo no sé, no. Eran los últimos días de aquel abril del 63, la presencia del otoño se manifestó desnudando tempranamente a los gigantes de la cuadra tanto que a Pedro se le daba por contar las ramas a esa seguidilla de plátanos cada vez que lo mandaban a la carnicería, casi siempre por hígado o gañote con bofe para el gato. Esa mañana, mientras veía cómo bajaban dos medias res, Pedro se decía: “Algún día me van a mandar también por costillas para el asado”. Mientras tanto, a su padrino se lo veía con más entusiasmo ante la cercanía del 1º de Mayo, que sería el miércoles de la semana siguiente. En boca de él, Pedro escuchaba casi siempre dos frases que en principio lo remitían a la carnicería: “Poner el lomo” y “te están contando las costillas” (esta última le costaba entenderla). Ese 1º de Mayo se mezcló el humo de las parrillas con el humo de algún zapateo, porque era un día de lucha y de festejo.
Los otros primeros de mayo, ya en el sur de la ciudad con mucho más trabajadores que en el otro barrio (la mayoría venidos de provincias vecinas), el humo con el aroma del asadito de costilla se mezclaba con el de empanadas y algún locro. Cerca de las guisantes chimeneas de Acindar se sentía un silencio que sonaba a triunfo, a festejo, era el Día del Trabajador y la conmemoración de los que ponían el lomo alrededor del asadito. También era una forma de seguir con el zapateo y la lucha por las reivindicaciones históricas.
En las nuevas canchitas, también era una fecha propicia para realizar un torneo que empezaba y terminaba en el día. Eso sí, aunque no era fácil, la propuesta era que el encuentro con la redonda fuera tranqui y que la rivalidad preexistente entre los que se venían contando las costillas no arruinara el evento, el festejo de estar reunidos.
Hoy, a horas de otro 1º de Mayo, viendo que en la avenida Francia una carnicería promociona algunos cortes parrilleros, Pedro me dice: “A este 1º hay que ponerle temperatura, tanto en levantar las banderas históricas de los que ponen el lomo como en los fueguitos de asaditos, empanadas y locros tan tradicionales para estas fechas”. Y agrega: “Como decía el general, al apetito se lo consigue comiendo. Y si queremos que aumente el apetito de Justicia, de democracia y de Patria, un locrito y un asadito (aunque no sea de costilla) no debe o no tendría que faltar.
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