Yo no sé, no. Aquel invierno había arrancado con un frío que a mí y a Pedro se nos notaba por la cantidad de ropa que nos ponían, condición sine qua non para salir a jugar era tener unos cuantos trapos encima. Pedro había escuchado o leído en el diario que estaba nevando en las altas cumbres y me dijo: “El sábado lo vamos a comprobar”. Hizo correr la bola entre los pibes que nos íbamos hacia los picos más altos pero en realidad lo que quería era que se enterara Gracielita, la hermana de Josecito. Al otro día viene la piba en cuestión y me dice: “¿Me llevan?”. Eso fue un miércoles, al otro día nos habíamos olvidado y pensábamos en otra cosa pero cuando llegamos al patio de la tía Ana (de la calle San Juan), la radio nos hizo acordar. La noticia que salía de alguna pieza decía que seguía nevando en las altas cumbres. Nos fijamos en el diario y si bien ya sabíamos que Valentina (la cosmonauta rusa) ya había regresado a la Tierra después de una reunión cumbre con las estrellas, lo que no imaginábamos con Pedro era que en Moscú seguían los festejos. El diario también decía que después de una reunión cumbre había un nuevo Papa y que en ese junio del 63 la Suprema Corte, después de una reunión cumbre, declaraba constitucional el decreto 4161 que prohibía al Partido Peronista, cantar la marcha y varias cosas más (una aberración más del Poder Judicial al servicio del coloniaje). Ese último titular hizo que el tío Mario estuviera murmurando todo el día: “Hijos de puta, jueces gorilas”. 

Mientras tanto, yo pensaba en cómo ir por lo menos hasta Córdoba. “Nos rajamos en el 58 –le dije a Pedro– y en Rosario Norte nos subimos al tren”. Averigüé qué era en la quiniela el 58: el ahogado. “Sonamos, arrancamos mal, ya en el bondi nos va a faltar el aire”. Pedro se reía, tenía pensado otro plan. 

Al final llegó el sábado y como algo sospechaban los padres de Gracielita de la reunión cumbre y fuga de los cuatro (se había sumado Josecito), Pedro aclaró el día anterior: “Mañana nos juntamos en la panadería de la esquina, sin bolsos, sólo la bolsa de los mandados, la de comprar pan”. Y así ocurrió. Pero Pedro nos dijo: “Visto y considerando la dificultad que tenemos para ir hacia las altas cumbres, propongo que vayamos hasta la montañita del laguito y ahí realizamos nuestra propia cumbre tomándonos el tiempo que sea necesario”. Nunca le dijimos a los demás adónde habíamos ido, pero sí la conclusión: “En las altas cumbres está nevando, pero el frío que se sentía era de acá”. Y que lo mejor para que las bajas temperaturas no nos afectaran era realizar con más frecuencia unas reuniones cumbres acá abajo. 

El otro día, viendo la tele que decía que empezó a nevar en las altas cumbres y sugería que tendremos días fríos y que en tal lado lejos de acá hay problemas con el combustible, con el trigo, con otros alimentos, y que por eso acá suben los dólares y la tasa de interés que sube en EEUU, Pedro me preguntó: “¿Te acordás de aquel sábado de junio del 63?”. Y antes de que le responda, me dice: “Las reuniones cumbres tenemos que hacerlas por abajo, con nuestras diferencias, pero ya. Y que no nos ahoguen con eso de que no es posible porque el mundo está revuelto porque hay algunas movidas interesantes en la gran Patria. Eso sí, abriguémonos por fuera y por dentro porque el frío y el hambre es hoy, y seguir perdiendo tiempo es imperdonable si queremos tener Patria.

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