En el plenario de la CTA, la vicepresidenta CFK habló de economía, apuntó al endeudamiento macrista y a los grandes formadores de precios. El Indec publicó que una familia de cuatro integrantes necesitó juntar cien mil pesos durante mayo para no caer en la pobreza.

Con incesantes aumentos de precios en combustibles y alimentos a nivel planetario como consecuencia de la pandemia de coronavirus, eventos climáticos extremos y la guerra entre Rusia y Ucrania, la inflación está en el foco de la crisis global y golpea a millones de personas. ¿El resultado? Más pobreza, más hambre. En Argentina, el problema inflacionario tiene un componente inercial que viene desde hace tiempo, aunque hizo un salto en alto a partir de la devaluación y el inédito proceso de endeudamiento externo durante la gestión macrista, que desembocó en una gran crisis. Y volvió a subir varios escalones a la salida del peor momento de la pandemia y el posterior estallido del conflicto bélico y la disparada en las cotizaciones de materias primas, máxime las del agro.

Argentina está entre los principales productores de granos y alimentos, y exporta mucho de lo mismo que consume su población. Ese comercio exterior está concentrado en grandes empresas transnacionales que dominan los puertos a la vera del río Paraná. El valor de la comida está dolarizado y afecta principalmente a los sectores populares. En el país y en el mundo hay protestas por el incremento abusivo en el costo de vida y, sobre todo, por el encarecimiento de los bienes comestibles.

Con una inflación nacional promedio proyectada para todo 2022 de entre 60 y 70 por ciento, el último dato del Indec sobre variación mensual de la canasta básica total y la canasta básica alimentaria, que determinan las líneas de pobreza e indigencia respectivamente, enciende otra luz de alarma.

Una familia de cuatro integrantes necesitó juntar casi cien mil pesos durante mayo para no caer en la pobreza, según el cálculo del Instituto Nacional de Estadística y Censos sobre el valor de la canasta básica, que incluye alimentos y servicios necesarios para la subsistencia. En tanto, el umbral de ingresos para que el mismo grupo familiar no caiga en la indigencia se ubicó en casi 45 mil pesos. Este es el costo de la canasta alimentaria, compuesta sólo por comida para satisfacer necesidades mínimas en un lapso de treinta días.

En caso de que un sólo integrante familiar cuente con ingresos, un salario mínimo vital y móvil de 45.540 pesos alcanza para zafar de la indigencia pero está lejos de llegar a cubrir la canasta básica total, que en mayo aumentó 4,6 por ciento respecto de abril, lo que implica una suba interanual de casi 55 por ciento, por debajo de la inflación general (60,7).

La canasta alimentaria también se incrementó un 4,6 por ciento y acumula un avance de 62,3 por ciento en los últimos doce meses, por encima del índice anualizado de precios al consumidor. Los aumentos de junio (tarifas, combustibles, entre otros) seguirán haciendo mella en el poder adquisitivo y complicarán más aún la situación, con impacto negativo en la estadística de pobreza, donde las penurias imperan y el día a día es más duro que el número de una planilla de Excel.

Los hogares de menores recursos económicos destinan la mayor parte de sus ingresos a comprar alimentos. Los datos sobre las canastas básica y alimentaria son relevantes porque establecen los pagos de refuerzos estatales como fue el ingreso familiar de emergencia (IFE) o lo sería, en caso de aprobarse, el proyecto de salario universal que viene promoviendo la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (Utep). También, en cuanto a la canasta básica, se utiliza para determinar la anunciada segmentación tarifaria. En rigor, el usuario que perciba ingresos que representen más de tres canastas básicas, es decir, arriba de los 300 mil pesos mensuales, se quedará sin subsidios.

Consumo en retroceso

Un informe de la Universidad Nacional de Moreno en el que se analiza el consumo interno en los primeros cinco meses de 2022, por medio de los indicadores de ventas en supermercados, mayoristas y minoristas pyme, cuya fuente es el Indec y la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (Came), determinó que el nivel de consumo popular muestra un lento retroceso desde inicios del año, explicado en buena medida por estratos sociales de menores ingresos, quienes presentan una propensión a consumir más y cuyos ingresos reales han sido más afectados por la creciente inflación ya que carecen de estrategias para defenderse, como acopiar alimentos, adelantar otros consumos, rentas financieras, etcétera.

Otro aspecto que se destacó en la nota de coyuntura es que la dinámica existente desde 2018 y profundizada por la pandemia del covid, indica que cada vez más consumidores optan por realizar sus compras en comercios mayoristas en lugar de supermercados y que cada vez más se utilizan medios de pago alternativos como billeteras virtuales, código QR, app’s, con el propósito de obtener mejores precios y mayores descuentos, según se señaló en el informe.

También se consignó que si los precios no desaceleran y los salarios reales siguen sin recuperarse, la economía podría seguir creciendo si fuese motorizada por el gasto público y una fuerte política estatal de ingresos que mejore la distribución y recomponga niveles de consumo interno. Al mismo tiempo, se advirtió que “el programa con el FMI es un condicionante en este aspecto”.

Luis Campos, coordinador del Observatorio del Derecho Social de la CTA Autónoma, analizó que estos últimos meses la evolución de los sueldos de trabajadores registrados igualó o le ganó ahí nomás a la escalada inflacionaria, aunque en un contexto de salario real muy bajo en términos históricos, que viene de sufrir una poda del 20 por ciento en su capacidad de compra durante el gobierno de Cambiemos, sin pandemia ni guerra. Campos dijo que el salario formal experimenta una recuperación estadística relativa que no se hace sentir en el bolsillo. Peor parte se llevan los trabajadores informales y precarizados.

Tocó Cristina y hubo ruido

En el aludido discurso que pronunció CFK el 20 de junio, Día de la Bandera, al participar como invitada estelar del plenario de la CTA de los Trabajadores en la ciudad bonaerense de Avellaneda, las palabras inflación e inflacionario estuvieron en boca de la vicepresidenta en diecinueve ocasiones. El machaque sobre la problemática tuvo el objetivo de indagar sobre las causas locales que explican en parte la salvaje remarcación de precios, de acuerdo a la visión de Cristina sobre el complejo momento y el rumbo socioeconómico que ella discute.

Su alocución pública, analizada y retransmitida en casi todos los medios de comunicación y redes, no exenta de polémica, marcó agenda política y económica y sumó otro capítulo a la discusión a cielo abierto que mantiene el Frente de Todos. La vicepresidenta se refirió de manera crítica y autocrítica, entre otros tópicos, al “festival de importaciones” (aunque ahí pesa fuerte la compra de combustibles y energía), a la administración de dólares que escasean, a la descoordinación del área económica del gobierno, al rol del Estado, a los problemas (inflacionarios y otros) que trae una economía bimonetaria. También se metió en un lugar difuso al pedir “capitalismo en serio”.

Foto: Prensa CTA

Lo más replicado de su discurso, que, como se dice, dejó mucha tela para cortar, fue el tramo donde se refirió al crecimiento de los diferentes planes estatales de transferencia de ingresos, que, según sus expresiones, están “tercerizados” en organizaciones sociales. Estas organizaciones representan y contienen a trabajadores y trabajadoras informales, changarines, cooperativistas, desocupados, protagonistas de lo que se llama economía popular, donde, como se señaló más arriba, pega fuerte la estampida inflacionaria y también castigó feo la crisis pandémica.

La administración de los programas sociales y la idea expresada por CFK de convertirlos en trabajo genuino quedó flotando en un virtual contrapunto con la conducción nacional del Movimiento Evita. Hubo diferentes interpretaciones y miradas sobre sus dichos, incluso con sobrerreacciones del estilo “le declaró la guerra a las organizaciones sociales”. 

Acá se puede leer el discurso completo y ver los gráficos. 

Justo cuando se discute un salario básico universal, el debate en torno al rol de las organizaciones territoriales, que saltaron a escena como resistencia popular al neoliberalismo desempleador de los 90, antes llamados movimientos de desocupados y luego piqueteros, se dio en una semana especial, de memoria y reflexión por los veinte años que se cumplen de los asesinatos por balas policiales de los jóvenes militantes barriales Maximiliano Kosteki y Darío Santillán durante una feroz represión a una protesta en la ciudad de Avellaneda ocurrida durante el interinato presidencial de Eduardo Duhalde.

Durante buena parte de su intervención como cierre del plenario de la CTA, Cristina argumentó que la inflación no era un problema de oferta y demanda ni tampoco estaba vinculada al déficit fiscal y comercial. Dijo que más allá de las consecuencias que trae la guerra entre Rusia y Ucrania sobre los precios de los alimentos, la inflación integra desde hace mucho el ADN argentino.

Detalló que el país está en el tercer lugar del podio mundial de evasión impositiva y, a la par, en el tercer puesto en formación de activos en el exterior o fuga de dólares. Señaló, entre otras causas de la inflación, el “endeudamiento criminal del macrismo” y la concentración económica. “No digo que sean las únicas causas”, aclaró. Se podría agregar la inercia inflacionaria, la devaluación y el valor del dólar (oficial e informal) y la pulseada distributiva entre capital y trabajo, donde, hoy, se impone la fuerza del establishment empresarial.

“Todos los procesos inflacionarios que tuvo la Argentina fueron precedidos de un ciclo de endeudamiento”, recordó CFK al tratar de encontrar “las causas verdaderas de por qué tenemos esta inflación única en el mundo”. Y ejemplificó: “Dos empresas controlan el 70 por ciento del mercado o más del cemento. Una sola el de aceros planos, otra sola de aceros verticales, entre dos o tres alimenticias tienen el 80 por ciento de todo”.

CFK detalló que las ganancias de una de las empresas más importantes del país en el rubro alimenticio “tuvieron entre 2019 y 2021 un crecimiento del 412 por ciento”. Y preguntó: “¿Es sensato decir que esas empresas con esas rentabilidades y ese poder no tienen nada que ver en la formación de precios?”.

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